Una sociedad abierta es una sociedad donde todo puede cambiar de posición. La revolución ocurre cuando las cosas se salen de su lugar. El poder deja de estar concentrado, las jerarquías caen y la realidad se entrevera toda. Es el autoritarismo el que entiende que las cosas son un todo autosuficiente y cerrado donde nada debe estar en revisión. En las artes ha sucedido algo así. Las fronteras entre ellas son cada vez más porosas e, inclusive, al interior de cada una todo está siempre en cuestión. El premio Nobel concedido a Bob Dylan es una de las mejores decisiones que la Academia sueca ha podido tomar en los últimos años. Es, sin duda, una decisión que contribuye a legitimar los cambios que los estudios artísticos y literarios han venido afrontando en las últimas décadas.
Este premio afirma que la discusión sobre qué es el arte y, más específicamente, sobre qué es lo literario nunca está cerrada.
Bob Dylan es el Joaquín López Antay del siglo XXI. ¿Puede el nobel de literatura ser otorgado a una obra que no es “propiamente” literaria? Sí se puede; se ha podido. ¿Puede entregársele a un personaje mucho más asociado con la cultura popular de los sesentas que con la “alta” cultura del mundo letrado? Sí se puede; se ha podido. ¿Es Bob Dylan un artista notable? Sí, lo es. Digamos que este premio premia al origen arcaico de la poesía, ese momento donde ella y las artes estaban todas mezcladas unas con otras.
Este premio afirma que la discusión sobre qué es el arte y, más específicamente, sobre qué es lo literario nunca está cerrada, pero afirma, al menos, que lo literario es algo que por principio siempre se sale de su lugar. Son los críticos (y algunos artistas) quienes han inventado para la literatura un territorio seguro y supuestamente estable. Este premio premia a los lectores, perdón a los oyentes (es la costumbre…) quienes desde niños hemos sentido profunda conmoción al escuchar estas bellísimas canciones. Lo que creemos seguro, nunca lo está. Las piedras están rodando, y están siempre cayéndose. La vida es así. Te abrazamos mucho, querido Bob.