En el contexto en que se evalua la llegada de las vacunas contra la Covid-19, un mensaje que circula en redes sociales alerta sobre supuestos daños causados por la vacunación. En ese sentido, expresamente señala: “Las vacunas según su base común de mercurio y aluminio [...] causan un sinfín de enfermedades cerebrales a corto y largo plazo”. Tras revisar estudios científicos y consultar con especialistas sobre el tema, OjoPúblico concluye que esta información es falsa.
Este mensaje adjunta un video que presenta a Lawrence Palevsky, un médico estadounidense conocido por integrar movimientos antivacunas en ese país. Con esa base, la información objeto de esta verificación figura en la siguiente transcripción:
“Este prominente científico, explica el peligro de las vacunas. [Todas dice él], según su base en común de mercurio y aluminio que tienen, [los] mismos que se alojan en el cerebro humano, y causa[n] un sinfín de enfermedades cerebrales a corto y largo plazo, incluido hasta el alzheimer, después de más de 50 años de aplicada la vacuna. Escuchen al experto”.
En realidad, la seguridad de las vacunas ha sido acreditada por los principales centros médicos de referencia internacional.
En el 2019, el portal Vaccines.gov, un sitio web del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, precisó que las vacunas son seguras y eficaces. Antes de aplicarse a millones de personas sanas, para prevenir enfermedades graves, son puestas a prueba bajo altos estándares de seguridad por instituciones como la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Un reporte del Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés), la entidad de prestaciones sanitarias públicas del Reino Unido, publicado el 2019, indica que las vacunas contienen cantidades mínimas de aluminio, aceite de escualeno, gelatina de cerdo, albúmina recombinante, proteína de huevo, formaldehído y antibióticos. "No hay evidencia de que alguno [de estos componentes] cause daño cuando se usa en cantidades tan pequeñas", menciona la entidad estatal en su sitio web oficial.
El NHS sostiene que el aluminio es un componente de metal que es usado en las vacunas, en cantidades pequeñas, desde hace más de 70 años. En ese contexto, la entidad acota que no se han observado efectos nocivos. Este ingrediente sirve como adyuvante para estimular la respuesta inmunológica, hacer que la vacuna sea más eficaz y duradera. “No hay evidencia de que los niveles de aluminio que encontramos todos los días aumentan el riesgo de enfermedades como la demencia o el autismo”, asegura el NHS.
El aluminio se encuentra de manera natural y en pequeñas cantidades incluso en el agua potable, en la leche de fórmula para bebés y en medicamentos (antiácidos) o envases de alimentos. Esto no constituye un problema contra la salud, porque se elimina gradualmente por la orina, según informa el NHS.
Consultado para esta verificación, el inmunólogo Juan More, investigador de la Universidad Nacional Mayor de San Mayor (UNMSM), precisó a OjoPúblico que no existe evidencia de que el aluminio o los adyuvantes de las vacunas hayan generado un perjuicio. Simplemente, su función es generar una respuesta local en el sitio de inyección.
“No es que [el aluminio y el mercurio] se localicen en el cerebro. Cuando uno hace una inoculación en un lugar determinado, el componente se queda en ese lugar, es local. No es que la molécula se disemine al cerebro, no funciona así”, señalo el doctor More.
Anteriormente, el medio de verificación Health Feedback (HF), que reúne a científicos y médicos de distintos países, coincidió en descartar esta versión. Para ello, entrevistó al médico Abraham Al-Ahmad, profesor asistente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad Tecnológica de Texas, quien dijo que las micropartículas de aluminio que están contenidas en las vacunas miden entre 1 a 10 micrómetros, y por tanto, “son demasiado grandes para cruzar las barreras celulares, especialmente la barrera hematoencefálica”.
De otro lado, hay estudios científicos que descartan la asociación entre la enfermedad de Alzheimer y las vacunas. En el artículo científico ‘Exposición pasada a vacunas y riesgo posterior de enfermedad de Alzheimer’, un grupo de científicos de la Unidad de Investigación Geriátrica de la Universidad Laval (Canadá), analizó a más de 3 mil personas de 65 años de edad o más. De ese total, solo 183 personas tenían un diagnóstico probable.
"Según este análisis de datos de un estudio longitudinal a gran escala de ancianos canadienses, la vacunación contra la difteria o el tétano, la poliomielitis o la influenza se asoció con un menor riesgo de enfermedad de Alzheimer que la falta de vacunación", se lee en las conclusiones del artículo.
En el artículo se menciona que la comunidad científica aún no encuentra una causa específica del Alzheimer, pero es probable que influyan factores como los genéticos, ambientales y los estilos de vida.
Desde 1970, han surgido especulaciones sobre los eventos adversos de las vacunas ya sea porque supuestamente causan la enfermedad de Alzheimer, autismo, retraso mental o epilepsia. En el estudio "El mito urbano de la asociación entre trastornos neurológicos y vacunaciones”, publicado en la revista médica journal of Preventive Medicine and Hygiene, los investigadores de la Universidad de Génova, en Italia, realizaron una revisión de la evidencia en torno a los vínculos de las vacunas y daños neurológicos.
Una de las versiones sin sustento radica en que las vacunas están asociadas al trastorno del espectro autista (TEA). Este mito surgió por una publicación en la revista The Lancet en 1998, en la que se planteó que la aplicación de la vacuna triple vírica (papera, sarampión y rubéola) estaba directamente relacionada a esta enfermedad. El estudio fue finalmente retirado en el año 2010 por errores en su ejecución.
Un año después, un artículo editorial del British Medical Journal señaló que esta relación "no se basó en mala ciencia sino en un fraude deliberado".
Por otro lado, los investigadores de la Universidad Laval en Canadá, apuntaron algunas de las limitaciones del estudio difundido en The Lancet:
-Examinaron a un total de doce niños. Solo uno tenía autismo.
-Cinco de los niños tenían dificultades de desarrollo antes de la vacunación, aunque el artículo afirmaba que todos gozaban de buena salud.
En un reporte de noviembre del 2019, la Organización Mundial de la Salud detalla que, tras un análisis de la evidencia científica disponible, no hay una asociación entre las enfermedades cerebrales y las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubéola y el TEA. Los estudios previos que apuntaban a un vínculo tenían varios errores metodológicos.
“Además, no hay evidencia que sugiera que cualquier otra vacuna infantil pueda aumentar el riesgo de TEA. Una revisión de la evidencia de una posible asociación entre los adyuvantes de aluminio contenidos en las vacunas inactivadas y el riesgo de TEA indica claramente que las vacunas no aumentan el riesgo de TEA”, se lee en el portal web de la OMS.
De otro lado, existe otro mito acerca de la asociación de las vacunas y la encefalomielitis aguda diseminada, un trastorno neurológico que genera una inflamación en el cerebro y la médula espinal.
Según el estudio sobre los mitos de las vacunas, mencionado en líneas anteriores, el uso elevado de dosis en las antiguas vacunas contra la rabia en el pasado generó suspicacias por sus efectos perjudiciales para la salud.
“Sin embargo, estas vacunas no se han utilizado en los países industrializados desde la década de 1970, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) las prohibió de manera efectiva en 1992. La incidencia de eventos adversos graves neurológicos después de la administración de la vacuna contra la rabia varió ampliamente: de 1 por 230 a 1 por 6.000 vacunaciones”.
Un componente común de las vacunas también es el timerosal, un compuesto etil del mercurio que se utiliza en la producción de vacunas para inactivar organismos o toxinas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) precisa que “apoya el uso continuado de tiomersal como agente inactivante y conservante de las vacunas”. Esto se basa en razones fundamentadas:
-La revisión del Comité Asesor Mundial sobre Seguridad de las Vacunas de la OMS, sobre los nuevos estudios relacionados a la seguridad del tiomersal en las vacunas por más de una década, “no ha proporcionado ninguna evidencia que sugiera un posible peligro para la salud con las cantidades de timerosal que se utilizan actualmente en las vacunas”.
Alfonso Zavaleta, doctor en farmacología y docente de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, señaló a OjoPúblico que los temores sobre las vacunas en el país se remontan hasta hace más una década, cuando surgió un mito acerca de que las vacunas con timerosal causan autismo.
“Las vacunas pueden tener, como cualquier medicamento, reacciones adversas. Pueden ser dadas en un órgano como la piel o los riñones. Son reacciones que se evalúan y son muy raras. Pero el riesgo de sufrir una enfermedad y morir es mucho más alto en los no vacunados que en los vacunados”, apuntó el doctor Zavaleta.
En función a lo expuesto, OjoPúblico concluye que la información que circula en redes sociales acerca de que las vacunas causan enfermedades cerebrales es falsa.