RIESGOS. Aunque es un personaje mítico, como fenómeno social y tema que motiva acciones de defensa, el "pelacaras" es una realidad social.
Los rumores sobre los pelacaras —unos personajes foráneos con fama de despiadados— empezaron poco después de una reunión convocada por el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) en una comunidad del alto Ucayali, en la Amazonía peruana. Decían que varias personas habían visto a dos “gringos” con aspecto sospechoso.
Por entonces, realizaba mi primer trabajo como antropólogo en una comunidad ashéninka. Era el 2012 y, junto a una colega, estábamos haciendo un estudio sobre desarrollo infantil de niños y niñas menores de tres años. Ambos teníamos tez y cabellos más claros que nuestros anfitriones indígenas. Naturalmente, nos preocupaba que nos vieran como pelacaras.
Pronto, llegaron más rumores que aseguraban que estos personajes estaban en la misma comunidad en la que realizábamos el estudio. Se decía que los supuestos pelacaras estaban escogiendo niños para pelar la piel de sus rostros y quitarles la grasa del cuerpo.
Obviamente, nosotros no pelamos ninguna cara, ni extrajimos la grasa corporal de nadie. Sin embargo, los rumores y miradas de desconfianza penetraron tanto en la comunidad que tuvimos que explicar, reiteradamente, lo que hacíamos. No solo eso: debimos demostrar y tener acompañantes que verificaran que, en efecto, no éramos pelacaras.
El pelacaras es un ser mítico. Sin embargo, en diversas comunidades motiva acciones de defensa".
Esta experiencia personal se inscribe en una historia larga, de siglos de dolor y explotación, en la que comuneros y comuneras indígenas han hablado, temido y atacado a supuestos pelacaras, tanto en la selva como en la sierra.
Este año, los rumores vinculados a personajes extraños han reaparecido con fuerza en la Amazonía. El caso que más ha llamado la atención es el de la comunidad Ikitu, en el río Nanay, región Loreto.
Desde allí, primero, surgieron noticias de supuestos extraterrestres. Poco después, la Fiscalía explicó que un grupo de mineros ilegales —dedicados a la extracción de oro por medio de dragas en los ríos de la zona— se habían disfrazado y, con ayuda de equipos tecnológicos, estaban atemorizando a los indígenas para generar caos y, así, continuar con sus actividades ilegales.
Sin embargo, este no es el único caso en el que se ha reportado la aparición de foráneos atípicos. Lo mismo ocurrió en Ucayali y, más recientemente, en comunidades awajún de la región Amazonas. En este último lugar, los testimonios describen a pelacaras de Condorcanqui, como personas con trajes similares a los de un astronauta.
Estos personajes foráneos son considerados peligrosos para las comunidades y, sobre todo, para niñas y niños".
También mencionan la presencia de muchos “gringos” —no awajún—, que han sido vistos caminando en las chacras e, incluso, en las comunidades. Puntualmente, estos avistamientos han sido reportados en las comunidades de Wawaim, en el anexo Kayamás, y en Huampami, la capital de El Cenepa.
Además, en el sector del distrito de Santa María de Nieva —la capital de Condorcanqui—, un comunero al que llamaré Miguel, fue interceptado por un pelacaras muy blanco durante la noche, que lo apuntó con una linterna. Miguel respondió con un disparo, aunque sin la puntería necesaria para alcanzarlo.
Asimismo, en las comunidades Ebron, Tampe, Shushug, Chinim, en la Curva del cercado Nieva, en la parcela del extinto Santiago Manuin y en Santa Rosa de Pagkintsa, varias personas han indicado que, durante sus rondas de vigilancia, han sido blanco de disparos por parte de los supuestos pelacaras.
La arremetida contra estos personajes también ha sido con disparos de escopetas de parte de comuneros, lo cual abre la posibilidad a eventuales homicidios en un contexto de crisis colectiva, paranoia, potenciales psicosociales y escalada de la violencia.
La historia y los temores
En términos muy simples, los pelacaras suelen ser varones, extranjeros, conocidos localmente como “gringos”. Se los considera peligrosos para las comunidades y, especialmente, para los niños y niñas. Hay numerosos estudios académicos que explican la historia y analizan casos donde aparecieron rumores sobre estos personajes.
Aunque es considerado un ser mítico, se debe tener presente que, como fenómeno social y tema de conversación —que motiva acciones de defensa o protección—, el pelacaras es una realidad social: una persona acusada de serlo puede llegar, incluso, a ser asesinada.
Uno de los momentos históricos en los que surgieron y se intensificaron las preocupaciones y miedos a estos personajes fue en la época del caucho.
Como las y los ciudadanos amazónicos recuerdan bien, en esta economía de fines del siglo XIX e inicio del siglo XX, los caucheros —normalmente blancos, fácilmente considerados “gringos”— cometieron crímenes que van, desde el asesinato y la esclavitud, hasta la tortura, por mencionar solo algunas de las prácticas inhumanas que tuvieron con los indígenas.
CICLO. Tras los casos de Loreto y Ucayali, los rumores se han replicado en las comunidades awajún de la región Amazonas.
Foto: OjoPúblico / Leslie Searles
En las memorias de los pueblos amazónicos —que niñas y niños siguen escuchando y aprendiendo— destaca la diferencia de poder entre blancos e indígenas, la explotación de los recursos, la extracción del valor del trabajo y las huellas históricas de las violaciones sexuales, entre otros hechos traumáticos.
En esa época, Loreto fue uno de los lugares de la Amazonía peruana en los que el término pelacaras surgió y donde este personaje despiadado, explotador y capaz de extraer los rostros —expresión material fundamental de la esencia humana— y la grasa —forma simbólica del trabajo— se popularizó.
Entre los pueblos indígenas, los relatos son una forma muy común para recordar eventos así de dolorosos, de manera colectiva. En estas narraciones, que son transmitidas a los hijos y nietos, suelen aparecer personajes como el pelacaras.
En ese contexto, dichos personajes pueden protagonizar situaciones de abuso a los indígenas o estar relacionados a la presencia de personas foráneas en sus comunidades. Los ciclos se repiten: cuando los rumores corren, los miedos se intensifican, la alerta precede a las medidas de protección y, con frecuencia, en las comunidades alistan sus escopetas.
Un pelacaras se vive como un peligro mortal y, ante ello, hay que tomar medidas extraordinarias en las comunidades. Mientras eso ocurre, como pasó en el río Nanay hace menos de un mes, los mineros ilegales aprovecharon para continuar extrayendo oro, a pesar de la oposición de comuneros y algunas autoridades.
Los nuevos pelacaras del territorio awajún
En Condorcanqui —uno de los lugares de los que he recibido numerosas comunicaciones recientes sobre la aparición de pelacaras— la presencia de estos personajes, normalmente, ocurre en las noches. Las comunidades donde hubo avistamientos describen que también vieron luces de drones sobrevolando las chacras comunales, numerosas linternas y ruidos de caminantes.
Las hipótesis sobre la identidad de estos personajes, que esconden a personas de carne y hueso, deben ser materia de investigación. Por lo pronto, a partir de lo que han reportado las comunidades awajún, las identidades presumibles son varias.
Una de esas posibilidades está vinculada a mineros ilegales y narcotraficantes. Estos últimos actores —que cultivan y procesan coca y amapola y, luego, las transportan por territorio awajún— podrían haberse inspirado en la estrategia empleada en el río Nanay.
La presencia de drones en la zona también podría relacionarse a actividades de inteligencia que, con frecuencia, realizan las instituciones del Estado para combatir cultivos orientados a la producción de drogas. Sin embargo, es notable que estas acciones, realizadas inconsultamente, puedan contribuir al pánico y crear escenarios potencialmente fatales.
Cuando los rumores corren, los miedos se intensifican y, con frecuencia, en las comunidades alistan sus escopetas".
Otra posible causa son los psicosociales, ampliamente usados en la historia de nuestro país, como podemos recordar de la época del fujimorato. En otras palabras, cuando actores —como el Gobierno, empresarios, mineros ilegales, narcotraficantes, entre otros— difunden rumores para generar conmoción en las comunidades con un interés oculto: distraer a la población y obtener beneficios particulares.
En este caso, políticos locales podrían estar interesados en distraer las miradas fiscalizadoras de los awajún sobre presumibles actos de corrupción, tan frecuentemente denunciados en la jurisdicción.
Por último, hay que tener en cuenta que PetroPerú ha reportado un nuevo derrame de petróleo en Condorcanqui, que atribuye a un corte del oleoducto a causa humana. Dispersar la atención podría ser una motivación.
Como anécdota y, para prevenir la fácil idea de que los avistamientos de los awajún son producto de su fantasía, puedo compartir otro recuerdo personal: una noche de febrero de 2020, mientras estaba en la comunidad de Guabal, en el río Santiago, pude observar, junto a mi asistente de investigación y aproximadamente 15 niños y adultos, una línea de puntos de luz en el cielo que se movían y sucedían a distancia simétrica por varios minutos.
La acción de la Fiscalía sin los interlocutores especializados sería, según mi experiencia, lamentablemente infructuosa".
Naturalmente, yo no tengo evidencia ni creo en los extraterrestres, pero sí creo en lo que observo, sobre todo cuando somos varias personas que vemos lo mismo. ¿Fueron drones? ¿Satélites? ¿Tecnología del Gobierno, de actores ilegales, de países extranjeros? No lo sé. Pero este tipo de avistamientos ocurren en Condorcanqui y puedo dar fe de ello.
La actualización del mito de los pelacaras es evidente. Sin embargo, resulta especialmente preocupante que el mismo sea instrumentalizado, a través de psicosociales, como una estrategia para acceder a recursos naturales, mantener impunidad, extender actividades ilegales vinculadas a la minería ilegal, el narcotráfico o la trata de personas.
En Ucayali, la coca y la cocaína avanzan sin cesar y, misteriosamente, aparecieron pelacaras. En Loreto, los mineros ilegales vienen pertrechándose con armas letales y se develó su estrategia psicosocial con falsos extraterrestres.
¿Qué caras se esconden tras los pelacaras entre los awajún? Resulta imprescindible que intervengan los mejores especialistas del Ministerio de Cultura y de la Defensoría del Pueblo: personas que manejen los códigos culturales y de lenguaje del mundo awajún y del mundo mestizo y que sus superiores —ministros, viceministros y directores— entiendan que las soluciones con los indígenas tienen como condición el diálogo, la participación de organizaciones y la gestación de ideas en el territorio indígena.
Múltiples intentos de solución han fallado por realizarse a gabinete cerrado, desde Lima. Un psicosocial así tiene consecuencias impredecibles. Y el riesgo mayor, por ahora, es que se apunten las armas entre comuneros awajún o contra mestizos presentes en la zona. La acción de la Fiscalía sin los interlocutores especializados sería, según mi experiencia, lamentablemente infructuosa.