CUMBRE. Presidentes y representantes de Brasil, Paraguay, Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia, Guyana y Surinam se reunieron en Leticia para hablar sobre el futuro de la Amazonía.
El presidente de Colombia, Iván Duque, anunció su voluntad de liderar un “Pacto por el Amazonas” entre los países de la región para atender la emergencia en la que se encuentra el ecosistema amazónico. Con Jair Bolsonaro representado en la mesa, y la presión por mostrar resultados, el pacto corre grave peligro de resultar en lo contrario de lo que pretende: en vez de crear un espacio que permita enfrentar la crisis y proteger el ecosistema, puede convertirse en la plataforma perfecta para legitimar las intenciones extractivistas de desarrollo agroindustrial a ultranza en la Amazonía que el gobierno de Bolsonaro ha venido impulsando.
La crisis de magnitudes apocalípticas que vive la Amazonía ha movilizado a millones de ciudadanos alrededor del mundo en torno al cataclismo y la necesidad de actuar de manera inmediata para detener los incendios y la deforestación acelerada, que amenaza con llevar al bosque tropical más grande e importante del planeta a un punto de no retorno. La respuesta política – y práctica – es una necesidad inmediata.
Por eso el impulso del gobierno colombiano tiene cierto sentido y buena intención y, si el panorama geopolítico fuera otro, tendría potencial de generar impactos positivos ante la emergencia. La realidad es que Colombia junto con Perú, Ecuador, y otros países que participarán en la cumbre de jefes de estado convocada para hoy en Leticia, se enfrentan a una negociación difícil, en que la delegación de Itamaraty (Brasil) impulsa una agenda que usa argumentos de soberanía nacional para cooptar la oportunidad y avanzar con su agenda extractivista que desconoce el valor incalculable del ecosistema amazónico para el equilibrio planetario.
La misma agenda que ha avivado la deforestación y el incremento acelerado de incendios que, como resultado de la acción humana deliberada, se han llevado 2,5 millones de hectáreas solo en el mes de agosto. La misma que habla del aprovechamiento de los recursos naturales de la región sin consideración alguna por los pueblos indígenas que allí habitan o sus derechos. La misma que ignora que la urgencia más apremiante es la conservación de este ecosistema único y esencial para la civilización humana en todo el mundo.
La cooperación suele tener mejores resultados que la confrontación, y debe primar como mecanismo para perseguir intereses comunes en política exterior. Para Colombia y sus vecinos la protección de su más importante activo – la biodiversidad y el bioma amazónico – es una prioridad indiscutible de política pública y de economía nacional.
Sin embargo, legitimar las pretensiones del mandatario brasilero a través de un acuerdo sin dientes, o lo que sería mucho peor, proveerle una plataforma perfecta para cementar su política arrolladora y destructiva, sería un craso error. Lo lamentaremos las generaciones presentes y futuras en el mundo entero, y lo cobraremos como electores. Los improbables réditos políticos internacionales serían pobres y olvidados rápidamente. Las pérdidas, incalculables. Sería el tiro por la culata más caro de nuestra historia.