CAMBIOS. El incremento de las temperaturas aumenta las posibilidades de que haya más transmisión de dengue.
El aumento de las olas de calor, la mayor presencia de lluvias intensas, los periodos más largos de sequía y el aumento del nivel del mar producto del calentamiento global tienen cada vez más impactos en la salud de las personas. Así lo evidencia una nueva investigación de Lancet Countdown Sudamérica (LCSA, por su sigla en inglés).
El informe Confiemos en la ciencia —centrado en las amenazas inmediatas que plantea la crisis climática para la salud en la región— encontró que, entre 2012 y 2021, el clima propicio para la trasmisión del dengue alcanzó su nivel más alto. Esa idoneidad climática, como lo denomina la investigación, presentó un aumento del 35,3%, con respecto al periodo comprendido entre 1951 y 1960.
Como parte del estudio, los autores analizaron el número promedio de nuevas infecciones generadas a partir de un caso determinado —conocido como estimación del número básico de reproducción (R0)— en 12 países de América del Sur: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y Surinam.
De esa manera, determinaron que el R0 de la región aumentó un 0,53% cada año. Los mayores incrementos se identificaron en los países amazónicos (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil).
El dengue se está extendiendo rápidamente a latitudes más altas y a zonas menos pobladas de Brasil y Perú”.
El informe, presentado este martes 28 de marzo, hace énfasis en que el aumento de la temperatura del planeta, junto a la alta urbanización y migración, propicia escenarios óptimos para la transmisión del dengue.
En el caso de Perú, los reportes de personas con esta enfermedad han ido en ascenso en los últimos cinco años. La sala situacional del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC) evidencia que los casos reportados en 2022 (63.211) son 13 veces más que los registrados en 2018 (4.698).
A ese escenario, se suma el hecho de que los registros más altos de idoneidad climática para transmisión del dengue en Perú y Ecuador se dan en contextos de fenómeno El Niño, la fase cálida del El Niño Oscilación del Sur (ENOS).
“La incidencia del dengue experimentó un aumento sustancial en las últimas cuatro décadas en Sudamérica, con casi 16 millones de casos en 2011-2021. Junto con el ENOS cíclico, se prevé que la región se enfrente a desafíos más extremos en un clima cambiante”, alertaron.
Actualmente, la región del pacífico ecuatorial atraviesa el inicio de un fenómeno El Niño, lo que puede influir en un aumento de casos de enfermedades transmitidas por mosquitos. Desde el 1 de enero al 18 de marzo, en Perú se reportaron 13.067 casos probables de dengue, 13.454 confirmados y 26 decesos.
El estudio de LCSA halló, además, que la crisis climática está afectando también la distribución geográfica de enfermedades infecciosas, como esta. “El dengue se está extendiendo rápidamente a latitudes más altas y a zonas menos pobladas de Brasil y Perú”, indicaron.
El documento, realizado por 28 investigadores de diferentes países de América del Sur, concluyó que los cambios en el clima están generando que la presencia del mosquito transmisor (Ae. aegypti) se desplace hacia zonas en las que antes no podía transitar con facilidad.
Ese mosquito también es la vía de contagio de infecciones como la chikungunya y el zika. En relación a la primera enfermedad, Perú también ha reportado un aumento de casos en los últimos años. En 2019, por ejemplo, se registraron 98 contagios, mientras que, en 2022, 918 casos.
En contraposición con esas cifras y con las del dengue, el zika ha ido en descenso en el país. En 2020, se reportaron 50 casos, mientras que, en 2021 y en 2022, 10 y 11 contagios, respectivamente.
Finalmente, una de las enfermedades con mayores tasas de contagio en el país es la malaria. Esta infección ha afectado a 27.057 personas solo en 2022. Las cifras para 2021 y 2020 fueron menores: 18.075 y 15.810, de forma respectiva.
La crisis climática impacta cada aspecto de la vida
El informe Confiemos en la ciencia ha analizado cuatro aspectos claves sobre el vínculo entre crisis climática y salud. Además de profundizar en las amenazas inmediatas que plantea el cambio climático para la salud, el documento ha indagado en los escasos planes de adaptación que existen en la región, la necesidad de acelerar esfuerzos hacia una transición con cero emisiones de carbono y las brechas existentes en cuanto a financiamiento climático.
El estudio halló que el incremento de las temperaturas en los últimos 10 años generó un aumento en el número estimado de muertes de personas mayores de 65 años. De acuerdo con el reporte, en promedio, ese grupo etario estuvo expuesto a 12,3 millones más de días de olas de calor colectivamente.
Esta situación también afectó a los niños menores de un año, cuya exposición ascendió a 2,35 millones de días más de olas de calor por el total de niños.
Estudios científicos recientes han encontrado, además, que las olas de calor impactan de manera negativa en la productividad de los trabajadores sudamericanos. LCSA identificó que, solo en 2021, se perdieron USD 22 millones de ingresos potenciales por el calor. “Los sectores de construcción y agricultura son los más afectados”, remarcaron.
GANADERÍA. El alto consumo de carnes rojas se ha asociado a un incremento en el riesgo de muertes prematuras y en una mayor emisión de GEI.
Foto: Andina
La investigación también destacó que los cambios en el clima ponen en riesgo la producción agrícola: la duración promedio de la temporada de crecimiento de cultivos en 2021 disminuyó con respecto al periodo entre 1981 y 2010. La afectación se reportó especialmente para el caso del trigo de primavera (se redujo en 2,5%), el trigo de invierno (2,2%), el maíz (1,6%), la soya (1,3%) y el arroz (0,4%).
Asimismo, el reporte halló que, en 2019, se registraron 638.000 muertes prematuras atribuibles a dietas poco balanceadas en Sudamérica. De ese total, el 23% estuvieron asociadas a un alto consumo de carnes rojas y productos lácteos. Por ello, los autores recomiendan reducir el consumo de esos productos.
Además, afirman que los cambios en las elecciones alimentarias influirán de manera positiva en la reducción de gases de efecto invernadero. Eso debido a que las actividades de cambio de uso de suelo y la agricultura son dos de las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero en la región. Las mismas representan el 24% y 28%, de forma respectiva, de las emisiones totales.
En paralelo, Stella Hartinger, directora de LCSA, señaló que asegurar el acceso a energías menos contaminantes evitará el aumento de las concentraciones de GEI y tendrá impactos positivos en la vida de las personas.
En ese sentido, el reporte determinó que el uso de combustibles de biomasa para cocinar en países como Chile y Perú expone a las personas a niveles de contaminación altos.
Estas dos naciones, de acuerdo a información recopilada para el estudio, registran las mayores tasas de mortalidad atribuible a la contaminación del aire, medido a través del indicador de la cantidad de material particulado 2,5 (PM2,5): 230 y 176 muertes por millón de habitantes en Chile y Perú, de forma respectiva. En todo Sudamérica, se registraron 37.000 muertes asociadas a esta causa en 2020.
“Las olas de calor, los incendios forestales, el menor rendimiento de las cosechas, las amenazas a la seguridad hídrica y alimentaria provocadas por el cambio climático y la mayor aptitud climática para enfermedades infecciosas sensibles al clima, como el dengue, son sólo algunos de los muchos peligros potenciales cuantificables y crecientes relacionados con el clima que repercuten en la salud de la población”, concluyó el estudio.
Los sistemas de salud deben prepararse
El reporte encontró que los países sudamericanos no cuentan con las herramientas técnicas para hacer frente a las consecuencias actuales y futuras de la crisis climática en la salud de sus habitantes.
Pese a que LCSA identificó que las menciones a términos relacionados con la salud aumentaron en 130,4% en la reciente actualización de los compromisos climáticos de las naciones frente a la primera versión, estas solo fueron actualizadas por ocho de los 12 territorios sudamericanos. “Los países con mayor número de menciones fueron Venezuela, Paraguay y Colombia”, detallaron.
Sin embargo, dichos compromisos son, sobre todo, una expresión de la intención de asumir esos retos y no incluyen información sobre las actividades, responsabilidades y funciones que asumirán para cumplirlos. Por ello, los autores centraron el análisis en el Plan Nacional de Salud (NAP, por su sigla en inglés).
Los sistemas de salud en la región requieren de inversión en infraestructura”, dijo Anna Stewart.
Así, el informe halló que, hasta 2021, solo Brasil contaba con un NAP en el sector salud. En tanto, Argentina, Colombia, Chile y Perú indicaron tenerlos, pero, hasta entonces, no habían sido publicados o estaban en desarrollo.
En la misma línea, en la COP27 —celebrada en Egipto, en diciembre pasado— se acordó que los países incorporen sistemas de alerta temprana contra los fenómenos meteorológicos extremos.
A pesar de ese compromiso, los investigadores identificaron que solo Argentina y Brasil informan de la implementación de ese tipo de información climática para los sistemas de alerta temprana contra el calor en sus sistemas de salud.
“Argentina ha sido el único [país con un] sistema nacional de alerta temprana que se ha puesto en marcha y evaluado”, destacaron.
CONTAMINACIÓN. La polución atmósferica se ha atribuido a más de 30.000 muertes en 2020 en Sudamérica.
Foto: Andina
Finalmente, los autores resaltaron que, en Sudamérica, solo se ha usado el 10% (USD 36 millones) de la financiación aprobada en 2021 para la adaptación dedicada a la salud. Dicha cifra es notablemente inferior a las inversiones en combustibles fósiles.
El reporte detectó que el subsidio a combustibles fósiles en la región equivale al 10,5% del gasto gubernamental en salud. En contraposición, destacó que el financiamiento necesario para cumplir con los objetivos climáticos se encuentra entre el 7% y el 19% del PBI. En otras palabras, se requieren entre USD 470.000 millones y USD 1’300.000 millones para 2030.
En ese sentido, las principales acciones de adaptación recomendadas consisten en el fortalecimiento de los sistemas de salud, la ampliación de los espacios verdes urbanos y la construcción de infraestructuras esenciales más resilientes. Esto, con el fin de reducir los impactos sanitarios y promover la salud.
“Los sistemas de salud en la región requieren de inversión en infraestructura y servicios básicos que garanticen su operación y funcionalidad”, dijo Anna Stewart, autora del reporte, en un comunicado de prensa.