PÉRDIDAS. El peor repliegue en América Latina ocurre en los glaciares de los Andes. El país más afectado es el Perú.
Cuando Louis Lliboutry, físico y glaciólogo francés, viajó a Chile en la década de 1950 poco se hablaba en el mundo sobre la crisis climática. Setenta años después, el panorama es distinto: el incremento de la temperatura y la sobre explotación de recursos amenaza al planeta. Solo en los últimos seis años, según el catastro de glaciares realizado por la Dirección General de Aguas, la superficie de los glaciares en Chile se redujo en un 7,8%. También en los andes, en Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, los glaciares tropicales retroceden. En los últimos 30 años se han reducido en un 42%, lo que amenaza las reservas de agua en las ciudades que dependen de estos.
Los glaciares, además de amortiguar las alzas de temperaturas del planeta, aportan de distintas formas a sus ecosistemas. Muchos contribuyen incluso a los caudales de los ríos que proveen de agua a la población, tanto para su consumo como para la agricultura.
El peor repliegue en Sudamérica ocurre en los glaciares de los Andes. Una reciente investigación realizada entre el Instituto del Bien Común (Perú), Fundación Amigos de la Naturaleza (Bolivia), Fundación EcoCiencia (Ecuador) e Imazon (Brasil), que utilizó imágenes aéreas para obtener una mirada histórica sobre la superficie de estos glaciares, estima que los glaciares tropicales se han reducido en un 42,6% en Bolivia, un 41,19% en Perú y un 36,3% en Ecuador.
El Perú ha perdido desde 1990 casi 700 km2 de glaciares. En 1990 las imágenes del Landsat mostraban que tenía más de 1.700 km2 de superficie y en 2020 supera por poco los 1.000 km2. En ese mismo período, Bolivia pasó de tener casi 500 km2 de glaciares a solo 286 km2.
“El Landsat ha estado recuperando información por muchísimos años y ahora, con los procesos computacionales y algoritmos de clasificación semiautomáticos, podemos transformar esas imágenes en mapas que nos permiten entender las extensiones de los glaciares”, dice a OjoPúblico María Olga Borja, analista de sensores remotos de Fundación EcoCiencia y de MapBiomas en Amazonía de Ecuador.
Los cuerpos de hielo más afectados proporcionalmente han sido Bolivia, Perú y Ecuador, que tienen más del 90% del total de glaciares tropicales andinos. “Hicimos un seguimiento año a año con el objetivo de estimar y, de algún modo, reconstruir tanto espacialmente e históricamente las extensiones anuales de los glaciares andinos”, complementa Borja, que participó en la coordinación del proyecto.
CAMBIOS EN LOS ECOSISTEMAS. Debido a la fuerte disminución de los glaciares, han surgido piscinas y otros cambios en los alrededores de los glaciares.
Foto: Inaigem.
La mayor amenaza de los glaciares es el incremento de la temperatura. Un análisis realizado por el Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, señala que entre 1980 y 2021 hubo un alza mayor a 1°C –en promedio– de la temperatura de la Tierra. La crisis climática se expresa también a través de una cada vez mayor lista de ciudades que se declaran en “emergencia hídrica” o “estado de catástrofe” por las continuas sequías.
Y si bien, el aporte de agua de los glaciares hacia los ríos solía darse sobre todo durante los meses de verano, en la actualidad, con el acelerado incremento de los deshielos, estos flujos mantienen los caudales subterráneos y de superficie durante casi todo el año.
Los glaciares tropicales se han reducido en un 42,6% en Bolivia, un 41,19% en Perú y un 36,3% en Ecuador.
Marius Schaefer, investigador de la Universidad Austral de Chile, explica que "los glaciares forman y moldean paisajes, contienen registros del clima del pasado (hasta un millón de años atrás en la Antártica), almacenan agua dulce y, lo más importante en este momento para algunas zonas, regulan el ciclo del agua”.
De la misma forma que uno puede ver la vida en un árbol por sus anillos de crecimiento, el glaciar registra en sus capas los cambios que tuvo la tierra. Algo muy importante, comenta Juan Carlos Torres Lázaro, subdirector de Riesgos Asociados a Glaciares del Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña del Perú (Inaigem): “Los glaciares son un ecosistema por sí mismos. Son muy sensibles a los cambios de temperatura y por eso han sido los principales termómetros de los efectos del cambio climático a nivel global”.
Según el Banco Mundial, Lima es la segunda gran ciudad del mundo construida en un desierto, y solo cuenta con tres ríos de los Andes para abastecer sus más de 11 millones de habitantes de agua potable: el Rímac, Chillón, y Lurín, los que son sostenidos en gran parte con el agua que se derrite de Los Andes. Juan Carlos Torres Lázaro, del Inaigem, dice que debido a que gran parte de la población de Perú vive en las costas del país, el estrés hídrico aumenta: “El principal rol de estos glaciares (tropicales) es proveer de agua a la costa del Perú”.
En los últimos 30 años, los glaciares tropicales de Los Andes promedian 28,4 kilómetros de retroceso cada año.
Las precipitaciones tampoco han ayudado y existe un alto déficit fluvial en el continente. Algo que, para el físico alemán de la Universidad Austral, Marius Schaefer, es una parte muy importante para la conservación de los glaciares: “Lo que un glaciar puede perder durante el verano, sin reducir su masa y extensión, depende crucialmente de cuanta nieve le caiga en el invierno. Este es el gran problema de ahora con la mega sequía”, dijo a OjoPúblico.
Por su parte, Wilson Suárez Alayza, doctor en ciencias del agua e investigador de la criósfera del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi) acota que el principal problema es la falta de precipitación en nieve: “En términos generales, las precipitaciones no están cambiando, pero donde antes nevaba hoy llueve líquido, lo que ha acelerado el proceso de derretimiento, porque el glaciar recibe más energía que ayuda su reducción”, dijo a OjoPúblico.
Es eso lo que activa también el ritmo de pérdida, especialmente en los glaciares tropicales que ya promedia los 28,4 kilómetros de retroceso por año (durante los últimos 30 años). Por ahora, los más afectados son los que están a menos de 5.000 metros del nivel del mar. Estos últimos perdieron el 80,25% de su área durante el período investigado. Aunque la rapidez va a depender mucho de otras variables, como la masa de hielo.
“Cuando había una gran extensión de glaciares, la pérdida iba a tener esa misma magnitud. A medida que los glaciares se han hecho más pequeños, hay menos que perder. Esa pérdida se va acomodando y su reducción se va aminorando”, dice a OjoPúblico María Olga Borja, de EcoCiencia.
El catastro de glaciares en Sudamérica
Varios países de la región han comenzado a realizar catastros de glaciares. Chile, por ejemplo, hizo su primer informe de estas características en 2014, mientras que Argentina lo hizo en 2018.
Ambas naciones, según el Inventario de Glaciares Randolph (RGI Consortium 2017, IPCC), ocupan el séptimo lugar del mundo por superficie cubierta por glaciares. Chile dice tener 26.169 glaciares, abarcando un área de 21.009,8 km2, lo que equivale al 2,8% de su territorio nacional (excluyendo la Antártica chilena), con un volumen de hielo estimado de 2.710,7 km3 y su equivalente en agua en 2.301,5 km3.
Mientras que Argentina asegura que tiene 16.968 cuerpos de hielo que ocupan una superficie de 8.484 km2. En su mayoría, se trata de un tipo de glaciares rocoso o montañoso de no tanta altitud, incluso con la inclusión de campos de hielo.
UN CAMBIO TOTAL. En la imagen se puede ver el panorama del glaciar Universidad en Chile, entre 1944 y 2016 con sus puntos de referencia.
Foto: Gobierno de Chile
Estos países también cuentan con glaciares tropicales de los Andes, pero en cantidades muy por debajo de Perú y Bolivia. En su último inventario de glaciares y lagunas, Perú identifica 2.679 glaciares con una superficie de 1.298 km2. Es el mayor en la Cordillera Blanca, con más de 520 km2 de superficie. El estudio realizado por EcoCiencia muestra que Perú es el que más superficie de glaciares perdió en los últimos 30 años: de 1.743 km2 en 1990 a 1.025 en 2020. Esto es casi 200 km2 menos que la última revisión hecha por el Estado peruano. Su mayor disminución fue de 2019 a 2020 con 116 km2.
Tanto Ecuador, Colombia y Venezuela cuentan con un espacio reducido de glaciares tropicales. Los expertos dicen que el fin de estos es inevitable. En el caso venezolano el último glaciar en pie es el Humboldt de la Sierra Nevada de Mérida, que según los últimos reportes hoy tiene un tamaño de 0,1 km2. Un informe de la Academia de Mérida de abril de este año, asegura que Venezuela se transformará en la primera nación post-glacial del mundo (un país que tuvo glaciales y ya no le queda ninguno).
Riesgos a la población
Los glaciares en Sudamérica han permitido tener mayor resiliencia en períodos de sequía por décadas. Los deshielos, el aumento de los meses secos y la baja precipitación han empezado a repercutir directamente en la población, quienes se benefician de este recurso. Pero al mismo tiempo, los aludes y aluviones constituyen un riesgo por el ritmo del deshielo, porque las laderas donde se apoya el hielo se vuelven inestables, generando estos peligros.
“Uno de los cambios más evidentes es el crecimiento de ciertos cuerpos de agua como lagos y lagunas, eso no va a ocurrir por mucho tiempo más, porque los glaciares alcanzarán un punto de inflexión y esta sensación de abundancia desaparecerá”, dice a OjoPúblico, María Olga Borja, analista de sensores remotos de Fundación EcoCiencia y coordinadora del proyecto MapBiomas en Amazonía de Ecuador.
En Chile se han registrado varias veces el desbordamiento de agua o acumulación de esta en algunos sectores donde no hubo antes un lago. Un estudio de principios de 2019 graficó este tipo de fenómenos con lo que sucedió en diciembre de 2015 en Valle del Chileno, en la Patagonia chilena. Una inundación que se prolongó durante unos ocho días.
La secuencia de eventos fue la siguiente: Un gran flujo de escombros entró en el lago desde dos barrancos montañosos escarpados y sin vegetación, situados al noreste de la terminación del glaciar chileno. El agua fue desplazada en el lago por el flujo de escombros, que a la vez aumentó la descarga del desagüe del lago Chileno. Los sedimentos del lago y de la montaña fueron erosionados por la inundación y fluyeron río abajo a la población.
Pablo Iribarren, investigador y profesor del Instituto de Ciencias de la Tierra de la Universidad Austral de Chile, informa que están empezando a realizar un estudio para generar un catastro de estas lagunas nacidas de los glaciares y poder cuantificar el peligro que este puede traer a la población del alrededor.
SE DERRITEN MÁS RÁPIDO. Uno de los mayores problemas es el incremento de la temperatura, que acelera el proceso de reducción del glaciar.
Foto: Nasa
“La idea es tener sistemas de alerta temprana, midiendo el nivel de los lagos y ríos para avisar cuando se supere cierto umbral. En Perú se han hecho trabajos para manejar estas lagunas a través de túneles, para bajar el nivel de agua y así son menos susceptibles de tener una tragedia. Pero para eso necesitamos saber dónde están”, dice Pablo Iribarren.
También agrega que “hay un interés del Estado para estudiar estos elementos del paisaje y para proyectarlo también sobre el uso que le vamos a dar a estos recursos en el futuro. La disponibilidad de agua para la agricultura, la industria o para la generación de energía hidroeléctrica. Entonces, creo que se le está dando ahora el peso que necesitan los glaciares”.
En esa misma línea, Wilson Suárez Alayza, del Senamhi de Perú, cree inevitable el fin de los glaciares. La historia muestra que “ya pasamos por tiempos similares y logramos sobrevivir. Es probable que nos tengamos que adaptar a vivir eventualmente sin los glaciares, pero si hay algo que está probado es que podemos aclimatarnos a las distintas condiciones que nos entrega el planeta”.