INVESTIGADOR. Vilca sostiene que mientras Lima discute y se informa en Twitter, el país lo hace en Facebook y WhatsApp.
Paulo Vilca es politólogo y abogado, máster en Gobierno y Administración Pública por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset. Ha sido profesor de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica, y ha ocupado distintos cargos en el estado, entre ellos ha sido viceministro de Gobernanza Territorial en la Presidencia del Consejo de Ministros y viceministro de Interculturalidad en el Ministerio de Cultura. Actualmente es Director del Observatorio Regional del Grupo de Análisis Político 50+1.
OjoPúblico conversó con Vilca para analizar el difícil momento que vive la democracia peruana, la tardía reacción del gobierno de Dina Boluarte ante las protestas ciudadanas y la responsabilidad del Congreso de la República, que tampoco ha sabido responder a las demandas de la población tras la vacancia del expresidente Pedro Castillo, que el pasado 7 de diciembre lideró un fallido golpe de estado al anunciar el cierre del Congreso y la reestructuración del sistema de justicia.
Ha habido cierta sorpresa de parte de analistas y observadores por la rapidez con que han escalado las protestas, tras la vacancia del expresidente Castillo debido a su intento de golpe de Estado y la toma de posesión de la presidente Dina Bolutar. ¿Te ha sorprendido a ti también?
En 50+1 estamos haciendo análisis de coyuntura y viendo procesos todo el tiempo. Y algo que yo ya había comentado con mis colegas era que había que prepararse para conflictos en caso de que hubiera una vacancia de Castillo. Era previsible que fuera a haber una reacción. Parece que eso no lo tenían claro ni en el Congreso ni en el establishment político en general. A mí sí me ha sorprendido, no tanto la reacción, pero sí la magnitud. Y también me ha sorprendido el intento de aprovechamiento de ciertos sectores.
¿En qué sentido?
Me ha sorprendido el esfuerzo de manipulación, cómo de forma tan rápida han apelados a los hechos alternativos, esa lógica trumpista, el intento de manipular e interpretar los hechos a su favor. Desde algo tan sorprendente como negar que haya habido un golpe de Estado. Lo que hemos visto es que Trump estaba en Palacio de Gobierno.
Me ha sorprendido, aunque no debió sorprenderme, el poco sentido de realidad de Boluarte.
¿Te refieres a Castillo y sus socios o a quiénes?
Castillo y el castillismo en general, distintos sectores que constituían su soporte político. Me ha llamado la atención la rapidez con que han caído en tácticas trumpistas. Luego, que la derecha rápidamente empiece a terruquear, eso lo teníamos contemplado. Que el gobierno decrete estado de emergencia también estaba dentro de lo previsible. También me ha sorprendido, aunque no debió sorprenderme, el poco sentido de realidad de Boluarte. Hasta cierto punto era de esperar porque se trata de una funcionaria de Reniec sin mayor experiencia política más allá de su candidatura a la alcaldía de Surquillo, y que en todo este tiempo en el gobierno de Castillo no había demostrado tener demasiada capacidad política. Estaba casi cantado que le iba a quedar grande el puesto.
Antes de analizar la deficiente acción del gobierno de Boluarte, ¿cómo crees que se llega a este punto tras el intento de golpe de Castillo y su destitución?
Creo que, en buena medida, la responsabilidad de que todo esto haya alcanzado esta magnitud está en el gobierno y en el Congreso. Hay que entender, primero, que la protesta tiene un territorio: el sur andino. Ese es el foco de la protesta. Hay otras zonas, como Chao en el norte, pero ahí está circunscrito a la carretera, en Trujillo no hay nada. El foco es el sur andino. Las primeras reacciones que mapeamos nosotros eran “ok, se fue Castillo, pero también se tiene que ir el Congreso”.
Que era el escenario que todo el mundo contemplaba previo al factor disruptor del intento de golpe de Castillo. Esa era la opción preferida por la mayoría de los ciudadanos.
Así es. Ocurre que ante ese reclamo general, que una vez se va Castillo tiene que irse también el Congreso, empiezan los errores políticos. Primero el discurso de Dina, donde da a entender que pretende quedarse hasta el 2026, no habla de adelanto de elecciones. Dos días después empieza a hablar de que eventualmente sí se verá un adelanto de elecciones pero sin mayor énfasis. Entonces, se va armando la percepción en buena parte de la ciudadanía de que Boluarte está con el Congreso. Luego nombra un gabinete donde el único nombre con experiencia política es Otárola, un gabinete sin ningún lustre ni experiencia, sin manejo político. Cuando la cosa empieza a complicarse, sigue incurriendo en errores y anuncia que se verán elecciones para 2024. En año y medio en este país pueden haber tres o cuatro presidentes, hablar de elecciones al 2024 en el Perú es como decir que habrá elecciones en 10 años en otro país.
Las primeras reacciones que mapeamos [en las regiones] fue ok, se fue Castillo, pero también se tiene que ir el Congreso”.
La desconexión de la realidad y falta de sentido de urgencia del gobierno asustan.
Así es. Todos esos errores han ido sumando. Y de ahí entra en juego el castillismo. Por mi trabajo yo estoy pendiente de distintas redes, grupos de WhatsApp, Facebook, etc., y ahí pude ir viendo cómo fue cambiando el discurso, la narrativa. En esas redes, Boluarte rápidamente terminó convertida en una traidora y usurpadora.
¿Cómo se produce ese cambio en el discurso, en qué momento ocurre el click?
Ocurre luego del discurso de Dina. Ahí es donde empieza a activarse esa nueva narrativa. Y todo ha ocurrido muy rápido, de un día a otro, a partir de ahí prende la protesta. Empieza a producirse este relato alternativo en sectores castillistas y el propio Castillo entra en juego. Por lo que hemos podido saber Castillo pasa de ese momento de desconcierto inicial a empezar a azuzar él mismo, empieza a recibir gente, 140 personas, como si estuviera despachando en Palacio, se envalentona. Incluso parecería que en esa lógica de agitación se encuentra más cómodo que gobernando. Y de ahí lo que refuerza al lado radical del castillismo es el error de Antauro.
Castillo se encuntra más cómodo agitando que gobernando.
¿Cómo así?
Antauro comete dos errores. Primero no supo leer el momento, no captó qué estaba ocurriendo y salió a decir que su marcha iba a ser en marzo, como estaba programado, como si no hubiera pasado nada. Al parecer, por lo que yo he sabido, hubo algún tipo de contacto entre Antauro o su gente y Dina en un inicio. Ella tiene algunos vínculos con ese lado, tiene cómo llegar. El segundo error de Antauro fue ir a manifestar esa postura, un discurso nada radical, a la cuna del castillismo, que es el ágora de la Plaza San Martín en Lima.
¿Y esos errores de Antauro Humala crean un vacío de poder en el lado radical?
Exacto. Todavía no lo ha terminado de llenar nadie, pero a mí me parece que ese escenario está pintado para alguien como Aníbal Torres. Ya en redes ha empezado a correr el mensaje de “Aníbal Torres presidente”. Hay que entender que estos grupos, mientras el establishment se debate sobre si hay elecciones o no, ya tienen hasta candidato. Tienen un objetivo claro con la asamblea constituyente, ya están ahí, hace rato que entraron en esa lógica, se mueve todo muy rápido y están como dos pasos adelante de la respuesta que puede ser el establishment.
¿Cuáles son las vías por las que se distribuyen esos mensajes?
Facebook y WhatsApp. Esos son los mecanismos de información.
¿Eran grupos, redes ya existentes?
Sí. Mientras Lima piensa en Twitter, el país piensa en Facebook y WhatsApp. Entonces ahí se empiezan a mover muy rápido todo esto. Y, por supuesto, las radios locales, que tienen todo este discurso siempre altisonante. Todo esto, evidentemente, tiene un contexto. No es casualidad que esto ocurra en el sur del país.
¿Podrías especificar ese contexto?
Apurímac, Cusco, Puno, el sur andino en general es la región del país con mayores índices de pobreza, la región donde se han presentado los niveles de conflictividad más altos en los últimos años, el lugar con mayor presencia de población indígena, que como sabemos son los sectores más postergados y excluidos del país. Es a su vez el lugar donde, al menos en elecciones nacionales, la expresión política ha estado más vinculada a grupos y partidos de izquierda.
No necesariamente porque se trate de la izquierda en sí sino porque hay una demanda de cambiar las cosas, de buscar otro modelo o sistema que los saque de la actual situación, y también porque tradicionalmente es una región contestataria frente al centralismo. Como me decía un intelectual cusqueño, Jesús Manya, hace ya un tiempo, en Cusco se confunde el izquierdismo con el anticentralismo. Además, es el territorio donde Pedro Castillo tenía sus mayores niveles de aprobación y soporte. No es extraño, entonces, que ahí se produzca esta respuesta.
¿Dirías que hay algún tipo de articulación o coordinación en las distintas zonas de este territorio?
No realmente. Luego de tantos años de ver conflictos, diría que no hay una suerte de aparato central que articula la respuesta y dice esto vamos a hacer en Abancay, esto en Juliaca, esto en Puno, no, son más bien redes de transmisión de información que actúan mucho sobre la base de la réplica. “Oye, tomaron el aeropuerto en Andahuaylas”. “Ah, tomemos entonces este aeropuerto”. En ese sentido es similar a lo ocurrió con las movilizaciones de noviembre del 2020, cómo los muchachos los jóvenes que salieron se convocaban y veían e imitaban en cierta medida lo que ocurría en otros lugares. Esto es igual.
Mientras Lima piensa en Twitter, el país piensa en Facebook y WhatsApp.
¿Un efecto de mímesis?
Así es. Y de la misma manera se distribuyen y amplifican estos discursos que estamos viendo: hay posibilidad de reponer a Castillo o Castillo ya sale mañana a tal hora. A través de esas redes se distribuyen también lo mensajes de Betssy Chávez, las cartas de Castillo, esta mentira de Castillo de que le van a dar 1.800 millones a los medios de comunicación, que ya es una mentira trumpista, un nivel de cinismo mayor.
Pero esos mensajes se van difundiendo y extendiéndose. Y a eso se suma esa especie de provocación que para ciertos sectores es que salgan el Ejército y la Policía. A la gente no le gusta que haya policía o que haya militares armados. La única forma que yo conozco de que funcione la actuación de las fuerzas de seguridad es que el despliegue, el número sea tan grande, que resulte intimidatorio y en efecto alcancen a controlar la situación. Pero 50 efectivos de la Dinoes no van a controlar a, digamos, 500 personas. Y se trata además de una policía como la que tenemos, precaria, con escasos recursos, al final lo que tenemos es un enfrentamiento campal donde las fuerzas del orden no están en capacidad de ordenar nada.
Estabas listando hace un momento los muchos errores cometidos en muy poco tiempo por el gobierno de la presidenta Boluarte. ¿Qué errores diría que ha cometido el otro gran actor político, el Congreso?
Yo no espero nada del Congreso. Este es un Congreso que jamás va a responder bien. Para empezar, no ha sido capaz siquiera de discutir el adelanto electoral. Eso te habla de que no tienen ningún sentido de urgencia y que se encuentran totalmente desconectados de la realidad que vive el país. Creo también que eso tiene que ver con el nivel de pugna política que existe al interior del Congreso. Para algunos de estos grupos importa más derrotar al adversario, y humillarlo si es posible, que pensar en una salida a esta situación de crisis y conflicto.
Hay también una ceguera inmensa en el Congreso sobre las propias consecuencias de sus decisiones. El mejor ejemplo de esto es esa foto que se sacaron luego de la votación de vacancia. Eso es meterle el dedo al ojo al derrotado. Eso no se hace, es propio de gente irresponsable, que no mira al país, que está pensando en la maniobrita contra su rival. Otro ejemplo es el congresista de Perú Libre que va y le mete un golpe por la espalda a otro. Eso es este Congreso. Esas actitudes son una muestra clara de lo que son.
Han terminado de destruir el poquísimo capital político que tenían.
Así es. Así como Castillo se autovacó, este Congreso viene autodisolviéndose. Y no es solo la derecha, ojo, la izquierda está en las mismas. Gente de izquierda pidiendo la libertad de Castillo, por ejemplo.
¿Y si tenemos a las dos principales instituciones del país, el Ejecutivo y el Congreso, actuando con esta cortedad, qué liderazgos podrían surgir, quién podría articular una respuesta que brinde una posibilidad para salir de estas crisis?
Yo no veo en este momento, ahorita, una alternativa sensata, la verdad. Creo que el campo está abierto para el surgimiento de sectores de líderes más radicalizados. O sea, el propio Antauro Humala, Aníbal Torres, Bermejo. O, por otro lado, seguro que ahorita van a surgir voces pidiéndole a López Aliaga que no asuma la alcaldía de Lima y se prepare para las elecciones generales. Seguramente ya hay quien le está diciendo a Keiko Fujimori que ahora sí, ahora ya por fin este país está pidiendo orden y mano dura. Sumemos a ese cóctel a Martín Vizcarra, quien lleva meses en un proceso de reconstrucción política, tiene una acusación grave pero da igual, sigue como si nada, y cuenta con el respaldo de ciertos sectores de la población.
¿Ves alguna posibilidad de que tenga opciones algún otro perfil de líder o candidato?
Mira, en Arequipa en el año 2018 eligieron a un líder antiestablishment como Cáceres Llica, que terminó en la cárcel por corrupción, un tipo que tenía incluso acusaciones de violación. Fue reemplazado por una gobernadora ineficiente. La región pintaba muy mal, ¿no? Y en ese escenario Arequipa ha elegido, en las últimas elecciones regionales, a un tipo moderado, con experiencia en gestión como Rohel Sánchez, un hombre de centroizquierda.
Te digo esto porque es una muestra de que dentro del caos puede haber oportunidades para liderazgos moderados, experimentados. Sin embargo, nada de eso impedirá que a nivel de Congreso ingresen grupos importantes de sectores extremistas. En cualquier caso, cualquier posible salida va a tomar tiempo, mucho tiempo.
¿Cómo interpretas el apoyo que ha recibido Castillo y la narrativa negacionista del castillismo de parte de algunos gobiernos extranjeros como el de México?
Es un factor novedoso, que lo distingue de lo ocurrido en otras crisis anteriores, las de PPK, Vizcarra. De cierres y vacancias ya tenemos experiencia en este país, pero ese es un elemento nuevo. Creo que no es un elemento determinante en el sentido de que le vaya a generar más adhesiones a Pedro Castillo.
La verdad que todavía no logro entender si esto es pura ideología o cuál es la movida política detrás. Me inclino a pensar que es purita ideología, que López Obrador, Petro y demás están actuando bajo unos lentes ideológicos y nada más. Me imagino también que, como ocurrió con el informe de la OEA que no hacía mención alguna a la corrupción del gobierno de Castillo, se trata de posturas de gobiernos que actúan o declaran mirando más su política interna. Hacen estos pronunciamientos no para el Perú sino para sus propios países, atendiendo más a su propio contexto político interno. Obviamente esto es sumamente irresponsable, que estos gobiernos estén utilizando el caso peruano con estos intereses.
López Obrador, Petro y demás están actuando bajo unos lentes ideológicos y nada más.
Si tuvieras que hacer alguna recomendación a los distintos actores políticos, ¿qué dirías?
Lo primero aquí es que la salida política a esta situación ya no está en manos del gobierno, del Ejecutivo. La ruta está en manos del Congreso. Eso le agrega un nivel de complejidad a la solución del problema. ¿Qué debería hacer el gobierno en este escenario? Pues, poniéndonos pragmáticos, lo que le garantiza cierta aprobación a un gobierno en una situación como esta: pechar al Congreso.
Exigirle al Congreso que avance, presionar para sacar adelante el adelanto de elecciones, que es el principal reclamo de la ciudadanía. Eso podría darle al gobierno cierto margen, porque sabemos que ahora mismo el margen de actuación de Boluarte es muy muy limitado. Al mismo tiempo, el gobierno y las Fuerzas Armadas tendrían que ser extremadamente cuidadosos. Cosa difícil, ya sabemos cómo es, pero si tuviera que aconsejarle algo al gobierno iría por ahí. Sería clave también que acelere la convocatoria a otros actores. Lo ha intentado hacer con el Consejo de Estado, pero eso no es suficiente desde ningún punto de vista, tendría que buscar rápidamente a otros actores de sociedad civil. Por supuesto, no por el mero gesto, sino que tiene que ir con una ruta clara, efectiva.
Es decir, nada de lo que está haciendo.
Mira, este es un gobierno de transición. Y eso no se dice, se hace, se demuestra. Debería hacer gestos rápidos, que brinden confianza. Por ejemplo, tendría que cambiar de inmediato de gabinete. Ya ha quedado sobradamente demostrado que el primer ministro no está a la altura, no es una persona preparada para lidiar con las circunstancias que tenemos delante. Y lo mismo con el resto del gabinete. Pero, la verdad, yo me temo que ahora mismo hay más posibilidades que Dina Boluarte tenga que terminar renunciando antes de poder hacer estas cosas que estoy mencionando. Yo creo que vamos a tener elecciones el 2023 con o sin Dina Boluarte.
Si eso ocurriera, asumiría la presidencia el actual presidente del Congreso, José Williams. En principio, a menos que tuviese una reacción muy rápida de convocar generales con un plazo muy corto y un mensaje conciliador, podríamos pensar que la llegada de Williams a la presidencia solo agudizaría los problemas.
Claro, porque él finalmente es la expresión de ese Congreso que nadie quiere. Y ya hemos visto, tenemos la experiencia de lo que ocurrió con Merino, hasta dónde puede llevarnos el enorme rechazo que la ciudadanía siente por el Congreso.
*Esta entrevista se realizó el jueves 15 de diciembre.