TENSIÓN. Kabul, capital de Afganistán. El presidente de EE.UU., Joe Biden, anunció una retirada completa de las tropas estadounidenses para el 11 de setiembre.
Por Adam Nossiter
La realidad de una inminente retirada estadounidense de Afganistán difiere de su probabilidad tan anticipada. En la capital, Kabul, y en otros centros urbanos ya se siente la ansiedad engendrada por esta nueva certeza. El miedo de los afganos es multifacético, evocado por el macabro historial de los talibanes, los amargos y vívidos recuerdos de la guerra civil y la debilidad ampliamente reconocida del gobierno actual. Estas condiciones, a su vez, empujan el pensamiento afgano hacia una sola dirección: el gobierno y las fuerzas armadas del país no sobrevivirán sin el apoyo de Estados Unidos.
Muchos legisladores, funcionarios de seguridad y diplomáticos estadounidenses están de acuerdo con esta opinión sombría. Esta misma semana, la evaluación de inteligencia de Estados Unidos, presentada al Congreso, sugirió en esencia lo mismo: “Al gobierno afgano le costará mantener a raya a los talibanes si la coalición retira el apoyo”.
En Kabul y otros centros urbanos ya se siente ansiedad ante la inminente retirada de las tropas estadounidenses".
Durante sus cinco años en el poder (de 1996 a 2001), los talibanes implementaron uno de los regímenes más opresivos y teocráticos del mundo. Durante los años de insurgencia del grupo, casi nada en su postura y comportamiento público sugiere que haya cambiado mucho, al menos ideológicamente.
En las ciudades de Afganistán, la nueva sociedad de clase media, que surgió bajo el paraguas de la seguridad estadounidense durante los últimos 20 años, teme un retorno a esa era de gobierno.
ATENTADO. Trabajadores de salud y militares ayudando a las víctimas de un ataque reivindicado por el Estado Islámico, en la ciudad de Kabul, en 2018.
Foto: Jim Huylebroek/The New York Times
Sin embargo, es poco probable que los talibanes puedan entrar a Kabul como lo hicieron en setiembre de 1996 y simplemente volver a imponer a la fuerza su Emirato Islámico. Desde entonces, muchas cosas han cambiado en la capital de Afganistán y otros centros urbanos.
Los talibanes también parecen reconocer que dependen de la ayuda y el reconocimiento internacional para poder gobernar de manera efectiva. Con ese fin, dicen algunos analistas, existe cierto imperativo por encontrar soluciones políticas para conquistar su anhelado regreso al poder.
Además, y quizás lo más importante, es que existen demasiados posibles centros de resistencia armada que no desaparecerán silenciosamente. Eso, a su vez, conduciría a una intensificación de la guerra civil que ya está consumiendo gran parte del país.
Tras el anuncio del gobierno de Joe Biden, el pasado 14 de abril, de una retirada completa de las tropas estadounidenses para el 11 de setiembre, todavía hay varias preguntas que deberán responderse de aquí a entonces.
¿Podrán los grupos terroristas como el Estado Islámico y Al Qaeda volver a representar una amenaza?
Estados Unidos invadió Afganistán en octubre de 2001, pocas semanas después de que Al Qaeda realizara los ataques terroristas del 11 de setiembre en suelo estadounidense. La misión inicial era expulsar a Al Qaeda y evitar que utilizara a Afganistán como un refugio para lanzar otro ataque contra Estados Unidos, un objetivo que se logró en gran medida.
Las agencias estadounidenses han dicho que no creen que Al Qaeda u otros grupos terroristas representen una amenaza inmediata para Estados Unidos desde Afganistán, aunque el Grupo de Estudio Afgano establecido por el Congreso afirmó a principios de este año que una retirada “podría conducir a una reconstrucción de la amenaza terrorista a Estados Unidos en un plazo de 18 meses a tres años”.
Por otra parte, la filial del Estado Islámico en Afganistán fue derrotada por fuerzas militares en su bastión oriental a finales de 2019. Sin embargo, elementos más pequeños y amorfos siguen operando con baja intensidad en la región, incluso en Kabul, esperando sacar provecho de lo que pueda suceder en los próximos meses.
¿Qué sucederá con el acuerdo de febrero de 2020 entre Estados Unidos y los talibanes?
El acuerdo de febrero 2020 entre Estados Unidos y los talibanes estableció las condiciones y el cronograma bajo el cual Estados Unidos se retiraría de Afganistán. Pero lo que se pidió a cambio, como tomar medidas antiterroristas e iniciar conversaciones con el gobierno afgano, ha sido difícil de garantizar en algunos casos.
Actualmente, Estados Unidos está cumpliendo con su compromiso, aunque lo está haciendo después de la fecha límite original (1 de mayo) acordada en el trato de febrero.
VULNERABLES. Estudiantes de la Academia Mawoud, en Kabul, el 10 de marzo pasado. En 2018 murieron al menos 40 personas en este lugar por un atentado suicida.
Foto: Kiana Hayeri/The New York Times
“No estamos de acuerdo con la postergación de la fecha de retirada del 1 de mayo”, dijo Zabiullah Mujahid, portavoz de los talibanes en un canal de televisión local, el 13 de abril. “Cualquier demora después de esa fecha no es aceptable para nosotros”.
No queda claro si los talibanes interpretarán esta retirada diferida como una violación del acuerdo y reanudarán los ataques a gran escala contra las fuerzas afganas y estadounidenses.
¿Qué significa esto para el presidente Ashraf Ghani y su gobierno?
La supervivencia del gobierno actual en Kabul depende por completo del desempeño de las fuerzas armadas afganas. Justo en este momento, el panorama es relativamente desalentador. Los talibanes creen que ya han ganado la guerra contra las fuerzas afganas desde una perspectiva militar, y quizás tengan razón.
Los soldados y la policía afgana han abandonado decenas de puestos de control, mientras que otros han sido capturados a la fuerza; y los funcionarios de seguridad occidentales y afganos consideran insostenible la tasa de deserción entre las fuerzas de seguridad.
FACCIÓN. Miembros de los talibanes en la provincia de Laghman el año pasado.
Foto: Jim Huylebroek/The New York Times
Sin embargo, mientras el presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, pueda seguir manteniendo su fuerza especial de élite, compuesta por unos 20.000 o 30.000 hombres, y pagarles, gracias a los estadounidenses, es posible que pueda conservar el poder por un tiempo. Los estadounidenses financian las fuerzas militares afganas con una suma de 4.000 millones de dólares anuales. Si ese presupuesto es reducido por un Congreso que no está dispuesto a pagar una guerra ajena, Ghani estará en problemas.
También es probable que las fuerzas controladas por los numerosos y poderosos líderes regionales del país se envalentonen con la retirada estadounidense y constituyan una amenaza adicional para el gobierno de Ghani. Estos agentes del poder podrían verse tentados ahora a cerrar tratos con el bando que claramente tiene la ventaja, los talibanes, o dedicarse a intentar asegurar sus pequeñas porciones del país y volver a asumir sus puestos de caudillos.
¿Podrán las fuerzas de seguridad afganas proteger a las ciudades sin los estadounidenses?
Los funcionarios de seguridad estadounidenses y afganos han expresado en repetidas ocasiones su escepticismo sobre la capacidad de las fuerzas afganas de mantener el control por mucho tiempo, una vez que los estadounidenses se retiren.
Los talibanes han pasado los últimos meses capturando bases y destacamentos e instalando puntos de control cerca de las capitales de todo el país. Hasta el momento, han decidido no atacar directamente estos ejes mientras negocian su retorno al poder, tanto con Estados Unidos como con el gobierno afgano.
DEFENSA. Fuerzas de seguridad en una carretera en Kabul en enero de este año.
Foto: Jim Huylebroek/The New York Times
Si los talibanes deciden comenzar a realizar operaciones militares en los próximos meses contra estos centros, la combinación de la baja moral de las fuerzas de seguridad afganas, la incertidumbre de los salarios, las altas tasas de fallecidos y el temor de que la ausencia repentina del crucial apoyo aéreo de Estados Unidos los condene a la derrota, podría terminar generando un pronto desmoronamiento de las fuerzas militares y policiales. Los funcionarios militares y de inteligencia de Estados Unidos han sugerido un plazo limitado: unos cuantos años en el mejor de los casos.