NEUROQUÍMICO. La dopamina provoca el deseo de algo y la motivación para buscarlo, no su disfrute.
Por Dana G. Smith
El neurotransmisor dopamina está provocando mucho pánico estos días. Según libros, artículos y publicaciones en las redes sociales, nuestra necesidad de un rápido golpe de dopamina es la razón por la que se nos antojan las galletas y pasamos demasiado tiempo en Instagram. La lógica dicta que, si seguimos cediendo ante estos deseos, nunca podremos detenernos.
“Hemos transformado el mundo de un lugar de escasez a un lugar de abundancia abrumadora”, escribió Anna Lembke, psiquiatra de la Universidad de Stanford, en su exitoso libro Dopamine Nation (Generación dopamina). En consecuencia, todos corremos el riesgo de “un exceso de consumo compulsivo”.
En 2019, surgió una tendencia de superación personal frecuentemente denominada “ayuno de dopamina”, que gira en torno a abstenerse de cualquier cosa que cause la liberación del químico. La premisa se basa en que los entretenimientos modernos reprograman el cerebro de tal modo que los pasatiempos de ritmo más lento ya no son placenteros.
La dopamina provoca el deseo de algo y la motivación para buscarlo, no su disfrute".
Los videos con la etiqueta #dopamina, muchos de los cuales pretenden enseñar a los espectadores a manipular esta sustancia química del cerebro, tienen más de 700 millones de vistas en TikTok. Un influencer ofrece una “lista gratuita de cosas que adormecen la dopamina” para que puedas “¡recuperar el control de tu vida!”.
Incluso se les aconseja a los padres que eviten que los niños experimenten picos de dopamina (es decir, evitar que jueguen videojuegos o consuman comida chatarra) para que la insaciable necesidad del neurotransmisor no aumente el mal comportamiento.
Los científicos que estudian la dopamina afirman que estas preocupaciones se han exagerado. “No se basan necesariamente en la ciencia real de lo que sabemos sobre la dopamina”, aseveró Vijay Namboodiri, profesor adjunto de Neurología en la Universidad de California, campus San Francisco.
Antes de renunciar a la dopamina, y a la posibilidad de disfrutar la vida, es importante comprender los principales conceptos erróneos que se tienen sobre este neurotransmisor y lo que demuestran las investigaciones.
La dopamina no es intrínsecamente buena ni mala
La idea de que la dopamina produce sensaciones de placer surgió de los primeros experimentos con roedores y, más tarde, con humanos, que descubrieron que el sistema dopaminérgico se activaba cuando los animales recibían una recompensa. La comida, el sexo, las drogas y las interacciones sociales liberan dopamina en el cerebro, lo que sugiere que este neuroquímico está relacionado con cualquier sensación de bienestar.
No obstante, en la década de 1990, tras un estudio más profundo, los científicos se dieron cuenta de que la dopamina tiene una relación más cercana con la anticipación de una recompensa que con su recepción. La dopamina provoca el deseo de algo y la motivación para buscarlo, no su disfrute.
“Creemos que funciona de manera similar al deseo”, señaló Talia N. Lerner, profesora adjunta de Neurociencia en la Universidad Northwestern. “Le enseña a tu cerebro a predecir tus necesidades e intentar alinear tus comportamientos con ellas”.
La comida, el sexo, las drogas y las interacciones sociales liberan dopamina en el cerebro".
La existencia de un neuroquímico que controla el deseo puede sonar siniestro, pero perseguir recompensas no es un problema en sí mismo; todo depende del contexto. Los animales, desde las abejas hasta los humanos, desarrollaron sistemas dopaminérgicos para motivarse a buscar comida y sexo con el fin de sobrevivir y reproducirse.
“Es una parte importante de por qué estamos hoy aquí”, comentó Kent Berridge, profesor de Psicología y Neurociencia en la Universidad de Míchigan. “Sin la dopamina, no habríamos evolucionado ni sobrevivido, ni nosotros ni nuestros antepasados”.
La dopamina también es esencial para el aprendizaje. En este contexto, el elemento clave que hace que se disparen las neuronas dopaminérgicas es la sorpresa, independientemente de que el resultado sea gratificante o decepcionante.
“La dopamina, por sí sola, no te dice si algo es bueno o malo, más bien te dice si es mejor o peor de lo que esperabas”, explicó Lerner. Ese subidón de dopamina te ayuda a ajustar tus expectativas y a modificar tu comportamiento en el futuro.
Una dosis normal de dopamina no va a reprogramar tu cerebro
Debido al papel que tiene la dopamina en la motivación y el aprendizaje, lo preocupante es que las actividades altamente estimulantes secuestren el sistema de neurotransmisores, de manera que deje de funcionar para recompensas más pequeñas y cotidianas. Según la lógica, para alguien obsesionado con los videojuegos, el Monopoly podría ser menos gratificante.
Esta preocupación tiene en parte una base científica. El consumo prolongado de drogas que provocan aumentos de dopamina, como la cocaína y las anfetaminas, puede hacer que el cerebro cierre algunos de los receptores sobre los que actúa el neuroquímico. La llamada tolerancia significa que se necesita más cantidad de droga para conseguir el mismo efecto.
Dado que los videojuegos y la pornografía pueden convertirse en un hábito, algunos investigadores (entre ellos Lembke) han planteado la hipótesis de que podrían causar síntomas similares de tolerancia en el cerebro. Sin embargo, en una entrevista con The New York Times, reconoció que esta teoría se deduce de estudios sobre drogas estimulantes y que, en la actualidad, no hay pruebas que la respalden.
El consumo prolongado de algunas drogas puede hacer que el cerebro cierre ciertos receptores sobre los que actúa la dopamina".
Por ello, Berridge y otros han criticado la idea. Una de las razones es que la cantidad de dopamina liberada en respuesta a los videojuegos, la pornografía, las redes sociales y la comida chatarra es mucho menor que la liberada en respuesta a las drogas adictivas.
Aunque, para algunas personas, los videojuegos provocan una mayor respuesta de dopamina que los juegos de mesa, eso no significa que el juego de mesa provoque una menor liberación de dopamina que antes, y no se debe a un cambio inherente en el sistema dopaminérgico, dijo Namboodiri.
Tampoco significa que los amantes de los videojuegos no vayan a querer volver a jugar juegos de mesa nunca más. Lo mismo ocurre al comparar comer dulces con comer fruta, o ver YouTube con leer un libro.
La adicción va más allá de la dopamina
Algunos comportamientos gratificantes pueden causar problemas en la vida de las personas. Aunque actividades como apostar, ver pornografía o jugar videojuegos no estimulan tanto la liberación de dopamina como las drogas, pueden dar lugar a patrones de conducta similares a los que se observan en el trastorno por consumo de sustancias. Es decir, continuar con la actividad a pesar de las graves consecuencias negativas.
Pero esa es la excepción, no la regla. La mayoría de las personas no pierden su trabajo ni sus relaciones, ni experimentan efectos negativos a la salud a causa de estas actividades. Aproximadamente entre el 2% y el 3% de las personas que ven pornografía declaran ser adictas a este comportamiento. Del mismo modo, entre el 2% y el 3% de las personas que participan en juegos en línea padecen el trastorno por juego en Internet.
La mayoría de las personas no experimentan efectos negativos a la salud a causa de estas actividades".
“Para algunas personas, sí es un problema”, afirmó Berridge. “Para la mayoría no lo es. Podemos funcionar y disfrutar de este mundo rico en recompensas”. Como con la mayoría de las cosas relacionadas con la salud, la clave está en la moderación. No hay que negarse el placer para ser una buena persona o una persona sana.
Si bien la dopamina está relacionada con la adicción, las compulsiones para consumir drogas o masturbarse son más complicadas que un solo neurotransmisor. “Decir que se trata solo de la dopamina es una simplificación excesiva”, concluyó Lembke.