Como recuerdo doloroso o como fantasma intimidatorio, a más de dos décadas de su derrota, la sombra del senderismo sigue merodeando la vida peruana. Derrotados sus últimos remanentes, encerrados acaso de por vida sus dirigentes, de múltiples maneras emerge la memoria de su infausta actuación. De las tempranas crónicas periodísticas a los sofisticados estudios actuales, al menos tres generaciones de investigadores han explorado las diversas facetas de su irrupción.
¿Cómo explicar que una organización equipada con una ideología arcaica, surgida en una de las áreas más pobres del país, hubiese sido capaz de propulsar tamaña conmoción? Formulada a mediados de la década de 1990 por el historiador Steve J. Stern, esta interrogante sintetizaba una transición fundamental en el desarrollo de los estudios “senderológicos”: de los malentendidos (Sendero Luminoso [SL] como movimiento campesino o regional) y la exotización inicial (SL como movimiento de tipo mesiánico) a la elaboración del primer gran perfil de la insurgencia; esfuerzo patentizado en los trabajos de Carlos Iván Degregori y Gustavo Gorriti en particular.
ENFRENTAMIENTOS. Protesta estudiantil durante la intervención policial del 13 de febrero de 1987 a tres universidades nacionales / Archivo: Alejandro Balaguer
Pertinente resulta el llamado de Stern, a esas alturas, a producir, a partir de esa base, una “comprensión profunda y multifacética” del fenómeno, que coadyuvará a desterrar la sensación aquella de estar viviendo un “gran desastre” de origen incomprensible. Su propia compilación, publicada bajo el título Shining and Other Paths: War and Society in Peru, 1980-1995 [1], sería un primer gran avance de ello; referente obligado de los estudios locales y regionales que vendrían después, y paradigma, asimismo, del masivo Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que viera la luz a mediados de 2003.
Una “comprensión profunda y multifacética” del fenómeno, coadyuvará a desterrar la sensación aquella de estar viviendo un “gran desastre” de origen incomprensible
A un momento subsiguiente corresponde el texto que aquí presentamos, delineado, a mi parecer, por los textos de Lurgio Gavilán, José Carlos Agüero y Alberto Gálvez Olaechea, publicados entre 2012 y 2015 [2]; ejercicios de memoria definidos por la experiencia vital y, asimismo, por la voluntad de asumir una postura moral.
En ese marco, habría que ubicar el texto de Rodolfo Asencios Lindo para apreciar mejor su sentido y su significación, no como un aporte testimonial, en este caso, sino más bien desde la investigación, pero de similar afán, sin embargo, por dar cuenta de la dinámica interna de la rebelión y por narrar sus incidencias, más aún, desde la visión de sus protagonistas, cuya falencia habría dado lugar —según el autor de esta publicación— a una distorsionada visión de SL —que lo asume como una “agrupación monolítica, sin fisuras, homogénea en el tiempo y con un rostro predominantemente andino”—, que su trabajo apunta a enmendar y que —a su juicio— halla su explicación en la limitada base empírica de las investigaciones previas.
PINTAS. Jóvenes estudian rodeados de pintas senderistas en un aula de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 1989 / Archivo: Jaime Rázuri.
Una treintena de entrevistas asisten al autor en su intento de registrar las –hasta el momento no plenamente analizadas– “múltiples voluntades” constitutivas de la organización liderada por Guzmán. De hecho, ni la trayectoria de este ni el mítico “inicio de la lucha armada” son parte de su narración, ni tampoco las punas ayacuchanas o huancavelicanas son el escenario de la acción. El traslado del campo a la ciudad, el lapso de aquel delirante “equilibrio estratégico” elucubrado por Guzmán, es el marco en que sitúa su exploración.
A ese momento nos lleva Rodolfo Asencios con miras a cumplir su objetivo principal: “deshacer” la visión del PCP-SL como un “grupo marginal extravagante, liderado por cerebros diabólicos”, que, desde las zonas andinas, habían conseguido organizar “un conjunto de cuadros que libraron y perdieron una guerra brutal”.
A ese momento nos lleva Rodolfo Asencios con miras a cumplir su objetivo principal: “deshacer” la visión del PCP-SL como un “grupo marginal extravagante, liderado por cerebros diabólicos”
EN 1991. Bandera de Sendero Luminoso sobre el techo de una de las facultades de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. / Archivo: Nancy Chappell
Su texto, por esa vía, termina siendo —más allá del tópico senderista en un sentido estricto— un análisis eficaz de un singular proceso de “radicalización juvenil”, enriquecido por el soplo vital de la fuente oral; testimonio particularmente veraz de una realidad que nadie, salvo los propios protagonistas, está en condiciones de desentrañar a cabalidad: esa singular combinación de furor combativo y “relajamiento ideológico” que caracterizaba la actuación senderista en los meses previos a la caída de Guzmán, que constituye un momento culminante, asimismo, de su transformación en una verdadera máquina de matar.
Perdidos los parámetros ideológicos y relajadas al máximo sus propias reglas de seguridad, agitaban al máximo su propia “entrega” y el mito de la “victoriosa guerra popular” para reclutar adeptos nuevos, y, creyendo ver en ella una efectiva promesa de justicia social, cientos de jóvenes urbanos —hijos de migrantes surandinos en su mayoría— habrían de sumarse a las filas de la subversión. Entre la presión represiva y la propia presión de sus dirigentes —que ofrecen una victoria tan pronta como magnífica—, se genera una alucinada dinámica que, como la “década del triunfo”, rotula la dirección.
La ciudad acorralada. Portada del libro de Dynnik Asencios que será presentado este martes
Así, desvencijado ya el férreo marco ideológico inicial de la rebelión, ahora sustituido por una especie de “política de la fantasía”, caracterizada por una dinámica hecha de rituales e inclemente “paporreteo” de cada vez más vacías consignas de combate, esta es sostenida, asimismo, por el “efecto de demostración” de una organización en supuesto ascenso, que, frente a los “revolucionarios de café” del revisionismo, representaba una “consecuencia” sin ambigüedades. Al respecto, en el espacio carcelario, encuentra el investigador el terreno propicio para verificar la cruda efectividad de esta modalidad de acción: un voluntarismo “reflexivo” y “triunfalista” de perversa potencialidad.
¿Organización política, o banda criminal? ¿Revolucionarios equivocados pero legítimos, o meros sembradores de odio y destrucción?
¿Organización política, o banda criminal? ¿Revolucionarios equivocados pero legítimos, o meros sembradores de odio y destrucción? Iluminar la conexión entre estas polarizadas imágenes quizá sea el aporte mayor del estudio que aquí presentamos, que sirve para explicar el hecho de cómo fue que un colectivo nacido bajo la invocación del “marxismo- leninismo-maoísmo” terminó siendo una especie de avanzada de la era terrorista que desde el 11 de septiembre de 2001 coadyuvó a redefinir los términos del conflicto mundial.
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