CONTINUISMO. Para el politólogo Eduardo Dargent, si no entran nuevos actores políticos a la contienda electoral se continuará en las mismas condiciones de crisis.
Con 49 civiles muertos en las protestas de diciembre de 2022 y enero de 2023, una desaprobación del 77% según las últimas encuestas, y un Congreso que intenta controlar instituciones clave para la democracia, el gobierno de Dina Boluarte continúa en pie.
El último jueves, desde Palacio de Gobierno, la presidenta anunció que el adelanto de elecciones era un tema cerrado. “Nosotros seguiremos trabajando de manera responsable [...] hasta julio de 2026”, dijo.
Asimismo, un día antes, durante el encuentro bilateral con Guillermo Lasso, presidente de Ecuador, la mandataria advirtió a quienes están anunciando una posible tercera Toma de Lima: “¿Cuántas muertes más quieren? Por amor de Dios ¿Acaso no les duele en el alma haber perdido más de 60 personas en esas movilizaciones violentas? Que ninguna de esas muertes la ha provocado ni buscado el Gobierno”.
Para el politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Eduardo Dargent, Dina Boluarte maneja una “pésima narrativa” que ha recibido mayor tolerancia de las élites, los medios y el Legislativo.
“No olvidemos que Pedro Castillo era altamente impopular, pero no era respaldado por los que hoy apoyan a Dina Boluarte frente a las mismas condiciones de violencia en protestas”, recordó el experto.
En la presentación del informe de balance por los primeros seis meses de gobierno, la presidenta dijo que su mandato ha “preservado el orden democrático y el Estado de derecho” y que le ha “dado calma y sosiego al país”. ¿Considera que estamos en un momento de tranquilidad social y política?
Creo que es evidente que no, para cualquier observador de lo que está pasando en Perú y que conoce un poco lo que es América Latina. Se ha profundizado la degradación de la democracia.
El tipo de eventos que hemos visto en diciembre y enero, y en estos seis meses, muestran la irresponsabilidad de una presidenta que decidió, desde un inicio, dar el mensaje de que se quedaba, tomándose una foto con el Congreso. No olvidemos eso porque es bien importante. No es una situación en la cual la presidenta pueda decir “yo dije que me iba”. Mentira. Esos primeros días fueron clave.
Nada de esto minimiza las protestas y el vandalismo que pudo haberse dado. Eso hay que tenerlo claro, decirlo, repetirlo: hubo, también, actos de violencia. Pero ver a una presidenta que no entendió su rol transicional exasperó al país, incrementó esa sensación de malestar en las protestas y condujo a una alta cantidad de muertos.
Un Gobierno con 14% de apoyo no te puede decir 'te estoy trayendo de vuelta a la democracia'".
Decir que hemos preservado la democracia y que la democracia va bien, cuando la popularidad del régimen y las críticas al régimen son altísimas... Esa afirmación se pega y va de la mano de las teorías más conspirativas que tenemos desde tiempos del [falso] fraude: “esto es una guerra contra el comunismo”, “acá hay un interés boliviano u extranjero de entrar”, “aquí ha habido un gran plan”.
Este es un Gobierno que, lamentablemente, ha conseguido apoyo de algunos medios de comunicación y un sector de las élites que dice "bueno, es preferible esto al comunismo”. O “bueno, que aguante porque mal que bien nos ofrece cierta garantía de continuidad”.
Esta [la de Dina Boluarte] es una pésima narrativa. Es una forma de echar más sal a la herida frente a hechos que han golpeado a buena parte del país. Un Gobierno con 14% de apoyo no te puede decir “te estoy trayendo de vuelta a la democracia”.
IRRESPONSABILIDAD. Para Dargent, la presidenta dio el mensaje de querer quedarse desde un inicio, lo cual agitó a la ciudadanía que estaba en su contra.
Foto: Presidencia de la República
Las últimas encuestas de Datum e Ipsos revelan que el 77% de peruanos y peruanas desaprueba el mandato de Boluarte. En noviembre de 2022, días antes del intento de golpe de Estado, Pedro Castillo tenía 66% de desaprobación, según el IEP. Ha mencionado a la prensa y las élites que apoyan a la presidenta, ¿qué pasa con el Congreso?
Olvidé mencionar al Congreso. Uno pensaría que hay una oposición dura contra Boluarte en la izquierda. Pero en realidad es relativo porque este es un Congreso que le da la mano en un gran acuerdo de quedarse. Esa polarización existe, es real, y la veríamos si tuviéramos elecciones.
Sin embargo, debajo de esta polarización tienes grandes acuerdos para quedarse. Un toma y daca que ahora lo estamos viendo con los congresistas ‘mocha sueldos’: “no te sanciono porque, probablemente, yo también lo he hecho”. Y no solamente eso, sino también todo lo que hacen para que voten por intereses particulares: “no te sanciono, pero a cambio dame algunas cosas”.
El Congreso es el gran soporte del Ejecutivo, incluido un sector que debería ser su oposición, pero que está contento con quedarse ganando tiempo, ganando más dinero. Creo que es un Congreso que se ha degradado mucho en parte por esta reforma de no reelección que se dio con Vizcarra y que creo que sostiene al Ejecutivo.
El Congreso es el gran soporte del Ejecutivo, incluido un sector que debería ser su oposición".
¿Qué hay con la prensa?
Por el lado de la prensa, las portadas son clarísimas. Cuando [en el Gobierno de Pedro Castillo] con justicia se mencionaba: “tienes un montón de operadores cercanos al presidente, gente de confianza en sitios clave, donde se puede robar mucho y está pasando y hay denuncias”, era excelente.
Pero ese mismo tratamiento no se ha dado con Dina Boluarte. Las dudas o los problemas que generaron algunos casos no han recibido similar denuncia y atención.
Especialmente recuerdo cuando, el 5 de abril [de 2022], se salió a la calle a protestar por lo que fue una medida cobarde del presidente Castillo, que era “quédense en casa como en una cuarentena, porque tenía miedo a la protesta”. La gente salió y hubo un poco de violencia, pero los medios levantaron esa violencia como si fuera tremendo lo que había sucedido.
Similar violencia los medios han sabido pasarla o dejarla ir, o levantar esta narrativa de grandes y poderosas conspiraciones. Como dije, por supuesto que hubo actos violentos, gente que pensó que podía tomar ciertas acciones, mafias paralelas que quemaron fiscalías. Pero eso no quita que el manejo de la represión fue totalmente desproporcionado y con consecuencias terribles para muchas personas.
COMPLICIDAD. El Congreso es el gran soporte del Ejecutivo, afirma el politólogo, incluidos los que serían oposición, pues prevalece el ansía de quedarse en el poder.
Foto: Congreso de la República
¿Cómo cambia este panorama de tolerancia por la presidenta Boluarte con las últimas declaraciones de la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori?
Habrá que ver en los siguientes días qué está buscando Keiko Fujimori. No me sorprendería que acá también haya una presión por otros objetivos: de repente avanzar las reformas electorales que les interesan… El juego largo todavía lo estamos viendo.
Lo que es claro, me parece, es que [Keiko Fujimori] ha buscado hacer política y desmarcarse de lo que todo el mundo está diciendo: "este es un gobierno del Congreso, que hace lo que el Congreso le pida. Y, en ese Congreso, llevan la voz cantante los partidos de derecha". Entiendo que este es un movimiento para decir: “que no se me pegue la impopularidad de la presidenta”, “yo no soy un soporte de este Gobierno”, “más bien, soy crítico y estoy retomando una agenda electoral”.
¿Y qué posibilidades tiene Keiko Fujimori en la agenda electoral?
Ahí pueden pasar varias cosas. Primero, no sería la primera vez que un ataque del fujimorismo fortalezca a su rival. El fujimorismo es especialista por su desprestigio, por su “anti”. No hay que perder de vista que es muy difícil que Keiko Fujimori se posicione.
En cualquier otro lugar, en cualquier otro país, en cualquier otra organización más formada tendrían muy claro que una persona que perdió elecciones contra el representante de la más rancia derecha liberal limeña, Pedro Pablo Kuczynski, que perdió frente a Ollanta Humala siendo el candidato de la izquierda, y que perdió contra Pedro Castillo, que venía de una izquierda más radical y sin discurso de Vladimir Cerrón, en cualquier otro partido se hubiesen dado cuenta de que esa candidatura es radioactiva.
Una política, al ser tan personalista, se llena de muchos sobones, de gente que vive dependiendo del líder. No hay la capacidad de tomar distancia y decir “lo mejor que podría hacer el fujimorismo es conseguir un liderazgo alterno fuerte”. Seguir apostando a la misma persona que te ha hecho perder siempre es complicado. Y va a ser más complicado si se siguen perpetuando estas condiciones en las cuales el Congreso se está metiendo por todos lados.
No hay que perder de vista que es muy difícil que Keiko Fujimori se posicione".
Retomando el tema de la presidenta Boluarte, esta se acogió a su derecho al silencio en el Ministerio Público, antes de las preguntas de la Procuraduría y de la defensa de las víctimas de las recientes protestas. Además, en su balance solo se refirió a los deudos y heridos señalando que se les había dado apoyos económicos. ¿Cómo evalúa su discurso sobre el casi medio centenar de civiles muertos?
No hay explicación clara. No puede haber explicación clara. Finalmente, lo que explica tanta tolerancia con las muertes es haber comprado un discurso muy conspirativo. Lo vimos en unas declaraciones de miembros de las Fuerzas Armadas, diciendo “aquí está infiltrado el terrorismo”, “estamos en una suerte de guerra”. Haber exacerbado ese tipo de discurso permite entender que se ha manejado la situación como si fuese una especie de guerra.
Lo que hay que investigar es si, al final, hubo relación penal. No basta con que haya habido un hecho lamentable para que haya una cadena de mando, de repente simplemente fue un lugar, un grupo o fue individual. Pero es evidente que no hay ni siquiera la pregunta abierta a profundidad de saber qué pasó, cómo este contexto colaboró a un tipo de acción. No estamos hablando de episodios solo contenciosos, sino de algo mucho más amplio y que, me parece, no hay interés en esclarecer.
Incluso les diría a quienes creen que lo que importa es la estabilidad económica, que esto ya está afectando y va a seguir afectando las potencialidades del Perú para cualquier tipo de inversión. Si interesa esta comunidad nacional, es urgente tomar consciencia de que estamos en manos de un Gobierno muy pragmático, a la defensiva, sin ideas. Y de un Congreso al cual se le ha borrado la agenda política del bienestar de la población. Esas cosas ni siquiera se discuten.
Si interesa la comunidad nacional, es urgente tomar consciencia de que tenemos un Gobierno sin ideas".
Esta actitud no es nueva en los gobiernos…
La construcción de la nación peruana, disculpa que me vaya tan atrás, pero la construcción de la nación peruana se ha dado precisamente como una gran promesa de integración en un país que, desde sus inicios, tenía claras jerarquías y desigualdades. La República tenía que venir a ayudar a superar esas desigualdades, trabajar esos conflictos, mejorar las condiciones de vida y, por lo menos, garantizar algo básico en toda democracia: un igual trato, una igual consideración, el respeto de la ley.
Lo que estamos viendo en este momento, desde la prédica de algunos actores, muchos limeños políticos que dicen “no, lo que pasó es que ha habido rebeldes”, “ha habido revueltas”, “ha habido vándalos, una conspiración que fue controlada por nuestras gloriosas Fuerzas Armadas”.
Sin duda, lo que esto genera es radicalizar o fortalecer movimientos que te están diciendo “no tenemos nada que esperar del gobierno nacional”, “no tenemos nada que esperar de Lima”, “aquí no hay nación posible”.
Creo que no estamos cayendo en cuenta que lo que ha pasado es un quiebre nacional. Que es algo fuertísimo que puede ser ignorado por Lima, pero que nos va a costar mucho, si lo que queremos ser como país es justamente un país donde las diferencias se acorten y donde haya un proyecto para todos, que permita tener ciertos horizontes de cambio para adelante, y que saque de juego a los sectores más radicales.
ESTRATEGIA. Esta semana, la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, marcó distancia del discurso "triunfalista" de Dina Boluarte.
Foto: Andina
La encuesta de Datum también revela que alrededor de la tercera parte de peruanos considera como “pésima” la capacidad para gobernar, la confianza que genera y la honradez y honestidad de la presidenta. Sin embargo, el premier Alberto Otárola declaró que las elecciones deberían ser en 2026, según la Constitución. A estas alturas ¿qué tanto cambiaría el panorama un adelanto de elecciones?
Creo que hay que ser conscientes de algo previo, que es que estamos en un equilibrio político de bajo nivel. Yo estoy de acuerdo con el adelanto de elecciones, y creo que ayudaría.
Pero, en estas circunstancias, puede llevarnos a lo que tenemos y a lo que hemos vivido desde hace buen tiempo: un Congreso fragmentado, pero con suficiente capacidad para articular intereses muy menudos, partidos que se van reciclando, un Congreso al que siempre llegan personajes similares. Y se puede lograr cierta estabilidad en esta suerte de mediocridad. El actual Congreso no está pensando en el mediano plazo, en temas programáticos, sino más bien en intereses muy concretos.
Por otro lado, tenemos un Ejecutivo con límites al momento de desarrollar políticas públicas centradas en el bienestar. No es por entrar en la fracasomanía, pero creo que si uno mira la región, el Perú está en un rango muy bajo de calidad de la política.
Estamos construyendo un tipo de representación que combina intereses de cortísimo plazo, amateurismo y, además, espacios de polarización que hacen muy difícil la construcción de reformas de partes importantes de la administración pública, del bienestar, de programas sociales.
En este momento la política peruana está produciendo resultados de muy baja calidad, y con alta deslegitimación".
No hay un plan a largo plazo…
Nuestra clase política no está pensando en el mediano o en el largo plazo. Nos están comiendo una serie de problemas que son gravísimos para un país como el nuestro: temas de productividad, de diversificación productiva, cosas que son muy valoradas por la misma empresa privada.
Mi impresión es que en este momento la política está produciendo resultados de muy baja calidad, y con tanta deslegitimación que hace muy difícil pensar en alternativas que nos saquen de este hoyo.
El adelanto de elecciones podría ayudar, sí. Pero hay un escenario muy fuerte, que a veces minimizamos: la continuidad de este estado de cosas. Con todos los problemas que tuvo el Perú de 2001 a 2016 queda claro que esto es peor.
En ese momento podíamos criticar que no había políticas redistributivas suficientes, que no se atendía un montón de áreas del territorio, pero, mal que bien, había algunos planes. Mucho de eso se ha perdido con el crecimiento de poder del Congreso, con el debilitamiento del Ejecutivo y con el mayor amateurismo de los partidos políticos. Si le tiras encima la polarización, es una situación bien penosa.
Entonces ¿tenemos las misma posibilidades tanto si se adelantan las elecciones como si se espera al 2026?
Lo que quiero decir es que el adelanto de elecciones tiene que llevar a otro tipo de alianzas o arreglos políticos que permitan aprovechar la oportunidad para que vaya mejor. Creo que es peor no adelantarlas, porque en este equilibrio lo que estamos viendo primero es un debilitamiento democrático, un debilitamiento de la calidad de gestión del Estado, un incremento del poder congresal golpeando en ciertas áreas. Entonces sí sería mejor intentar un adelanto.
Pero no hay que creer que, porque todos rechazamos al Congreso y es profundamente detestado, luego vamos a tener un buen Congreso que sea muy diferente a lo que hay ahora. En ese próximo Congreso habrá una derecha dura, con el voto de parte de Lima. Habrá, probablemente, una izquierda de estilo en el discurso como Cerrón o como Castillo.
Más bien, lo más importante es pensar qué tienen que ofrecer las regiones, la izquierda, la centroizquierda, qué tiene que ofrecer una derecha que ha quedado muy pegada al fraudismo, perdiendo votos que tiene Lima y otras zonas para llenar un poco ese espacio de representación.
Otros consideran que todo esto nos está llevando hacia la posibilidad de una gran concentración de poder, de un tipo de caudillo. En el Perú eso es posible. Pero es un animal mitológico que es difícil de pensar con las divisiones actuales. Tendría que ser alguien que logre grandes mayorías de votos en un país muy fragmentado.
Pedro Castillo, con todo su surgimiento desde las regiones y la periferia de las regiones, logró 18% o 19%. Es difícil pensar en una gran legitimidad de un liderazgo de ese tipo. Pero de pronto se da.
BLINDAJES. Los congresistas que deben ser sancionados no lo son, lamenta Dargent. Está el caso de los acusados de recortar el sueldo a su personal, como Magaly Ruiz.
Foto: Congreso de la República
¿Y qué pasaría con el centro?
Me estaba olvidando de una parte importante de la ecuación. Hay un centro, pero no es un centro programático que dice “yo me paro entre el Estado y el mercado”. No es un centro ideológico.
Lo que hay es un centro pragmático: APP (Alianza para el Progreso), AP (Acción Popular), que no tienen ningún problema en hacer pactos con muchos de estos grupos involucrados en actos de corrupción con Castillo, grupos involucrados en componendas dentro del Congreso, como recortes de sueldos, un centro que no tiene ningún problema de ver la política como un tema de interés a corto plazo.
Es más moderado, en términos económicos, que la izquierda para el respeto de ciertas cosas. Y es más regional, o tiene mayor contacto con las regiones, que la derecha. Pero ese espacio no tiene una agenda programática del país.
¿Cómo ve la participación del partido ultraconservador Renovación Popular, que desde el Congreso está impulsado una serie de iniciativas antiderechos, con miras a próximas elecciones?
Pensaría que ese voto también va a estar en el Congreso. No creo que vaya a ser un voto que llegará a todo el país. Creo que es un voto todavía muy limeño. Es un voto que, por un lado, pelea un poco por el espacio con el fujimorismo y tiene llegada a actores, recursos y medios de comunicación.
Pero creo que difícilmente va a ser una ola. Y más con sus liderazgos actuales que generan rechazo en muchas regiones por la forma en que se trata con las personas. A veces, se escapa una percepción bien limacentro del mundo.
El almirante Montoya, por ejemplo, cuando se refiere a las personas que viven en barrios populares, o también se entrampan en estas conspiraciones medio extrañas que nadie termina de entender, como que George Soros fuera el que controla el mundo. Entonces, creo que se desconectan de muchas maneras. Pero yo sí creo que van a mantener un espacio. Hay mucho de continuidad en todo esto, no hay que decir que esto es un tremendismo.
Hay un centro, pero no es un centro programático, no es un centro ideológico".
Muchos hablan de que esto va a explotar al surgimiento de un liderazgo plebiscitario, puede ser. Puede que la gente se harte y encuentre alguien que le hable al sur y a Lima en temas de criminalidad y tenga una personalidad que enganche. Puede ser. Pero una posibilidad es la continuidad de este sistema mediocre. O una menor polarización, pero con el mismo tipo de política que estamos viendo. Y eso también sería dramático.
¿No considera que, dentro de esta continuidad, hay iniciativas legislativas que podrían ser muy perjudiciales para la democracia? Pienso en los proyectos que buscan retirar al Perú de la Convención Americana sobre Derechos Humanos…
Por supuesto. Por eso, preferiría un adelanto de elecciones porque, si se hace bien y hay ciertas coaliciones, podrías tener un Congreso más cercano a lo que es la población.
Yo creo que este es un Congreso que sobrerrepresenta actores más conservadores, más polarizados, y reduce otros. Estoy de acuerdo con eso. Y, además, llevan a una serie de decisiones que, ya sea por razones ideológicas o por razones de conveniencia, se pueden tomar sin mayor resistencia. No me queda la menor duda. Está habiendo, lentamente, un vaciamiento democrático.
Ha mencionado la representatividad en el Congreso ¿cuánto ayudaría el retorno a la bicameralidad? ¿cómo lo están usando los congresistas?
Si me das a escoger bicameralidad o no bicameralidad en otro momento, en otras condiciones, te diría que sí, que puede ayudar. Pero es complicado que las reformas sean causas de cambios profundos cuando, en realidad, la reforma es el primer paso. Se requiere de actores políticos que hagan funcionar la reforma. Una bicameralidad, en una situación en la cual la clase política es ampliamente rechazada, probablemente no va a hacer una gran diferencia.
Pero sí creo que, hoy por hoy, la cámara única se ha vuelto un espacio donde avanzan proyectos a cambio de cosas. Entonces, una cámara elegida en macro regiones o a nivel nacional podría ayudar a cortar algunas de estas dinámicas minúsculas que se han dado. Pero no le pongo gran esperanza, si no tienes grupos que se den cuenta del enorme desafío de conseguir una bancada que se mantenga.
Eso es algo que podrían mirar en los fujimoristas. Con todas las críticas que les he hecho en esta entrevista, mal que bien, han conseguido mantener una bancadita estable que se mantiene a través del tiempo. Eso le da un enorme poder en un Congreso fragmentado. Ojalá que una izquierda, una centroizquierda, una derecha democrática tengan algo de similar capacidad. Los espacios electorales están ahí para ser explotados.
LIDERAZGOS. La presencia de la gente en las calles debería traer nuevos liderazgos, que luego puedan pelear por un lugar en las contiendas electorales, afirma Dargent.
Foto: Andina
Ha nombrado los distintos esfuerzos del Congreso para lograr copar instituciones claves para la democracia. ¿Estamos en una época de gran impunidad congresal?
Es una impunidad total. Se deben favores unos a otros en un contexto donde todo voto cuenta para una serie de proyectos. Además, si quieres hacer reformas constitucionales, esta situación no va a cambiar. Creo que la única cosa que la cambiaría es que la calle vuelva a salir. Pero no hay líderes que convoquen. Es difícil, la desconfianza es muy grande.
En algún momento, si se llega a reactivar [la calle], el Congreso estará jugando con fuego. Está jugando una situación que, en cualquier momento, prende. La gente está muy molesta y con un altísimo rechazo a lo que está pasando.
Pero el Congreso se ha acostumbrado a que no pase nada. Le han perdido miedo a los medios, a la población. Creo que hay la posibilidad de una reacción desenfrenada. Hay un desánimo general, una desesperanza por los liderazgos democráticos que han sido golpeados y han perdido legitimidad.
Lo único que podría pasar es que algo ocasione un remezón. Si eso se da, entonces entramos en un ciclo nuevo de protestas, ojalá más productivas y políticas que en el pasado. Porque hemos visto que se sale a protestar, pero sin nuevos liderazgos electorales.
Ahí [en el liderazgo político] es más difícil entrar, porque te acuchillan, se ha vuelto feo el ambiente, ahora hay más mafias, más fake news, más denuncias. Pero, si [nuevos políticos] no entran a la pelea electoral, es muy difícil que se pueda reducir el poder de los actuales actores radicales.