MIGRACIÓN. El estudio profundiza en las causas de la percepción negativa sobre los migrantes.
“Que se los lleven a todos de regreso a su país, para mí no hay otra solución. Yo soy bien tajante en ese tema, como te digo, yo soy alérgica a los venezolanos. Que Dios me perdone, pero dudo mucho que algún día pueda aceptar recibirlos con los brazos abiertos”. Este es el testimonio de Margot (1), chiclayana de 44 años, madre de dos niños pequeños, que refleja el sentir de muchos peruanos hacia la población venezolana que vive en el país.
Perú es el segundo país de Latinoamérica con la mayor cantidad de inmigrantes venezolanos, después de Colombia. Según cifras oficiales del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Superintendencia Nacional de Migraciones del Perú, entre los años 2019 y 2021, en el territorio nacional se incrementó considerablemente el número de inmigrantes venezolanos, pasando de tener un total de 863.613 en 2019 a más de un millón a finales del 2021 (2). En ese sentido, es posible que este hecho haya afianzado las actitudes de rechazo, especialmente en un contexto de crisis económica y social como el de la Covid-19.
[Es] un discurso cargado de hostilidad que dificulta una mayor integración entre peruanos y venezolanos.
Sin embargo, no solo el aumento de esta población habría traído problemas en la relación entre peruanos y venezolanos: más que la “cantidad”, la “calidad” de los migrantes es seriamente cuestionada por los nacionales, que los perciben como personas aprovechadoras, escandalosas, e incluso, criminales.
¿Pero qué hay detrás de esta imagen negativa presente en las representaciones de los peruanos? ¿Es posible hablar de xenofobia? ¿Somos acaso una sociedad altamente xenófoba? Para responder a algunas de estas interrogantes, se realizó un estudio (3) que ahonda en las percepciones de la opinión pública nacional respecto a la migración venezolana y, en particular, en los motivos que generan mayor rechazo hacia esta población. Pero en principio, conviene aclarar previamente a qué nos referimos cuando hablamos de xenofobia.
El investigador español Juan Díez Nicolás (4) define xenofobia como las actitudes y/o comportamientos relativos a la exclusión social de los extranjeros. La xenofobia equivale a un tipo de discriminación, basada en la nacionalidad de las personas. Se acompaña, además, de sentimientos de rechazo, odio y hostilidad hacia las personas extranjeras. En este caso, solo se hará hincapié en la actitud xenófoba de los peruanos hacía los migrantes venezolanos a partir de los resultados de la encuesta (5) realizada para este estudio, los cuales brindan algunas luces sobre qué tan xenófobos somos los peruanos con relación a la población venezolana.
La medida de xenofobia utilizada en este estudio arroja que un 16% aprueba que aumente la cantidad de venezolanos en su distrito, mientras que un mayoritario 79% lo desaprueba y 5% no sabe o no precisa una respuesta. Es decir, 8 de cada 10 encuestados están en contra de una mayor presencia de venezolanos en su círculo más inmediato. Este nivel de desaprobación es mayor en el ámbito rural (87%), entre las mujeres (82%), las personas de 40 años a más (84%), aquellos que actualmente no trabajan (82%), quienes cuentan solo con educación básica (84%) y personas de nivel socioeconómico C (80%) y D/E (84%).
De manera complementaria, cuando se pide a los encuestados que califiquen el nivel de simpatía que sienten hacia las personas venezolanas en una escala de 0 a 10, donde 0 es “ninguna simpatía” y 10 “mucha simpatía”, un 23% (casi la cuarta parte de los encuestados) se coloca en el extremo más bajo de la escala (puntaje 0). Al agrupar los puntajes más bajos (de 0 a 4), suman un importante 45%, que representa a los encuestados que menos simpatizan con los venezolanos. ¿Y quiénes conforman este grupo? Prácticamente es el mismo perfil sociodemográfico descrito en la variable xenofobia, pero se añade además a las personas que residen en el centro, sur y oriente del país.
A estos indicadores, se le suman hallazgos como el que a un tercio de la muestra (33%) le molestaría mucho o algo tener como vecinos a personas venezolanas; o el que solo un 31% estaría muy o algo dispuesto a contratar a una persona venezolana si tuviera un negocio o empresa, frente a un 66% que no estaría dispuesto. Además, un 45% señala que le preocuparía mucho o algo que un hijo o una hija suya se casara con una persona venezolana. La misma Margot (6) da una respuesta dura frente a esta posibilidad: “¿Que mi hijo se case con una venezolana? ¡Santo Dios bendito!, que la boca se te haga chicharrón”.
A estas alturas, podríamos inferir que hay un nivel elevado de xenofobia en los peruanos. ¿Pero qué la origina? La literatura sobre el tema alude a diversos determinantes que se han estudiado y que impactan en una mayor actitud xenófoba. Algunos de estos son la percepción de criminalidad del migrante, la percepción de competencia laboral, la sobrecarga de los servicios públicos, entre otros. Pero, además, este rechazo hacia la población venezolana parece ligado en buena medida a las características atribuidas a los hombres y mujeres migrantes. Esto pudo notarse especialmente durante las entrevistas realizadas precisamente a las personas cuyos niveles de xenofobia se encontraban por encima del promedio nacional.
El Plan Nacional de DDHH debería considerar a los venezolanos como un grupo propenso a ser víctima de xenofobia.
Sobre la base de su experiencia directa o por lo visto en medios informativos, en el discurso de los entrevistados, las personas venezolanas son percibidas como impulsivas, irrespetuosas, malcriadas, agresivas y escandalosas. De hecho, se les considera en su mayoría personas ociosas, a las que les gusta la vida fácil y que buscan sacar provecho de la situación siempre que les sea posible. Este podría considerarse el estereotipo del venezolano (a) que ha migrado al Perú. Algunos incluso los describen como carentes de educación y/o de valores que los hacen ser gente de mal vivir y posibles candidatos a delinquir.
Resulta interesante notar las diferencias que los encuestados hacen respecto a los hombres y las mujeres venezolanas, pues se identifican marcados estereotipos de género. Mientras a los hombres se los caracteriza con una presunta personalidad agresiva, las mujeres venezolanas son hipersexualizadas, especialmente por las entrevistadas, quienes las consideran mujeres aprovechadoras, que sacan partido de su apariencia física y de su carácter coqueto para embaucar a los hombres peruanos. La prostitución es fuertemente señalada como un problema que se ha acentuado en los últimos años como consecuencia de la migración venezolana, frente a la inacción percibida de las autoridades.
Esta visión coincide con la percepción generalizada de que la mayor parte de migrantes son personas que han venido a hacer daño y a malograr el país, es decir, a empeorar los problemas que ya existían. Más allá de representar una carga económica, es notoria la incomodidad de los entrevistados con la presencia de venezolanos en las zonas donde viven o cerca de donde viven, pues, en su opinión, ha convertido dichos barrios en lugares inseguros, donde reina la delincuencia, el bullicio y la drogadicción.
“La gente que ha venido no son gente positiva, sino son, de manera grotesca se lo voy a decir, son la escoria que han dejado, que ya no ha querido mantener más Venezuela. Entonces, ¿qué les ha tocado? Les ha tocado emigrar”. Beatriz, limeña de 33 años, resume así su percepción de quién es el migrante venezolano que vive en el país. Un discurso cargado de hostilidad que resulta preocupante y que deja en evidencia las diferencias culturales que dificultarían una mayor integración entre peruanos y venezolanos.
¿Qué podemos hacer para reducir la xenofobia? No es una tarea sencilla, pero de cara a lograr una mayor integración de la población venezolana, es importante trabajar en políticas públicas que contribuyan a la reducción de los prejuicios hacia las personas de esa nacionalidad. Por ejemplo, en la siguiente versión del Plan Nacional de Derechos Humanos (7), se debería considerar a los extranjeros no solo como población vulnerable (en términos de acceso a salud y educación), sino como un grupo propenso a ser víctima de episodios de discriminación y xenofobia. Del mismo modo, tomando en cuenta que la discriminación es un delito, invertir en capacitaciones a policías, fiscales y defensores públicos en temas relacionados a migrantes, derechos humanos y no discriminación podría resultar una estrategia útil; así como enfocar políticas en zonas de mayor concentración migrante donde la xenofobia probablemente esté más acentuada dada la proximidad entre peruanos y venezolanos.
En general, debería existir un trabajo articulado entre el Estado, las organizaciones que trabajan temas migratorios y los medios de comunicación, ya que estos últimos podrían ayudar a revertir la incorrecta percepción de asociación entre el aumento de la criminalidad y los migrantes venezolanos. Por ello, es clave plantear capacitaciones a la prensa en materia de derechos humanos, migración y formas adecuadas de comunicar la situación de la población migrante en el país.
Se deben gestionar campañas que busquen derribar los estereotipos sobre las mujeres venezolanas.
Asimismo, se deben gestionar campañas dirigidas a la opinión pública que busquen derribar los estereotipos negativos que enmarcan a las mujeres venezolanas y las vuelven más propensas a ser víctimas de xenofobia. Ejemplos como Somos Panas (8) (Colombia) o Abrazos que unen (9) (Ecuador) han contribuido a sensibilizar a la población en tanto enfatizan los aspectos positivos de la migración e intentan generar una mayor empatía con la población venezolana. Somos Panas promueve especialmente la inclusión en el entorno escolar.
“Se creen un poco superior a nosotros. Dicen que allá tenían esto, que allá tenían lo otro. Como te digo, siempre menospreciando un poco al peruano, se puede decir, y eso un poquito que no me gustó”. Walter, arequipeño de 45 años, justifica así por qué no termina de empatizar con las personas venezolanas. Similar es lo que comenta Pamela, trujillana de 36 años, quien señala que “ellos (los venezolanos) han venido con ganas de, como decir: “acá hay plata, de una u otra forma a estos sonsonazos (de los peruanos) los cogemos”. Y, pues, somos sus títeres. Sinceramente, eso es lo que yo puedo percibir”. Desde esta perspectiva, molesta que los venezolanos se sientan superiores a los peruanos y que de alguna forma se perciba que se aprovechen de ellos. Es como si los venezolanos tuvieran que agachar la cabeza como alguna vez lo hicieron los peruanos cuando, hace no muchos años atrás, tuvieron que migrar masivamente en búsqueda de un futuro mejor.
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