TRUMPISMO. Autoridades de EE.UU. temen posibles manifestaciones hoy cuando asuma Joe Biden.
Por Kevin Roose
Cada mañana, Valerie Gilbert, escritora y actriz egresada de la Universidad de Harvard, se despierta en su apartamento del Upper East Side en la ciudad de Nueva York; alimenta a su perro, Milo, y a sus gatos, Marlena y Celeste; se prepara una taza de café, y se sienta en la mesa ovalada de su comedor. Luego, abre su computadora portátil y comienza a luchar contra la conspiración mundial.
Gilbert, de 57 años, es una creyente de QAnon, la teoría de la conspiración a favor de Trump. Como todos los fieles de QAnon, está convencida de que el mundo está gobernando por un grupo satánico de pedófilos que incluye a los principales demócratas y a las élites de Hollywood y que el presidente Donald Trump lleva años a la cabeza de una misión ultrasecreta para llevar a estos malhechores ante la justicia.
Ella desenmascara esta red de falsedades en su página de Facebook, donde publica decenas de veces al día; a menudo comparte enlaces de sitios de derecha como Breitbart y The Epoch Times o memes de QAnon que saca de Twitter. Un día, hace poco, despotricó en su muro contra los cierres para contener la COVID-19, con un meme pixelado en el que acusaba al Congreso de “alta traición”, seguido por una publicación en la que decía que Lady Gaga era satánica y una afirmación de que “covfefe”, un error de dedo que Trump tuiteó de manera accidental hace tres años, era un mensaje de inteligencia codificado.
“Soy la reina de los memes”, me dijo Gilbert. “No los hago, pero comparto los memes infames y no tengo filtros”.
Estos son tiempos confusos para los seguidores de QAnon, una teoría conspirativa desquiciada nacida en las entrañas de Internet. Les dijeron que Trump se iba a reelegir con una victoria aplastante y que una “tormenta” que se avecinaba expondría a la red mundial de pedofilia y llevaría a sus cabecillas ante la justicia.
Sin embargo, no ha habido arrestos masivos y Trump dejará su cargo el miércoles en medio de un segundo juicio político. Muchos de los principales seguidores de QAnon fueron arrestados por ser parte de la turba que se amotinó en el Capitolio de Estados Unidos este mes y ocasionó varias muertes. A miles de ellos se les ha prohibido el acceso a las principales redes sociales por difundir información errónea sobre el fraude electoral y los organismos de aplicación de la ley están tratando el movimiento como una amenaza extremista nacional.
Estos reveses han dejado a los creyentes de QAnon como Gilbert en espera de un milagro de último minuto. En el caso de Gilbert, su teoría actual es que Trump no dejará su cargo el miércoles, sino que declarará la ley marcial, desclasificará la información condenatoria sobre el “Estado profundo” y arrestará a miles de miembros de la conspiración, incluido el presidente electo Joe Biden.
Como cualquier movimiento de su tamaño (que muy seguramente es de millones, aunque es imposible de cuantificar), QAnon incluye una amplia gama de creencias y tácticas. Algunos “anons” son conspiradores veteranos que han pasado años explorando los muchos afluentes de la teoría. Otros son conversos más recientes que solo tienen una vaga idea de cómo se conecta todo. Hay guerreros de teclado respetuosos de la ley, así como radicales violentos y desquiciados.
No hay duda de que QAnon, que comenzó en 2017 con una serie de publicaciones anónimas en el foro de discusión en línea 4chan publicados por “Q”, una persona que dice ser un alto funcionario del gobierno, ha superado sus raíces en los márgenes de la extrema derecha. Ahora es una extensa comunidad de las teorías de la conspiración que incluye mamás practicantes de yoga de la izquierda, libertarios que están en contra de los cierres por la COVID-19 y trumpistas que proclaman “detengan el robo”. Los creyentes de QAnon son jóvenes y viejos, hombres y mujeres, educados y analfabetas. Cada comunidad estadounidense está bien representada: hay dentistas, bomberos y agentes de bienes raíces que un día decidieron adentrarse en el laberinto de las redes sociales y ya nunca salieron.
“No hablamos solo de célibes involuntarios que viven en los sótanos de sus padres y no pueden conseguir un trabajo de verdad”, explicó Mike Rothschild, un investigador de las teorías de la conspiración que está escribiendo un libro sobre QAnon. “QAnon le da un propósito a tu ira y te dice qué hacer al respecto. Eso es algo que puede atraer a cualquiera que por algún motivo se siente marginado”.
El pedigrí de élite de Gilbert (asistió a la Escuela Dalton en Manhattan y trabajó en The Harvard Lampoon con Conan O’Brien en los años ochenta) ejemplifica la amplia gama de personas que han caído bajo el embrujo de Q. Y su historia nos da un atisbo de cuán difícil será hacer que esas personas vuelvan a la realidad.
Personas como Gilbert y muchas otras no solo se sienten atraídas a QAnon por el contenido de la teoría de la conspiración en sí, sino por la comunidad y el sentido de misión que proporciona. A los nuevos creyentes de QAnon se les invita a los chats y a los textos grupales, y sus mensajes reciben una gran cantidad de “me gusta” y de retuits. Se vuelven amigos y se les dice que no son solitarios adictos al Facebook que se dejan deslumbrar por las fotos de los paparazzi, sino patriotas que reúnen “información” para una revolución justa.
Este elemento social también significa que los seguidores de QAnon no se les convencerá de la falsedad de sus creencias solo mediante la lógica y la razón.
“Estas personas no son miembros de un culto babeantes y con el cerebro lavado”, dijo Rothschild. “A las personas que están en Q les encanta. Les gusta ser parte de ese grupo. No es que van a salirse al ver que se desacreditan y verifican los hechos, porque están ahí por gusto”.
Conocí a Gilbert en 2019, unos meses después de que se metiera de lleno en QAnon. De manera amistosa y con voz dulce, me explicó que la élite de Hollywood realizaba rituales de sangre de los Illuminati a puerta cerrada, que en la computadora portátil del excongresista Anthony Weiner había un video de Hillary Clinton cometiendo un asesinato y que las fotografías de un reciente encuentro entre Trump y la reina Isabel II demostraban que él la había destronado en secreto.
A pesar de estos delirios, Gilbert (quien se describe a sí misma como una mística que ha escrito cuatro libros, con títulos como "Swami Soup") me pareció una excéntrica de la Nueva Era a la que le vendría bien alejarse durante algún tiempo de las pantallas. Desdeña los medios de comunicación convencionales, pero aceptó que le hiciera un perfil y nos mantuvimos en contacto.
En una serie de conversaciones, me enteré de que desde hace mucho tiempo sospechaba de las élites de sus días en Harvard, cuando se sentía fuera de lugar entre la gente que consideraba niños ricos y esnobs. De adulta, se unió a la izquierda que está en contra de la clase dominante, defendía los derechos de los animales y apoyaba las protestas por el oleoducto de Standing Rock. Admiraba al grupo hacktivista Anonymous y a denunciantes como Julian Assange y Edward Snowden. Durante la mayor parte de su vida, fue demócrata registrada, pero en las elecciones presidenciales de 2016 votó por Jill Stein, la candidata del Partido Verde, después de decidir que los dos principales partidos eran corruptos.
El camino de Gilbert hacia QAnon comenzó en 2016 cuando WikiLeaks publicó una colección de correos electrónicos hackeados pertenecientes a la campaña de Clinton. Poco después, comenzó a ver publicaciones en las redes sociales sobre algo llamado #Pizzagate. Ya antes se había adentrado en las teorías conspirativas, pero el “pizzagate” ―que sostenía falsamente que demócratas poderosos dirigen una red de tráfico sexual de niños en una pizzería de Washington y que todo esto estaba detallado en código en los correos electrónicos de Clinton― la dejó boquiabierta. Si era cierto, pensó, conectaría todas sus sospechas sobre las élites y explicaría las horribles verdades que habían estado encubriendo.
“Fue como dejar de ser daltónica y ver los colores por primera vez”, dijo. “Fue como la Matrix, todo empezó a caer en su sitio”.
El “pizzagate” preparó a Gilbert para QAnon, que descubrió a través de los videos de YouTube de un psíquico británico. De inmediato, se apoderó de su vida y la hizo inclinarse de manera brusca a la derecha. Al parecer, de la noche a la mañana, su muro de Facebook cambió de peticiones de Change.org y tiernas fotografías de animales a enlaces de Gateway Pundit y memes de “Killary Clinton”.
Como muchos de los incondicionales de QAnon, Gilbert tiene un apego puramente virtual al movimiento. Dijo que nunca había asistido a un mítin de QAnon y que ni siquiera conocía a otro creyente de QAnon en persona. Trabaja desde su casa como narradora independiente de audiolibros, rara vez sale de su apartamento y se rio cuando le pregunté si alguna vez tomaría las armas por Q.
“Soy una soldado digital”, dijo. “Trabajo desde una computadora”.
No estuvo en el motín del Capitolio y negó que QAnon fuera un movimiento violento. Dijo que no había pruebas de que los participantes fueran creyentes de QAnon y sugirió que podrían haber sido activistas antifa disfrazados, todo lo cual ha sido ampliamente desacreditado. Parecía sentirse frustrada por el hecho de que se hubiera certificado la victoria electoral de Biden ―algo que Q nunca había predicho―, pero dijo que su fe seguía intacta.
“Los altibajos no me han desconcertado porque los entiendo”, dijo. “Esta es una guerra de información, de propaganda, y yo solo la voy navegando”.
Esta semana, cuando Biden se convierta en presidente y Trump deje la Casa Blanca, será un gran golpe para la mitología central de QAnon y puede forzar a algunos creyentes a reconocer que les han mentido. Muchos se las ingeniarán para darle la vuelta a los acontecimientos y dirán que es una victoria o que prueba que Trump llegó para quedarse y volverá. Otros abandonarán Q sin hacer aspavientos y transferirán su entusiasmo a una nueva teoría de la conspiración. Algunos podrían regresar a la realidad.
Gilbert sabe que algunos de sus camaradas de viaje se están impacientando. Su pozo diario de contenido de QAnon se está secando y sus influyentes favoritos del grupo fueron desterrados de todas las aplicaciones, a excepción de la calculadora y la que brinda información sobre la bolsa de valores. Algunos amenazan abiertamente con denunciar a Q y abandonar el movimiento si Biden toma posesión.
No obstante, la reina de los memes no se deja intimidar. Ella confía en el plan de Q, al menos por un poco más de tiempo y quiere que ellos compartan su confianza.
“Prepárense y mantengan la calma”, escribió Gilbert a sus amigos de Facebook recientemente. “Más vale paso que dure, que trote que canse. Ahora estamos en la recta final”.