El abandono de tratamientos para VIH y Sida creció un 17% en pandemia

La emergencia sanitaria por el nuevo coronavirus debilitó la atención a las personas que viven con VIH y Sida. En Perú, el abandono de las terapias antirretrovirales creció 17% respecto al año pasado. Aunque la entrega de medicamentos no se detuvo, se reportaron retrasos y fraccionamientos. Además, se redujo casi un 80% la detección de casos positivos y los especialistas advierten que miles de ciudadanos se han quedado sin acceso a un tratamiento oportuno.

MENOS PRUEBAS. Hasta octubre solo se ha realizado el 66% de los tamizajes en comparación con el mismo periodo de 2019.

MENOS PRUEBAS. Hasta octubre solo se ha realizado el 66% de los tamizajes en comparación con el mismo periodo de 2019.

Foto: Shutterstock

Desde 1983, año en que se identificó el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), se han registrado importantes avances en la lucha contra el Sida. Los tratamientos antirretrovirales, en la actualidad, permiten suprimir la replicación del virus y, con ello, hacen posible que los pacientes seropositivos desarrollen su vida con muy pocas limitaciones. Sin embargo, esto es viable solo si los sistemas de salud aseguran diagnósticos y un acceso a medicamentos de manera oportuna, acciones que este año se vieron limitadas en todo el mundo, debido a la pandemia de Covid-19. 

En Perú, donde el sistema sanitario ya se encontraba en emergencia desde antes de la aparición del nuevo coronavirus, se registró un 17% más de abandono en las terapias, en comparación al año pasado y crecieron las denuncias por desabastecimiento de medicinas. Además, según información de la Sala Situacional del Ministerio de Salud, se realizaron 80% menos diagnósticos positivos que en 2019, de modo que, miles de personas quedaron sin acceso a una detección temprana y sin la posibilidad de iniciar un tratamiento adecuado. 

En medio de una lenta recuperación de las atenciones, las autoridades sanitarias aún no han logrado determinar cuáles serán las consecuencias a largo plazo. No obstante, estudios internacionales, como el realizado por el Imperial College London en mayo, estiman que en los países de ingresos bajos y medios, como el nuestro, la Covid-19 puede aumentar hasta en un 10% las muertes relacionadas al VIH en los próximos cinco años. 

 

Vivir con VIH en pandemia 

 

A inicios de junio, cuando fue diagnosticado con Covid-19, Miguel* supo que debía enfrentar una dura batalla contra esa y otras enfermedades oportunistas. A los 31 años, no pertenecía a una población riesgo, pero sus defensas se encontraban debilitadas tras haber abandonado su tratamiento para el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). En los meses siguientes, contrajo dengue y, además, fue hospitalizado por un cuadro de tuberculosis intestinal.

Miguel*, quien vive en Ucayali, una de las regiones con mayor número de casos de VIH a nivel nacional, reconoce que, precisamente, el temor ante un posible contagio de Covid-19 fue una de las causas que lo mantuvo alejado del Hospital Regional de Pucallpa, donde recibía su terapia antirretroviral. Además, sus recursos económicos se habían limitado. “No iba al hospital porque no tenía trabajo, ni dinero. A veces, ni comida. Y solventar el transporte era difícil”, cuenta a OjoPúblico.

Según el Ministerio de Salud (Minsa), hasta octubre de 2020, se ha reportado un incremento en el abandono de los tratamientos de 17%, en relación al mismo periodo de 2019. El problema, indica Carlos Benites Villafane, director ejecutivo de Prevención y Control de VIH-SIDA del Minsa, no es reciente. “La adherencia al tratamiento es importante de cumplir, pero no siempre se logra, por el sistema y por el mismo entorno del paciente. Es un tratamiento de por vida”, dijo a este medio.

“No iba al hospital porque no tenía trabajo, ni dinero. A veces, ni comida" narra Miguel*, desde Ucayali.

No obstante, el miedo al contagio del nuevo coronavirus, la falta de información y las severas restricciones a la movilización durante los primeros meses de la emergencia sanitaria, crearon grandes barreras para el acceso a los medicamentos. Como señala la ONUSida, las desigualdades sociales y económicas han aumentado la vulnerabilidad al VIH.

“En toda la región Cusco se entrega tratamiento solo en cinco establecimientos. Tres en Cusco [provincia], uno en Quillabamba y otro en Camisea. Pero hay mucha gente de Paucartambo, Sicuani, Espinar y otras provincias, que tienen que ir [hasta los hospitales] y, en época de pandemia, no había transporte. Y también era difícil acceder a información. Incluso, turistas se quedaron varados aquí. Hasta ahora no sabemos cuánta gente abandonó su tratamiento o se quedó sin recibir [sus medicinas]”, indicó Cristian, un joven activista que integra la organización Jóvenes Cambiando VIHdas-Cusco.

Las terapias antirretrovirales (TAR), según la norma técnica, pueden darse en cualquier establecimiento de salud que cumpla con los criterios de evaluación. Pero, hasta antes del inicio de la pandemia, solo había 167 autorizados en todo el país, en su mayoría, hospitales del segundo y tercer nivel de atención, que centraron sus operaciones en la atención de la Covid-19. “Esto es por la naturaleza compleja de la atención y el tratamiento, por la capacidad para organizar el suministro, entre otros factores. En pandemia, hemos acelerado el proceso de descentralización e incorporamos 24 establecimientos”, sostiene Benites Villafane. 

Claudia Quezada Osoria, infectóloga del hospital José Cayetano Heredia de Piura, explica que, cuando el paciente deja de tomar su tratamiento, la cantidad del virus (carga viral) aumenta, dando lugar a las enfermedades oportunistas. Además, surgen casos de resistencia a los medicamentos. Es decir, fármacos que antes controlaban el virus dejan de surtir efecto. “No lo podemos ver en este momento, pero sí [los empezaremos a identificar] en los meses siguientes”, advirtió la especialista.

Además de un mayor porcentaje de abandono de las terapias, durante la pandemia se detuvo el crecimiento en la cobertura del tratamiento que, desde 2015, había tenido avances sostenidos. En 2019, más de nueve mil personas que viven con VIH (PVV) empezaron a recibir tratamiento, mientras que hasta octubre de 2020 solo se han enrolado 2.800. Es así que de las 87 mil personas que, se estima, viven en el país con VIH, son 69.628 las que reciben atención.

De igual manera, personas notificadas como seropositivas antes o durante el estado de emergencia, no pudieron acceder a fármacos antirretrovirales por demoras en los registros. Esto a pesar de que, de acuerdo a la norma técnica del Ministerio de Salud, el tratamiento debe iniciar en un plazo no mayor a una semana de la prueba rápida o de tamizaje (Elisa, Lia) reactiva.

En La Libertad, otra región con alto índice de casos de VIH, José Otiniano, presidente de la Asociación Regional de Personas viviendo con VIH de La Libertad (Arpoll), identificó claramente esta situación. “Los nuevos casos no han podido completar su inscripción [al programa]. En La Libertad, así como a nivel nacional, han sido pocas las personas [recién diagnosticadas] que han logrado atenderse. En comparación a años anteriores, hay una diferencia enorme”, precisó a OjoPúblico.

 

Un limitado número de tamizajes y diagnósticos

 

El impacto más fuerte en el programa de VIH/Sida en Perú ha sido en la realización de pruebas de tamizaje y diagnósticos, cuyas estadísticas disminuyeron notablemente este año. Por ejemplo, entre abril y mayo de 2019, se realizaron 380.176 tamizajes a nivel nacional. Mientras que, en el mismo periodo de 2020 fueron apenas 82.306, es decir casi cinco veces menos.

En los meses siguientes, la ejecución de pruebas de descarte se ha recuperado progresivamente, sin embargo, hasta octubre de 2020 solo se ha logrado el 66% de lo realizado en 2019. Y, según datos del Ministerio de Salud, el índice de tamizaje es aún menor en las poblaciones clave como mujeres trans y trabajadoras sexuales.

Según la norma técnica, estas pruebas de descarte deben realizarse de manera gratuita en los establecimientos de salud, pero también a través de brigadas itinerantes, campañas, espacios de interacción u otras actividades denominadas extramurales, pues se realizan en ambientes comunitarios. No obstante, dichas acciones se vieron interrumpidas por el distanciamiento social, al menos, durante los primeros meses de la pandemia.

Han sido pocas las personas [recién diagnosticadas] que han logrado atenderse", sostiene José Otiniano, activista de La Libertad.

A su vez, los tamizajes son el punto de partida para los diagnósticos, que implican procesos de confirmación y notificación. Según la sala situacional del Minsa, en 2019 se notificaron 8.220 casos nuevos de infecciones por VIH y 1.278 casos en estadio Sida. En cambio, hasta el 7 de octubre de 2020, el número de casos diagnosticados es de 1.494 y 192, respectivamente. Esto sugiere que a la fecha, los diagnósticos disminuyeron en un 80%, en comparación al año anterior. 

“El año pasado se diagnosticaron cerca de 8 mil casos, este año no llegamos ni a los 2 mil. Y no es que no hayan casos, es que no los estamos identificando”, señala Marlon Castillo Castro, coordinador del Grupo Impulsor de Vigilancia en Abastecimiento de Medicamentos Antirretrovirales (GIVAR).

Benites Villafane reconoce que se ha producido una importante reducción en los diagnósticos, pero explica que las cifras podrían variar en los próximos meses. “Hay que considerar que el proceso de notificación que se muestra [en la sala situacional] tiene procesos intermedios como el registro, ingreso a la base de datos, entre otros que se han visto afectados por la pandemia. Es posible que en los próximos meses se sinceren [las cifras], y lo más probable es que se incremente [el número de casos]”, explicó a OjoPúblico.

De otro lado, si bien los programas de entrega de medicamentos no se detuvieron durante la pandemia, como han remarcado las autoridades del Ministerio de Salud, en algunas regiones sí se realizaron cambios de esquemas, fraccionamientos o se modificaron las fechas de reparto ante el desabastecimiento de fármacos.

“Se cree que teniendo el tratamiento antirretroviral se tiene todo ganado, pero no es así. Es parte de la prevención, pero si no está disponible de manera oportuna o hay desabastecimiento de medicamentos, los usuarios abandonan el tratamiento”, indica Marlon Castillo, de Givar. Esta organización reportó 110 denuncias por falta de atención, escasez de medicamentos, entre otras dificultades al acceso de terapias, en 2019; mientras que en lo que va del año, han registrado más de 320.

El director ejecutivo de Prevención y Control de VIH-SIDA del Minsa explicó a OjoPúblico que durante la pandemia se reportó una escasez de insumos médicos a nivel internacional, ocasionada por el cierre de plantas en países productores y el incremento en los costos de transporte y distribución. Los productos afectados fueron lopinavir/ritonavir, efavirenz/emtricitabina/tenofovir y la combinación tenofovir/lamivudina/dolutegravir (TLD). 

Si el tratamiento no está disponible de manera oportuna, los usuarios lo abandonan", explica Marlon Castillo, de Givar.

Miguel*, quien sigue una terapia con algunos de estos fármacos, cuenta que, en más de una oportunidad, tuvo que ir en repetidas ocasiones al hospital para recibir su suministro de 30 días. “Son problemas que nos aquejan desde antes, pero la pandemia los intensificó”, sostiene.

De acuerdo a José Otiniano, de Arppoll, además, muchos usuarios han expresado su preocupación ante los repentinos reemplazos en las terapias farmacológicas. “Para un cambio de esquema se necesita la recomendación de un médico y un análisis de laboratorio. Ahora se realizan sin exámenes, son cambios bruscos que han afectado a muchas personas”, señala. 

Las pruebas a las que hace referencia el activista son las mediciones de carga viral, el marcador principal para determinar la efectividad de un tratamiento, según la norma técnica del Ministerio de Salud. En condiciones normales, estas se realizan cada seis meses, durante el primer año de tratamiento y, luego, cada 12 meses o ante modificaciones en los fármacos suministrados, sospecha de resistencia u otras situaciones similares. Sin embargo, estos procedimientos quedaron suspendidos durante los primeros meses de pandemia, por falta de insumos y de personal.

“Sirven para monitorear respuestas, la calidad del medicamento, o si un paciente toma [un fármaco] regularmente y no funciona”, explica el infectólogo Luis Cuéllar Ponce de León, del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas. 

Igual de importantes son los recuentos de linfocitos CD4, que se realizan luego del diagnóstico de cada paciente, para clasificar el estadío de su infección y manejo clínico.  Desde Cusco, Cristian indica que, recién a partir de julio se retomó este tipo de exámenes y, desde agosto, reinició el recojo de muestras para el monitoreo de carga viral.

“Durante los primeros meses no se hacían. Mucha gente que recibió tratamiento debía pasar controles, pero no se hicieron. Y conocer los resultados es importante porque, si nuestra carga viral es indetectable, no transmitimos el virus. Y con ello, nuestra esperanza de vida es igual a la de cualquier otra persona”, señala.

Si nuestra carga viral es indetectable, nuestra esperanza de vida es igual a la de cualquier otra persona”, cuenta el activista Cristian.

En el marco del Día Mundial de la Lucha contra el Sida 2020, ONUSida instó a los países a que adopten nuevas acciones para mejorar la cobertura de los servicios relacionados con el VIH. Esto, con el fin de evitar que a nivel mundial las nuevas infecciones por el VIH pasen de 123 mil en 2020 a 293 mil en 2022, o que las muertes se incrementen de 69 mil a 148 mil, en el mismo periodo de tiempo, como prevé la organización.

En Perú, el Ministerio de Salud anunció que, en los próximas semanas, fortalecerá la descentralización del TAR, incorporando centros del primer nivel de atención en Lima y Callao. Además, se prevé ampliar la labor de las brigadas móviles y de visita domiciliaria, para incrementar el número de diagnósticos y recuperar los abandonos a los tratamientos. 

Según esta institución entre 2010 y 2019, la mortalidad por VIH/Sida se redujo en casi 40% en el país. No obstante, el panorama actual podría marcar un importante retroceso. Se trata de un problema que requiere atención urgente, indica el infectólogo Luis Cuéllar, pues “los pacientes con VIH no son terminales. Tienen una enfermedad crónica y pueden alcanzar una buena calidad de vida”. 

 

 

* Miguel es un seudónimo utilizado para proteger la identidad del paciente que contó su experiencia  a OjoPúblico. 

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