El clímax de abusos contra las mujeres que está sacudiendo América Latina queda expuesto en cuatro casos: hace poco más de un año, en Guatemala, cuarenta adolescentes que habían protestado por malos tratos y abusos sexuales en un albergue del gobierno fueron encerradas en condiciones inhumanas y terminaron muertas en un incendio ante los ojos de los policías que las custodiaban; en agosto del 2012, una adolescente de República Dominicana, embarazada y afectada por leucemia, falleció tras un tortuoso proceso en que se le negó el aborto terapéutico y se le retrasó el tratamiento de quimioterapia; en noviembre del 2015, una niña indígena de 12 años de Argentina, embarazada a raíz de una violación, dio a luz tras siete meses de embarazo de riesgo a pesar de que los médicos sabían que el feto no tenía cerebro; a fines del 2017, el gobierno de Paraguay prohibió cualquier material educativo relacionado a la llamada “ideología de género” en medio de presiones de grupos conservadores.
La médica Ana Cristina González Vélez, exdirectora de Salud Pública de Colombia y académica feminista, dice que casos como estos se producen en un contexto de pugna entre quienes persiguen la igualdad de derechos para las mujeres y otros grupos vulnerables, y quienes bloquean iniciativas como el aborto legal y otros derechos sexuales y reproductivos con el propósito de mantener sus privilegios. González es integrante del panel de expertos de Causa Abierta, una iniciativa que promueve la participación de grupos independientes en la defensa de los derechos de la mujer en la región. La última reunión de este grupo se realizó el lunes en el marco de la Tercera Renión de la Conferencia Regional de Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe, organizada en Lima por las Naciones Unidas, que culmina hoy.
Ana Cristina González tiene veinte años de experiencia desde distintos roles, desde funcionaria pública hasta académica y activista. /Difusión.
En la cumbre se evalúa el avance del llamado Consenso de Montevideo, un acuerdo entre Estados sobre temas de población y desarrollo con enfoque de género, adoptado en 2013. “La sociedad civil tiene un rol fundamental, porque de cierta manera es la guardiana y veedora del cumplimiento de estos acuerdos y en quien recae principalmente la labor de denuncia y de alerta frente a las vulneraciones”, señala la experta.
El fenómeno de estos días es que de la sociedad civil también viene un movimiento conservador articulado que entra en conflicto con los derechos de las mujeres.
Al respecto yo diría tres cosas. La primera es que este es un momento histórico sin precedentes para la agenda de los derechos humanos de las mujeres, y en particular para la agenda de derechos sexuales y reproductivos. Tú ves las movilizaciones en Chile demandando el fin del abuso sexual, ves las movilizaciones por el aborto legal en la Argentina, ves las movilizaciones y los paros del 8 de mayo en Uruguay, que convocaron más que cualquier marcha incluso después de la última dictadura, y dices: sí, aquí hubo un cambio cultural y hay una generación de mujeres jóvenes que se saben y se sienten titulares de sus derechos y los están demandando. Y lo que hay es una reacción muy fuerte de los grupos más conservadores para no perder sus privilegios y frenar los avances en materia de igualdad de género, porque la igualdad quiebra los privilegios. Eso pasa cíclicamente, pero en este momento señala: uno, que efectivamente está teniendo lugar un cambio cultural y por eso estamos en el choque; y dos, que quienes están promoviendo esta campaña contra la ‘ideología de género’, como ellos la llaman, son grupos de personas muy conservadoras o de la sociedad civil vinculada a grupos religiosos, pero también a partidos políticos muy conservadores que están atacando la igualdad de género, que es, me atrevería a decir, un bien de la humanidad. Es difícil decir que uno está en contra de la igualdad, pero en cambio es muy fácil [atacarla] con mentiras y posverdades, que son la base de su campaña.
Aquí el debate se avivó hace poco al descubrirse que los libros escolares incluían textos contrarios a los derechos sexuales y reproductivos. Algunos con un tono abiertamente machista, bajo el pretexto de un supuesto equilibrio.
Mira, yo tuve la oportunidad de estar en el debate sobre el aborto que tuvo lugar en la Cámara de Diputados de Argentina. Estuve ocho horas escuchando. Te puedo asegurar, y esto está documentado, que el 90% de las presentaciones de las personas que estaban en contra estaba basado en prejuicios. Yo no creo que los prejuicios sean falsos o verdaderos, son prejuicios. Otra cosa muy distinta es promover información falsa. En esa misma reunión una persona dijo que el aborto aumentaba las muertes maternas. Está demostrado que en todos los países donde se ha legalizado el aborto, se reduce la mortalidad e incluso se reduce la cantidad de abortos. Hay un pico cuando las mujeres tienen acceso y aparentemente aumenta, pero en realidad no es que aumente, sino que ahora los medimos, porque deja de ser un delito y entonces ya sabemos cuando una mujer viene a abortar. Yo creo que algunas de las cosas más graves que estas personas están diciendo tienen que ver con que los cambios en los marcos regulatorios no cambian la situación de salud. [Pero sí] la cambian. Nosotros tenemos una medición que es el ISO Montevideo, un índice que rankea a los países según hayan cumplido los acuerdos del Consenso de Montevideo. Ese índice tiene un componente normativo, que comprende leyes y políticas, y tiene un componente de situación de salud, que señala si se está impactando, si se está reduciendo la mortalidad materna, el embarazo adolescente [y otros indicadores]. La última revisión muestra que hay una relación importante entre los cambios normativos y la situación de salud. No es suficiente, porque uno puede tener una muy buena política, pero si no tiene recursos para implementarla, si no tiene mecanismos para frenar la impunidad, difícilmente se cumple. Y está demostrado también en el tema de la educación sexual: estas personas dicen que la educación con enfoque de género está promoviendo la homosexualidad, que está homosexualizando a todo el mundo y está mandando a abortar. En la última reunión de Causa Abierta una experta decía que toda educación es sexuada: lo puedes hacer explícitamente, educando en igualdad de género para que las personas aprendan a protegerse, sepan y reconozcan una situación de abuso, la impidan o la denuncien; o educas desde el silencio y el prejuicio, porque cuando no das información, de todas maneras estás creando los otros comportamientos. La información sobre métodos anticonceptivos ha mostrado en los últimos cuarenta años en América Latina que no solo ha cambiado la fecundidad, sino que las personas se pueden proteger para formar las familias del tamaño que desean. No todas lamentablemente. No es lineal, no basta con que te enseñen algo, también tienes que cambiar los prejuicios y los estereotipos de género: por ejemplo, yo puedo saber que el condón es un método anticonceptivo que también sirve para evitar las enfermedades de transmisión sexual, pero [qué pasa si] no tengo capacidad para negociar con mi pareja. La educación sexual busca entregarte esas herramientas para reconocer un estereotipo y para saber cuándo estás actuando desde ese lugar.
Postal en memoria de las 41 adolescentes sometidas a malos tratos, que murieron carbonizadas en Guatemala. / Difusión.
A pesar de las frecuentes noticias sobre casos de violación sexual a menores, embarazo infantil o violencia contra la mujer, sigue habiendo un buen porcentaje de personas que ve con distancia medidas como el aborto legal y otros derechos reclamados por las mujeres. ¿Por qué esa contradicción? ¿La información no está llegando de manera eficaz?
Veo que hay muchas cosas que tienen que ver con la información, pero la mayoría no. Tienen que ver con sociedades que no han incorporado la importancia de la autodeterminación de las mujeres sobre su sexualidad y la reproducción. Y digo las mujeres porque casi todas las medidas restrictivas o normas restrictivas que existen en la región están orientadas a impedir el control por parte de las mujeres de su propio cuerpo, de la reproducción. Esto es como un engranaje de la manera en que funcionan las relaciones entre hombres y mujeres. Hoy en día no podemos decir que las mujeres están dedicadas solamente al trabajo de cuidado, como estaban antes; las mujeres hoy están en lo público, pero siguen siendo las principales responsables del trabajo de cuidado. Y entonces, en cierta manera esos obstáculos son funcionales a un sistema que pretende: uno, que las mujeres se reproduzcan de la manera en que ese sistema piensa que deben reproducirse; y dos: que sigan asumiendo de manera absoluta no solo la reproducción biológica sino también la reproducción social. Yo acabo de terminar mi tesis de doctorado justamente sobre las normas restrictivas en América Latina. Lo que trata de demostrar, en consonancia con varios de los debates contemporáneos, es que la vida de las mujeres que rehúsan el destino de la maternidad es una vida que tienen menos valor en nuestra sociedad. Esas normas, todas, están informadas por una sobrevaloración de la vida biológica, aunque esa es solo una dimensión de nuestra vida. [Pero] la vida no es solo biología, también es un proyecto de vida. Y esto está en sintonía con otros debates contemporáneos, como el debate de los refugiados en Francia, donde quienes obtienen asilo son quienes logran demostrar que su vida biológica está en riesgo. Por ejemplo, si vas a pedir asilo en Francia, debes llevar un papel donde explicas por qué necesitas ese asilo. Y entonces hay un investigador que yo discuto en mi tesis, que se inventó esta noción de la biolegitimidad, y él muestra analizando una cantidad enorme de solicitudes de refugio, que las personas que obtienen el refugio son las que logran demostrar que su vid biológica física está en riesgo, logra demostrar mucho sufrimiento o una enfermedad, no importan las condiciones políticas en que tuviste que salir, no importa la pobreza, no importa la desigualdad, lo que importa es la vida como dimensión biológica. Es lo mismo que ves en el debate sobre el aborto: una sobrevaloración de la vida biológica que está expresada en el feto, primero hay que proteger al feto antes que a la mujer. El proyecto, de vida, la biografía de las mujeres queda subordinada.
El presidente Martín Vizcarra inauguró la Tercera Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe, donde se analiza la implementación del Consenso de Montevideo. / Andina.
¿Cómo aterrizar estos conceptos que van desde los derechos reproductivos a la visión de género para la gente común? Es decir, ¿cómo explicar a cualquier persona ajena a este debate la importancia de este enfoque?
Yo te diría que, en términos prácticos, lo que más promueve el enfoque de género es una sociedad donde la igualdad sea un bien que todos valoremos. Es decir: que no seas menos, ni valgas menos, ni estés marginado, ni tu vida esté en riesgo por el hecho de que seas mujer o joven o niña o discapacitada o afrodescendiente o indígena, que es lo que pasa hoy en día. Y por otro lado, la salud reproductiva es un elemento central, principalmente de las mujeres, porque cuando no tienen salud reproductiva o son víctimas de violencia, esas mujeres tienen menos años de vida saludable. Está demostrado que las mujeres víctimas de violencia tienen más propensión al suicido, a la dependencia de medicamentos, están más propensas a no poder salir de los círculos de pobreza, a no tener ingresos propios. Es decir, la salud reproductiva no es una cosa aislada que tiene que ver con la mortalidad materna solamente. Por otro lado, cuando puedes planificar la reproducción, también puedes planificar otros campos de tu vida, en lo económico o incluso en la participación política. Entonces, es importante que la gente entienda que la agenda de salud reproductiva y en especial la agenda de población y desarrollo tratan de las personas, de cómo viven, cómo se reproducen, de dónde viven, de qué se mueren, a dónde se desplazan y qué pasa cuando se desplazan, cuándo se enferman, o de qué cosas se enferman.
"Si hay niñas que requieren un aborto, la pregunta es por qué esas niñas están embarazadas. Quiere decir que nuestras sociedades son permisivas con la violación sexual y que a la sociedad le impresiona menos un embarazo infantil".
Un par de preguntas maniqueas para que responda a los grupos conservadores de manera específica. Uno: Si se aprueba el enfoque de género, ¿se va a homosexualizar la sociedad?
Yo tengo como una especie de chiste sobre ese tema, porque si fuéramos a hace la discusión en esos términos habría que preguntarse qué están haciendo mal las parejas heterosexuales, que son las que tienen hijos homosexuales, porque hasta lo que conocemos hoy, la mayoría de personas homosexuales, lesbianas o trans son hijas de parejas heterosexuales. Quiere decir que están haciendo mal el trabajo. ¿Habrá que darle la oportunidad a los homosexuales para que eduquen hijos heterosexuales? Lo que estoy haciendo con esto que digo es ridiculizar esa idea. Nadie promueve una orientación sexual ni una orientación de género. Lo que promovemos es que todas las personas, de manera libre e informada vivan plenamente su sexualidad.
Dos: ¿aprobar el aborto en niñas va a aumentar la promiscuidad y la irresponsabilidad?
De nuevo, para mí la pregunta es al revés. Si hay niñas que requieren un aborto, la pregunta es por qué esas niñas están embarazadas. Quiere decir que nuestras sociedades son permisivas con la violación sexual y que a la sociedad le impresiona menos un embarazo infantil. Una niña de 10 años embarazada es una víctima de violación, es una víctima de violencia. Por lo tanto, si tengo niñas de 12 años víctimas de violación, me parece que mi responsabilidad es ofrecerles en primer lugar la posibilidad de que interrumpan esa gestación que es producto de una violación. Y está demostrado, puedes ver todas las estadísticas, que la legalización del aborto no promueve su práctica. Las mujeres abortan, no importa la amenaza de la criminalización. Claro que eso hace que sea en condiciones más infelices, y duras y complejas, porque no es lo mismo que tu llegues aun servicio donde te atienden bien tanto para llevar adelante tu embarazo como para interrumpirlo, a cuando te victimizan las propias instituciones. Allí hay un mito que cae con la evidencia.
Las cifras de abuso sexual y embarazo infantil y adolescente en el Perú son alarmantes, como evidencia esta investigación de OjoPúblico.
Mencionó hace un rato el asunto de la posverdad. ¿Qué es lo más delirante que ha escuchado en este debate internacional?
Creo que todo esto que hemos dicho son gradaciones del delirio. Yo creo que una sociedad puede discrepar y estoy abierta para cualquier debate con cualquier persona que piense distinto a mí. Lo que me parece inadmisible es que las personas quieran manipular las emociones de los demás con mentiras. Yo te decía hace un rato, para mí un prejuicio no es verdadero o falso. Es expresión de un acuerdo con la discriminación, con la desigualdad. Hay personas que creen que unos valen menos que otros. Hay un político brasilero que se llama Bolsonaro y está a favor de la tortura. Ha llegado a decirlo públicamente. Yo pienso: ¿qué tiene de retorcido en la cabeza una persona que es capaz de defender públicamente la tortura, casi como lema de campaña, en un país que no lleva casi ni cuarenta años de haber salido de una dictadura militar? Hoy en día sabemos que muchas de estas violaciones de derechos sexuales y reproductivos son considerados formas de tortura. Por ejemplo, obligar a una mujer embarazada que lleva un feto anencefálico a parirlo para después hacerle un velorio y enterrarlo, está reconocido como una forma de trato cruel, inhumano y degradante. ¿Y hay una persona que es capaz de salir a defender una tortura?