Hace unos días vi por fin El Pequeño Seductor, la película protagonizada por el cómico Miguel Barraza. No llegue a verla en el cine cuando se estrenó en febrero, pero un amigo me prestó el DVD original que hace poco salió a la venta. En la carátula del disco, debajo del título, se lee: “La sorpresa más grande viene en fracso chico”. Así como lo escribo. Dice fracso y no frasco. Hasta en ese detalle se nota el descuido y el error que significa haber hecho esta película.
El Pequeño Seductor es una comedia que no da risa y que a los diez minutos quisieras dejar de ver. Lo que viene después es una suma de situaciones que aburrirían a cualquiera. Hay errores técnicos en los cortes de edición y en el sonido, hay tomas de un balneario y de calles en la noche que sin ningún sentido sirven para dar paso a otra escena, hay caballos de paso, un momento en el que Barraza enseña a hacer cebiche y también un paseo en yate con las chicas doradas de Mauricio Diez Canseco. Está el Gordo Cassareto y otros amigos de Barraza, a los que el cómico parece estarles debiendo un favor para ponerlos allí. La película es como uno de esos videoclips de grupos de cumbia o de salsa, con escenas forzadas y mal dirigidas, y que se pasaban en la TV de los noventas. Pero con todo eso consiguió vender más de 80 mil boletos.
Una película como esta solo podría caber en la cabeza de alguien que no sabe qué es hacer cine. Alguien que piensa que el cine peruano está en un buen momento y hay que aprovecharlo de algún modo, o del modo que sea.
Esta nueva etapa del cine peruano, ya se sabe, despertó hace dos años con las cifras que consiguió ¡Asu Mare! Es cierto que la película de Carlos Alcántara no es culpable de la nefasta calidad de El Pequeño Seductor o de otra cinta que pretende seguir el mismo camino llamada Macho Peruano que se Respeta, con Carlos Vílchez. Pero el guion de “actor cómico al que le suceden cosas graciosas” se ha vuelto una fórmula, un producto de risa inmediata y fácil, que ha despertado el afán lucrativo y de exposición de quienes juegan a filmar una película y se sienten capaces de alcanzar o acercarse a un nivel parecido al de ¡Asu Mare! porque no parece muy complicado conseguirlo.
Lo mismo se repite en ¡Asu Mare! 2, que aunque cuenta con mayores recursos y un buen nivel de producción ha resultado ser un producto mediocre. Con el logro de ya haber hecho la película más taquillera de la historia del cine peruano, los responsables, pudieron hacer algo mejor, pero no ha sido así. La comedia no es para nada un género menor, pero en el Perú parece ser la manera más sencilla de conseguir pantalla. Entonces es probable que sigan apareciendo más herederos de la fórmula.
Esto también es responsabilidad de los distribuidores y exhibidores. ¿En qué país le pueden dar más salas y pantallas a una película como El Pequeño Seductor que a Boyhood, Whiplash o Birdman, últimas candidatas al Oscar? Las salas le han abierto las puertas a las películas peruanas cómicas o de terror como nunca antes, pero no sucede lo mismo con producciones nacionales de otro perfil como El Mudo, de Daniel y Diego Vega, que entre las recientes propuestas es la que más reconocimientos ha recibido en festivales internacionales, pero solo duró un par de semanas en cartelera.
En el empaque del DVD de El Pequeño Seductor se puede leer además este mensaje: “Sin duda, el lenguaje cinematográfico requiere de una historia muy bien contada, más allá de las escenas o situaciones hilarantes. Es decir, del desarrollo más profundo de la psicología de los personajes. Requiere también una dosis de compromiso emocional con el espectador, de manera que al salir se haya cubierto un amplio espectro de sentimientos: pasando por la risa, la ternura, y la melancolía”. Solo podría tratarse de sarcasmo, porque la película consigue del espectador todo lo contrario. O es solo la evidencia más clara de que quienes hacen las películas no entienden lo que son ni porqué las filmaron.
Por ejemplo, ¡Asu Mare! creo que sí entendió lo que era.
¡Asu Mare! fue ante todo un producto y como tal tenía que obtener resultados medibles, por ejemplo, en la venta de entradas. Esos números sirvieron para demostrarle a las empresas auspiciadoras que su dinero había sido bien invertido, y que sus marcas habían sido bien expuestas y vistas por tres millones de espectadores en diversas escenas, en los trailers y en los afiches. Y no fue únicamente una garantía para las empresas que se sumaron entonces, sino para los potenciales anunciantes, pues la productora Tondero salió a ofrecer a las marcas la posibilidad de participar de todas sus películas en un año y no solo de la que sonara más taquillera.
Las salas le han abierto las puertas a las películas peruanas cómicas o de terror como nunca antes, pero no sucede lo mismo con producciones nacionales de otro perfil.
Aunque no nos guste la película, nos hemos convencido de los méritos de su producción y en especial de su capacidad para atraer gente y seguir vendiendo boletos, del márketing y su efecto de crear en la gente la necesidad de ver ¡Asu Mare! 2. Un análisis más cercano a facultades de Administración y escuelas de negocios que a una valoración artística.
Es como el caso de AJE, la compañía de la familia Añaños. Son un ejemplo de emprendimiento por ser hoy la empresa peruana más global, con presencia en más de 20 países, pero cuántos que creen y dicen eso preferirían consumir su producto estrella, la Big Cola, antes que otras marcas de gaseosas. Seguramente muy pocos.
Bueno, ¡Asu Mare! es nuestra Big Cola, a falta de mejores opciones.
Entre las comedias que llegaron después, quizá solo Viejos Amigos alcanzó a ser una película simpática, pero que se quedó a medio camino. Sin embargo, se ganó a pulso y gracias a recomendaciones sus 460 mil espectadores en once semanas. Las cintas de género, después de ¡Asu Mare!, en especial las comedias y las cintas de terror, están en deuda.
Es cierto que si algo deben aprender las películas peruanas de ¡Asu Mare! y de su secuela, del trabajo de la productora Tondero en general, es aprender a vender mejor su propuesta al espectador. Pero no deberían quedarse en eso. Esto es cine y la base de todo es la historia y cómo se cuenta. Y aunque se trate de una película con la etiqueta de independiente o de autor, si es que llega a la cartelera comercial se debe entender que está allí para competir con otras películas y para que un espectador la elija entre toda la oferta. No te elijen por ser una película peruana. Si faltan recursos para una publicidad masiva, hay que ingeniárselas. Una producción barata no tiene porqué ser también barata de ideas, ni narrativas ni comerciales.
No creo que sea sostenible una industria que confía en que el éxito de taquilla de una película peruana se propague y se contagie a las que vienen después solo porque tiene que ser así. Pero sí me parece estupendo que una película peruana se estrene y arrase con la atención de la gente, y que tenga tanto poder para colmar las salas como los tanques americanos Rápidos y Furiosos 7 y Avengers: La Era de Ultrón. Solo que desearía que esa película no sea como ¡Asu Mare! 2.
En nombre de la diversidad de propuestas que se necesita para consolidar una oferta permanente de películas peruanas, las próximas cintas cómicas, de terror o de acción no deberían subestimar al espectador. Una mirada más creativa y arriesgada junto a una producción muy profesional sumarían a que el gran público no encuentre solo dos alternativas: dramas lentos y aburridos y películas de otros géneros que son más de lo mismo. A la larga, quedarse en la fórmula no aportará nada al crecimiento del negocio cinematográfico.
Para terminar, dos puntos. Si me dan a elegir entre ¡Asu Mare! 2 y tantas películas peruanas anodinas y desabridas que han ganado la subvención estatal del Conacine (ahora DAFO, Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios, del Ministerio de Cultura) me quedo con la cinta protagonizada por Carlos Alcántara. Y entiendo por qué conecta con la gente que busca masivamente reír antes que pagar por aburrirse. El otro punto es que el cine peruano más original y arriesgado casi nunca llega a los multicines. Está en documentales y ficciones, largos y cortometrajes, que circulan solo en festivales, centros culturales y otros espacios alternos de exhibición, o en Youtube. El problema es que la mayoría del público no sabe que existen.