Durante una entrevista, el excongresista Rubén Ramos, vicepresidente de la comisión parlamentaria para el estudio del dióxido de cloro, fue consultado sobre la utilidad de este grupo de trabajo. Ramos la justificó por la supuesta falta de información sobre esta sustancia y, como argumento, señaló: “Instituciones internacionales, como FDA y OMS, no tienen una evidencia de toxicidad [del dióxido de cloro]”. Luego de revisar la información disponible en torno al tema, OjoPúblico concluye que esto es falso.
El uso de este producto con supuestos fines curativos no es reciente y ha sido motivo de alerta por organismos internacionales, como las instituciones que integran el sistema de la Organización Mundial de la Salud.
“Desde hace varios años, algunos productos que contienen dióxido de cloro o derivados se han promocionado como 'terapéuticos' para la cura de diversas afecciones, sin contar con ninguna evidencia científica sobre su eficacia”, según un comunicado de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), basado en la información disponible a julio del 2020.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha registrado a lo largo de los años una serie de reportes sobre los efectos adversos en personas expuestas a una gran dosis de esta sustancia: fallas respiratorias, arritmia cardíaca, insuficiencia hepática aguda, anemia hemolítica, vómitos, diarrea aguda severa e hipotensión.
Por su parte, la Agencia para el Registro de Sustancias Tóxicas y Enfermedades de los Estados Unidos (ATSDR, por sus siglas en inglés) realizó en el año 2002 un completo perfil toxicológico del dióxido de cloro, así como de su impacto diferenciado según la forma de exposición a este químico.
En este trabajo, que ha sido revisado por pares, se realizó un análisis de antecedentes y estudios previos en animales sobre el impacto de la exposición al dióxido de cloro. Nuevamente, algunas de las reacciones registradas fueron irritación en la mucosa, la garganta y los pulmones, e irritación en la boca y el estómago por ingestión de la sustancia.
En 2020, el lnstituto de Evaluación de Tecnologías en Salud e Investigación del Seguro Social (IETSI) realizó también una revisión sobre la literatura científica existente respecto a este producto.
El IETSI solo encontró dos artículos que planteaban el uso del dióxido de cloro en el contexto de la pandemia y sin ofrecer evidencia alguna de su eficacia. Uno de esos artículos tenía, además, un conflicto de interés, porque varios de sus autores eran titulares de una patente para procesar ese producto y otros eran dueños de una compañía que lo produce.
La conclusión de la entidad peruana encargada de regular y vigilar la investigación en salud: fue la siguiente: “[..] ninguna entidad académica, de investigación o de salud del mundo ha visto razonable estudiar potenciales efectos de prevención o tratamiento de esta sustancia en COVID-19, pues no existiría plausibilidad biológica ni indicios clínicos preliminares que permitan elaborar hipótesis coherentes que sustenten la realización de investigaciones científicas serias con respecto al uso del dióxido de cloro como agente terapéutico de prevención”.
Consultado para esta verificación, el excongresista Ramos aseguró que con esa afirmación se refería a la ausencia de información sobre las dosis exacta en que el dióxido de cloro resulta tóxico.
Sin embargo, instituciones como la EPA y la FDA han establecido una concentración máxima permitida de 0.8 miligramos de dióxido de cloro por litro de agua (mg/L), ya que superar esta cantidad podría ocasionar los daños descritos anteriormente. Esta medida equivale a la 0.008 parte de una cucharadita (5 ml), es decir, menos de la décima parte.
Además, en 2002, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un estudio según el cual el límite de exposición a esta sustancia usada en contextos ocupacionales (como empresas que usan ese producto en sus operaciones) era de entre 0.1 y 0.3 partes por millón (entre 0.28 y 0.84 mg por cada 1.000 litros).
En función a lo expuesto, OjoPúblico concluye que la afirmación del excongresista Rubén Ramos, vicepresidente de la comisión parlamentaria para el estudio del dióxido de cloro, respecto a que instituciones como la FDA y la OMS no tienen evidencia de la toxicidad del dióxido de cloro, es falsa.