LIDERESA MAPUCHE. Elisa Loncon, presidenta de la Convención Constitucional de Chile
En lo que era antes el Congreso Nacional, ubicado en el centro de Santiago de Chile, ahora se reúne la Convención Constitucional. El edificio fue el lugar donde sesionaron diputados y senadores desde 1876 hasta 1973, cuando la dictadura en Chile asoló partidos políticos, la democracia y miles de vidas. Hoy, en ese mismo lugar, se discute cómo terminar con el último legado de Augusto Pinochet y redactar una nueva constitución política. La lideresa mapuche Elisa Loncon preside la convención que llevará a cabo esta histórica tarea.
El enorme escritorio de su oficina está flanqueado por la luz que entra por una gran ventana que da al oriente, que es por donde sale el sol en Santiago. Esa luz ilumina su computador, una fotocopiadora llena de papeles, flores siempre frescas, pero también los tesoros mapuche que ocupan una diminuta parte del espacio: un metawe –una especie de cántaro–, un par de libros sobre la identidad de su pueblo, y a ella, sentada tras el escritorio. Aunque los símbolos destacan sobre su mesa, los emblemas más importantes los lleva puestos.
Elisa Loncon llega a muchas de las sesiones de la convención –que preside hace poco más de dos meses– con ropas que, según la tradición de su pueblo, simbolizan la fuerza de la naturaleza, la fertilidad, la tierra y la lluvia. Como vestido usa un Kvupan negro y un Xariwe, que es una faja con símbolos de oración. En el centro del pecho, también lleva un gran círculo de plata como protección que, quizás, le ha servido de escudo, porque si bien fue elegida como presidenta de la convención por 96 de sus 155 pares, constantemente enfrenta duros cuestionamientos. “Necesitamos hacer esa transformación, cambiar el modelo social, económico y político y lo queremos hacer incorporando a todas las minorías para hacer un nuevo Chile”, dice.
En los ochenta Elisa Loncon fue parte de la organización Admapu, que intentaba reivindicar los derechos originarios en medio de la dictadura. En los noventa, fue parte del Consejo de Todas las Tierras, que entre sus hitos cuenta la creación de la bandera mapuche como una forma de exteriorizar la identidad de ese pueblo.
¿Por qué ha sido tan difícil exteriorizar esa identidad?
Por el mismo proceso colonial. No hemos tenido autonomía y menos autodeterminación dentro de los marcos estructurales del Estado. Siempre hemos sido marginales. Lo que ofrece el Estado, hasta ahora, es que se puede participar, pero dentro de la estructura del Estado, claro, no a partir de una forma de organización propia.
Se han levantado distintos movimientos sociales y políticos en América Latina. Los ha habido en Chile, pero también en Perú y Colombia, en todos ellos hay una reivindicación a los pueblos indígenas. ¿A qué cree que se debe?
Lo que pasa es que a partir de 1992 se instala la emergencia indígena y ese año se establece un foco revolucionario en Latinoamérica. Lo indígena integró esa batalla en función de los derechos de los más explotados.
¿Cómo se vivió eso en Chile?
Acá en Chile se dio el proceso de la Unidad Popular. Los mapuche aprovecharon la coyuntura para avanzar en la recuperación de tierra, pero la conducción del proceso era parte de la izquierda revolucionaria chilena; esta tenía una visión también colonial respecto al mundo indígena. Las propuestas revolucionarias también estaban en esa dirección, sacar de la pobreza a los indígenas para entrar al mundo del desarrollo, qué sé yo, un desarrollo socialista, colectivo tal vez. Era el desarrollo en términos de mejorar las condiciones laborales, pero no estaban las demandas más profundas por mantener un pensamiento propio, mantener la forma de entender la tierra como el espacio también espiritual para la vida, sino siempre como un recurso humano explotable para el bien del ser humano.
O sea, incluso en el gobierno de Salvador Allende sus derechos no fueron contemplados.
No fueron incluidos los derechos por la naturaleza, por ejemplo. Estos no fueron comprendidos ni problematizados. Entonces, desde esa experiencia, los pueblos indígenas entienden que el pensamiento revolucionario igual tiene una base eurocéntrica que no reflejaba el pensamiento de los indígenas. No es que los indígenas fueran contrarrevolucionarios. Los indígenas, al menos en Chile, demostraron una fuerte consecuencia con el gobierno de la Unidad Popular, porque este permitió, de alguna manera, recuperar tierras. Sin embargo, no recuperamos el concepto ni la dignidad más profunda de lo que significa ser indígena. En eso no se logró avanzar; y en dictadura, menos.
Yo llegué aquí por votación, fue la gente del pueblo de Chile quien votó para que fuera la presidenta".
¿Y con el retorno de la democracia?
Ahí se entendió a la población indígena como un grupo que iba a entregar votos para un sector u otro, liderados por los partidos políticos tradicionales y con base eurocéntrica, de izquierda, derecha o de centro. Siguen siendo pensamientos que vienen y que valoran la filosofía europea. Que hoy emerjan movimientos sociales en Latinoamérica tiene que ver con demandas de derechos sociales, porque se instaló el neoliberalismo fuerte en Chile y en todos los países. Disminuyeron los derechos sociales, pero también hay una crítica más profunda todavía, o sea ¿qué hacemos respecto a la crisis generalizada? La crisis del medio ambiente, por ejemplo.
¿Cuál es el momento político que vive el pueblo indígena de América Latina respecto a las reivindicaciones sociales, culturales, económicas, ambientales?
Se han dado procesos interesantes. Por ejemplo, para nosotros fue muy interesante el triunfo del gobierno de Evo Morales, como el primer indígena que llegó a la Presidencia de la República, eso nos dio dignidad a todos los pueblos y admiración por lo que lograron. Lo que se gestó en Ecuador también fue importante, pero ambos movimientos entraron en crisis por el modelo económico neoliberal. Lo que se avanzó en Ecuador, luego se destruyó. No se lograron equilibrar las fuerzas políticas. Hay un movimiento indígena fuerte, pero hay un tema que no han logrado superar: el modelo económico. Y esto lo han dicho los propios indígenas. Este no avanzó en incorporar rasgos del modelo económico indígena; por ejemplo, lo más colectivo, lo más comunitario. Acá, en Chile, los pueblos indígenas somos minoría. Allá son mayoría. No sabemos cuánta fuerza vamos a poder instalar para hacer cambios.
¿Cómo se enfrenta esta presencia indígena con un discurso de odio y de una parte de la derecha recalcitrante en Latinoamérica?
Es dañino. Daña y maltrata profundamente la presencia indígena; sin embargo, igual hay que asumir que hay una voluntad mayoritaria por incorporar a los indígenas. Por eso estamos acá. Yo llegué aquí por votación, fue la gente del pueblo de Chile quien votó para que fuera la presidenta. Es decir, hay mayor reconocimiento de nuestra incidencia política y de la incidencia de las mujeres indígenas; sin embargo, el discurso de odio y racismo tiene que ver con la educación, con el modelo colonial que está instalado endémicamente en el nacimiento de la república. Todas las repúblicas latinoamericanas tienen instalado el colonialismo, esa visión de que el indígena es atrasado, que se opone al desarrollo. La nueva Constitución tendrá que generar futuras leyes que permitan tener una educación pública de calidad y también antirracista, porque esto tiene que ver con la formación que ha recibido la sociedad chilena. Mucha ignorancia respecto a quiénes son los pueblos originarios, a nuestros aportes, a nuestra forma de ser.
¿Cree importante que los pueblos indígenas lleven a cabo una vinculación en Latinoamérica, en este momento donde hay tanta efervescencia social?
Yo he estado vinculada a un movimiento de mujeres en Perú, que es Chirapaq (Centro de Culturas Indígenas del Perú). Hay muchas lideresas importantes, pero conozco muy bien a Tarcila Rivera Cea, una lideresa quechua con la que hemos participado de eventos internacionales. Ella ha estado en varias oportunidades en Chile y yo he ido a Lima. Trabajan con las mujeres y potencian el liderazgo femenino de mujeres muy jóvenes. Siempre conversamos con ellas y estamos participando de organismos internacionales indígenas. Compartimos posiciones, visiones sobre las mujeres y su lucha. Yo creo que, a nivel de continente, es el turno de los indígenas; y más allá todavía, es el turno de las mujeres indígenas. No es casualidad que yo sea la presidenta de la convención porque aquí hay un movimiento feminista y porque ha existido desde siempre un movimiento de resistencia indígena fuerte en el cual también me formé.
A nivel de continente, es el turno de los indígenas; y más allá todavía, es el turno de las mujeres indígenas".
¿Se podría afianzar mucho más o hacer crecer ese vínculo indígena en América?
Latinoamérica requiere incorporar la diversidad de lengua, diversidad de pueblos y de conocimientos como aportes para el futuro. El pensamiento eurocéntrico está en crisis porque no resolvió los problemas que nos prometieron: desarrollo y futuro. Ese desarrollo nunca llegó, pero a cambio ¿qué llegó? La pandemia y la muerte. Ya han muerto muchos indígenas por la Covid en este último periodo. Frente a esa mirada, nosotros éramos obstáculos para el desarrollo, pero eso fue una falacia porque llegó la crisis donde no hubo vacuna, donde la gente empezó a morir, lo que se suma a todos los problemas ambientales, estructurales y económicos.
¿Cómo se supera, desde lo indígena, esa sociedad en crisis?
Ahí es donde está el llamado que yo hago a todas las naciones originarias del continente, a las mujeres originarias. Ellas tienen mayor sabiduría, incluso, que los hombres, pero por el patriarcado que instaló la sociedad capitalista, ese liderazgo ha quedado en segundo plano. Las mujeres indígenas también debieron esperar su turno para gestionar la política de sus respectivos países y pueblos.
¿De qué manera el pensamiento indígena y el no occidental latinoamericano puede ser útil en proponer soluciones o vías de salidas a momentos de crisis como la que ahora vive el mundo?
Yo creo que, por ejemplo, aquí en Chile se dio un proceso bien interesante a partir del estallido social. Este lo generó el pueblo de Chile, los pueblos de Chile, incluyendo indígenas, regiones y jóvenes. Ese pueblo, por una decisión autónoma, salió a la calle a manifestarse contra el modelo económico neoliberal en Chile, nadie nos mandó. Ese pueblo salió a la calle y dijo “basta, aquí hay que cambiar la Constitución”, pero no solo eso, sino que también sale desencantado de la democracia pactada, porque aquí en Chile, durante los 30 años posteriores a la dictadura, se vivió una democracia donde la élite política pactó con los militares, pactó con el modelo económico para mantener una democracia excluyente. Hubo también una crisis de representación política: el Parlamento, el Senado, el Gobierno, ya no representaron los intereses de este pueblo y ya no hubo identificación con ese poder, porque ese poder negoció en contra del pueblo. ¿Y qué pasó ahí? El pueblo de Chile asumió, por ejemplo, la bandera mapuche como el estandarte de resistencia.
Eso fue simbólico...
¡Simbólico! En términos de que ese pueblo pudo leer que los mapuche y ellos estaban siendo oprimidos. Hubo una lectura común de entender que la lucha mapuche, la del pueblo de Chile, de las mujeres, de los jóvenes, tenían el mismo propósito. Yo creo que mi nombramiento tiene que ver con la continuación de eso. Después de ese reconocimiento, quien tendría que dirigir esta convención debía ser una mujer, y una mujer indígena. Entonces, el movimiento social, político, en Latinoamérica, tiene esa riqueza. Todavía existe la diversidad para dialogar, para enriquecer los movimientos y para salir de manera conjunta, de unirnos más que dividirnos, de sumar las luchas contra un mismo sistema opresor.