El reto de Polonia para recibir a las mujeres y niños ucranianos desplazados por la guerra

Más de dos millones de mujeres, niños y ancianos ucranianos han llegado al país escapando de la invasión rusa. Esto ha implicado separaciones devastadoras para las familias y deja en evidencia que la crisis de refugiados es, ante todo, una crisis para las mujeres y, en particular, para las cuidadoras. En paralelo, el desplazamiento forzado ha evidenciado las limitaciones de Polonia en su apoyo a las madres trabajadoras.

REFUGIADAS. Daryna Vasylieva con su nieta, Natalia, y su hija, Maria Skvortsova, junto a sus mascotas en un antiguo edificio de oficinas en Zabki, Polonia.

REFUGIADAS. Daryna Vasylieva con su nieta, Natalia, y su hija, Maria Skvortsova, junto a sus mascotas en un antiguo edificio de oficinas en Zabki, Polonia.

Foto: Maciek Nabrdalik / The New York Times

Por Amanda Taub

 

Algo que hay que entender sobre la crisis de los refugiados ucranianos en Polonia es esto: aproximadamente el 90% de las personas desplazadas son mujeres y niños. Debido al servicio militar obligatorio, Ucrania no permite que la mayoría de los hombres de entre 18 y 60 años abandonen el país. Así que las más de dos millones de personas que han cruzado la frontera para escapar de la invasión rusa son mujeres, niños y algunos ancianos.

Eso ha implicado separaciones devastadoras para las familias involucradas. Pero también significa que esta crisis regional de migración forzada es, ante todo, una crisis para las mujeres y, en particular, para las madres. Y mientras cientos de miles de familias desplazadas buscan diversas formas para ganarse el sustento, Polonia se enfrenta a las viejas limitaciones en su apoyo a las madres trabajadoras, que ahora se están convirtiendo en un asunto de gran urgencia geopolítica.

 

Un mundo de mujeres

Para comprender cómo se desarrolla la crisis, fui a Zabki, un pequeño suburbio en las afueras de Varsovia, que ejemplifica tanto la promesa como los desafíos de la respuesta a la llegada de los refugiados.

Los bajos precios de las propiedades y el cómodo acceso a Varsovia han convertido a Zabki en un destino popular para las familias jóvenes, lo que hace que la ciudad tenga una de las tasas de natalidad más altas de Polonia.

Sin embargo, en las últimas semanas, el crecimiento de la ciudad se ha acelerado más allá de lo que nadie esperaba. Los primeros refugiados llegaron a los pocos días de la invasión rusa, dijo Malgorzata Zysk, la alcaldesa local. Oficialmente, más de 1.500 refugiados ucranianos viven en la ciudad y, cada día, se registran unos 100 más. Pero Zysk estimó que los números reales ascienden al doble.

En un pequeño apartamento que le prestó el gobierno municipal de Zabki, una de esas refugiadas, Lyubomira Pancuk, me mostró las fotografías de su familia reunida para la Navidad ortodoxa en enero, en su casa en Ivano-Frankivsk, Ucrania. Aparecía embarazada junto a su esposo y sus tres hijas, y todos sonreían a la cámara. “Estábamos juntos, felices, esperando al bebé”, dijo.

Oficialmente, más de 1.500 refugiados ucranianos viven en Zabki y, cada día, llegan unos 100 más".

Menos de dos meses después, la guerra la obligó a huir a Polonia con sus hijos, que ahora incluyen un bebé de tres semanas, nacido prematuramente y con ictericia. Su esposo todavía está en Ucrania.

Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando describió la generosidad del gobierno y los residentes de Zabki. Pero la familia vive en condiciones precarias y depende de una pequeña asignación del gobierno polaco, y de la generosidad de sus vecinos polacos. En este momento, ella no puede trabajar porque debe cuidar a su bebé.

Las mujeres ucranianas en Polonia me contaron historias similares, una y otra vez. Me dijeron que sus prioridades eran simples: tener un lugar seguro para vivir con sus hijos, lejos de los bombardeos y las batallas.

Pero la seguridad y la estabilidad suelen costar más que la pequeña asignación que el gobierno polaco ofrece a las familias ucranianas. Miles de ciudadanos polacos en todo el país han prestado habitaciones o apartamentos a refugiados, pero muchos empiezan a preguntarse cuándo se irán sus invitados. Pronto tendrán que pagar el alquiler. Y para pagarlo, a medida que las rentas se disparan en todo el país por la repentina demanda, tendrán que trabajar.

Eso significa que las madres ucranianas deben resolver una versión de alto riesgo del problema que enfrentan las madres trabajadoras en todo el mundo: cómo encontrar cuidado infantil asequible y confiable, y empleadores dispuestos a satisfacer sus necesidades como cuidadoras.

 

Un entorno desafiante

Las políticas favorables a la familia, como los horarios de trabajo flexibles, son relativamente raras en los lugares de trabajo polacos, y son el legado de muchos años de altas tasas de desempleo, dijo Ida Magda, economista laboral de la Escuela de Economía SGH de Varsovia, que estudia la participación de las mujeres polacas en el mercado laboral.

El cuidado de los niños menores de tres años suele ser tan caro que a muchas mujeres les resulta más barato quedarse en casa hasta que sus hijos tengan la edad suficiente para ir al preescolar. Y, aunque el gobierno ha ampliado recientemente los centros preescolares financiados por el Estado para niños de tres a seis años, conocidos en Polonia como jardines de infancia, los cupos escaseaban en muchas partes del país, incluso antes de que comenzara la guerra.

Ahora, el gobierno polaco se esfuerza por resolver cómo ese sistema puede satisfacer las necesidades de las madres ucranianas que lo han perdido todo en la guerra y no cuentan con el apoyo de sus parejas.

Esta crisis regional de migración es, ante todo, una crisis para las mujeres y, en particular, para las madres".

Los niños mayores pueden asistir a las escuelas polacas. Y una directiva reciente del Ministerio de Educación instruyó a los preescolares para que agregaran tres cupos adicionales por clase con el fin de atender a los niños ucranianos.

Pero las madres con niños pequeños o bebés tienen menos opciones. En Zabki, por ejemplo, no hay guarderías estatales para niños menores de tres años. Algunos centros privados ofrecen descuentos temporales o plazas gratuitas para los niños ucranianos, pero esa asistencia es escasa y no será una solución fiable a largo plazo, incluso para quienes tengan acceso a ella.

A madres como Lyubomira Pancuk, esa situación le deja pocas opciones. Tal vez cuando el bebé sea un poco más grande, dijo, sus hijas mayores podrían cuidarlo unas horas al día para que ella pueda trabajar a tiempo parcial. “No sé cuáles serán mis planes”, dijo. “Solo vivo un día a la vez”.

 

Un sistema puesto a prueba

Grazyna Swiezak, directora del preescolar Zielony Dinek, en el centro de Zabki, dijo que ella y su personal estaban felices por la oportunidad de ayudar a los niños ucranianos.

La escuela anticipa que algunos niños refugiados necesitarán apoyo emocional, y Swiezak dijo que espera poder contratar psicoterapeutas que hablen ucraniano o ruso para ayudarlos. Pero en mi reciente visita al preescolar, la escena parecía idílica. En una fila de aulas iluminadas por el sol, los niños ucranianos jugaban con nuevos amigos.

Sin embargo, la buena voluntad no necesariamente puede superar las limitaciones institucionales. El tamaño de las clases preescolares, por ejemplo, estaba destinado a garantizar que los niños tuvieran una supervisión adecuada. Ampliar los cupos podría poner en peligro la educación de los niños y quizás su seguridad.

Los lugares creados para los niños ucranianos ya se están llenando. Más de la mitad de los nuevos espacios en Zielony Dinek ya están ocupados, dijo Swiezak. Cada día llegan nuevas familias a la ciudad. Y, si el gobierno amplía el apoyo a las madres ucranianas sin hacer esfuerzos similares para satisfacer las necesidades de las mujeres polacas, existe el riesgo de que se genere una reacción política negativa.

Tenemos que hacer todo lo posible para evitar que se generen resentimientos", dijo la economista Ida Magda.

En las puertas de entrada de la escuela, por ejemplo, había páginas y páginas de listas de espera con los nombres de las familias polacas que habían solicitado plazas en la escuela. Muchas obtendrán lugares para sus hijos en otras escuelas, menos deseables o convenientes que Zielony Dinek. Pero es posible que otras personas tengan que seguir batallando para encontrar soluciones.

Los padres de todo el país están en posiciones similares. “Muchas de esas personas que vieron que sus hijos no pudieron entrar al jardín de infantes ahora se estarán preguntando: ¿Cómo es que los otros niños obtienen los nuevos cupos?”, dijo Magda.

A la profesora le preocupa que, con el tiempo, eso pueda generar resentimiento. “Algunas personas comprenderán el hecho de que estas personas han sufrido tanto y querrán ayudarlos a vivir con seguridad en el territorio polaco”, dijo. “Pero a otros no les importará tanto”.

“Lo último que necesitamos es un conflicto aquí. Esto es lo que quiere Putin”, dijo Magda. “Así que tenemos que hacer todo lo posible para tratar de evitar eso”.

 

@2022 The New York Times Company

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