OPORTUNIDAD. La socióloga cree que esta nueva generación permite repensar el Bicentenario como más que una conmemoración.
La Marcha Nacional de la semana del 9 al 15 de noviembre, contra la vacancia presidencial, el Congreso y la asunción de Manuel Merino como presidente, fue algo atípica para el historial de protestas en Perú. Desde el primer día se destacó la presencia de miles de jóvenes, sobre todo en Lima, que desde las convocatorias por redes sociales se habían concentrado sobre todo en el Centro Histórico, pero también estaban presentes y organizados en distintos distritos como Miraflores, La Molina o San Martín de Porres.
Sobre los partidos políticos, los sindicatos, las federaciones estudiantiles, se impusieron las pancartas de reclamo inspiradas en memes o canciones de reguetón, los muñecos de Elmo y Pikachú, los grupos autogestionados de desactivadores de bombas y brigadas de primeros auxilios. A este nuevo grupo humano, con sus propios recursos y discursos y acción de protesta, la socióloga de la Universidad Católica, Noelia Chávez, lo bautizó como la “Generación del Bicentenario”.
“No quiero que la Generación del Bicentenario sea solo una frase y pierda su sentido político de lucha diversa. Cuando eso pase y las marcas y empresas empiecen a usarla para venderle cosas a los jóvenes, tendremos que llamarla de otra forma”, dijo Chávez sobre el verdadero sentido de esta movilización juvenil. Sobre las razones de tanta indignación y espontaneidad OjoPúblico conversó con la investigadora.
¿Qué es la Generación del Bicentenario, que usted misma bautizó, y que ahora mucha gente está reproduciendo?
Me parece importante saber cómo surge la frase. La escribí en mi Twitter, cuando estaba regresando de marchar de (el cruce de las avenidas) Abancay y Colmena. En ese momento empezaron a llover bombas de la policía y consigo una foto muy buena de la Plaza San Martín llena de gente y escribo algo como: “Esta es la Generación del Bicentenario, Merino tiene que salir”. Para mí esta frase tiene una narrativa política, intenta dar una identidad a lo que estamos viviendo, porque la identidad para la movilización es importante ¿Quiénes se están manifestando y muestran su rechazo hacia un gobierno y una clase política que cree ilegítima?
Al mismo tiempo, la frase nos permite resignificar lo que va a ser el Bicentenario este año, para no considerarlo solo un momento de conmemoración de la Independencia. Creo que nos permite pensar el Bicentenario a partir de los manifestantes de la semana pasada. La lucha, la ciudadanía por recuperar su acción política. La frase nace para eso: para darle sentido a la protesta e intentar dar una narrativa más esperanzadora al Bicentenario.
Se está difundiendo la creencia de que la Generación del Bicentenario son sobre todo los jóvenes: los “tiktokers”, los “otakus”, los “kpopers”, y que gente más grande ya no entraría en el grupo.
Yo creo que la Generación del Bicentenario es la ciudadanía movilizada para poder cambiar un status quo que no responde a sus necesidades. El motor de esta movilización son jóvenes, que según los organismos internacionales que definen la juventud estarían entre los 15 y 29 años. Pero yo considero ese rango como relativo. Depende mucho de los estilos de vida de la gente, de su cultura. Muchas veces ese rango de edad se puede extender a mucho más de los 30. Es algo que tenemos que ir construyendo, no está cerrado. Lo que sí queda claro es que cuando vamos a las movilizaciones hay una mayoría de jóvenes, con sus nuevos repertorios de acción colectiva, con sus nuevos usos, herramientas y recursos para posicionar narrativas y discursos y expresar su malestar.
Desde hace varias décadas existe un divorcio entre la clase política, los partidos políticos y la ciudadanía.
A propósito de las nuevas herramientas y recursos, dijo en otra entrevista que el espacio público ha cambiado, que ya no solo es la calle sino también el espacio virtual, las redes sociales, ¿qué posibilidades para hacer política nos da este nuevo escenario?
Tradicionalmente el sistema democrático se ha anclado muy firmemente en los partidos políticos como mecanismo de representación. Lamentablemente desde hace varias décadas existe un divorcio entre la clase política, los partidos políticos y la ciudadanía. En este momento ese divorcio se ha visibilizado de una manera muy fuerte. ¿Qué pasaba anteriormente? Los mecanismos para que la ciudadanía alce su voz eran la prensa escrita o los medios tradicionales de televisión o repartir panfletos y hacer reuniones, pero estos son espacios limitados para que la voz ciudadana se escuche. Sobre todo cuando están monopolizados por poderes fácticos que influyen en las formas de comunicación. En cambio las redes sociales son públicas, todos se pueden crear gratis una cuenta en Facebook, Instagram, Twitter, Tik Tok. Ahí también puedes hablar, expresarte, comunicarte.
¿Considera que otras manifestaciones lideradas por jóvenes en Perú, como la marcha contra la Ley Pulpín del 2015, son una semilla, una especie de precuela de lo que ha ocurrido ahora?
Yo estoy segura que esto no es un proceso aislado, no es que de pronto ocurra un estallido. Yo creo que la Generación del Bicentenario tiene las experiencias previas: las marchas por Bagua, la repartija del 2012, el feminismo, el movimiento LGTBI, las marchas en contra los indultos de Fujimori, Ni Una Menos. Es esa mezcla de experiencia previa que se junta con una población de un uso mucho más masivo de las redes sociales, que permiten viralizar en vivo y en directo, por ejemplo, abusos policiales. Entonces logran posicionar una narrativa de hartazgo contra la clase política y también van canalizando una identidad. Mientras el gobierno piensa que a mayor represión hará retroceder a la marcha, lo que ocurre es que como se viraliza el abuso, la marcha se vuelve aún más potente.
Están las experiencias previas, pero además hay un aprendizaje simultáneo, que también lo permiten el internet y las redes sociales, sobre experiencias como las marchas de Chile e incluso Hong Kong.
Sí, a ver, yo creo que estamos en un mundo globalizado, en una sociedad de la información donde la conectividad nos hace ciudadanos del mundo. De alguna manera compartimos muchas cosas. Lo que pasa en Hong Kong, en Estados Unidos y en Chile lo sabemos en tiempo real. Los estados terminan siendo muy chicos para esta ciudadanía global que empieza a construirse, muy desigualmente por cierto, pero está ahí y los aprendizajes son muy rápidos. Las experiencia de Hong Kong, por ejemplo con sus brigadas de desactivación de bombas, luego la toma Chile y ahora ocurre en Perú y en Estados Unidos y en Colombia también. Hay una fluidez del aprendizaje sobre la movilización a nivel global, nos vamos retroalimentando un país con otro.
Hay una mezcla entre la experiencia previa y una población de un uso más masivo de redes sociales.
Ciertos políticos y también ciertos periodistas o comunicadores han leído esta rápida organización como la influencia por detrás de una mente maestra o más bien de los partidos políticos.
Esta es una protesta social con muchas autonomías detrás, donde más bien no hay partidos, gremios, sindicatos que encabecen, organicen o hagan una estructura única de la marcha. Se equivocan quienes quieren reducirlo a algo que no es. Por experiencia personal, por los grupos de WhatsApp en los que yo he participado, veo que es gente que está indignada y sale a marchar porque considera que este es un mecanismo válido para protestar contra la clase política. Gente que arma un grupo de cinco que traen a otros cinco que traen a otros cinco y así terminas con grupos de WhatsApp de 200 a 300 personas, que se pasan información de adónde van a marchar. Así se van organizando de forma privada y de manera muy espontánea.
Algo que también trae la conexión virtual y la viralización, es la viralización de noticias falsas ¿cómo impactan estos problemas en la organización política?
Sí, yo creo que uno de los riesgos tiene que ver con la difusión de noticias falsas, que generan mucha desinformación. Otro riesgo, y que ya se ha comprobado, es que las redes sociales al funcionar mediante algoritmos te presentan únicamente lo que tú opinas, tus posturas, tus gustos. No te dan una pluralidad clara de las diversas opiniones e identidades que existen y eso genera polarización de la sociedad. Esto es peligroso porque hace que los grupos se atomicen mucho. Surge la censura, la cultura de la cancelación, esta idea de no poder oír opiniones contrarias, que tienen posturas distintas y que ayudan a enriquecer el debate. Afortunadamente en esta protesta que nos ha tocado vivir hay una gran mayoría de población que está de acuerdo, más del 90% según el Instituto de Estudios Peruanos. Además, hay una participación de 37% de peruanos en las protestas que hacen que la información corra en sentido democrátido.
¿Qué tendría que pasar para que estas acciones sean sostenidas en el tiempo?
Yo creo que lo que hemos presenciado ahora es que hay una ciudadanía alerta e indignada con una clase política inconexa a lo que ocurre y a las discusiones públicas que hay en la ciudadanía, sobre todo entre los más jóvenes. Creo que esa vigilancia va a permanecer en el tiempo y creo que esa posibilidad de rápida articulación, también. Lo que no nos queda claro es si de esta organización, que con la renuncia de Merino ha logrado un primer objetivo, van a surgir colectivos que propondrán movimientos sociales alrededor de temas específicos. Algo mucho más propositivo que solo el rechazo.
Para que eso ocurra se requiere no solamente de recursos y repertorios, sino de una estructura organizativa más o menos estable que nos diga cuál es la estrategia para lograr un objetivo final. Esperaría que de nuestro potencial participativo puedan surgir algunos liderazgos y proyectos políticos que intenten vincularse con la política institucional, porque sino permanentemente vamos a estar rechazando la clase política, pero la verdad es que necesitamos renovarla. Para eso se necesita que los jóvenes que marchan ahora, también consideren la posibilidad de generar nuevos partidos políticos o cambiar los existentes. Este es un deseo y una esperanza que espero se pueda construir a partir de la idea de la Generación del Bicentenario.
Esperaría que de nuestro potencial participativo puedan surgir algunos liderazgos y proyectos políticos.
Hace unos días la youtuber quechua de Cusco, “Solischa”, hizo una reflexión sobre lo que estaba ocurriendo, decía “esta guerra es entre los mistis”. Ella y muchos de su comunidad no se sienten movidos por la coyuntura porque, al margen de lo que ahora ha ocurrido, los pueblos indígenas siempre han recibido indiferencia o maltrato del Estado. ¿Ve esta Generación del Bicentenario como algo más urbano, que deja de lado a las identidades indígenas?
Voy a tomar las cifras del IEP, que señalan que, efectivamente, ha habido una mayor participación en Lima que en regiones. Así como una mayor participación de jóvenes y de mujeres, lo cual es bastante positivo. No he visto lo que dice la youtuber, pero me parece muy válido. La exclusión y la desigualdad en nuestro país son muy grandes. En Lima se reclama por una estabilidad política y desde regiones probablemente se reclame por un cambio mucho más profundo que hay que escuchar y que las redes no los permiten. Tenemos un trabajo bien importante que hacer de no solo analizar las protestas urbanas, sino las diferentes formas de manifestaciones que existen a lo largo y ancho del país.
Creo que la característica de la Generación del Bicentenario es su diversidad y la diversidad de las diferentes situaciones que ocurren en el país. Me parece muy importante tener a otra persona de otra región también discutiendo y cuestionando lo público, desde su propia plataforma y su propia realidad. Creo que ese es el espíritu de esta generación: no es una generación homogénea. Esta frase no tiene por qué ponernos a todos por igual, sino mostrar que hay diferentes luchas que están reclamando ciudadanía plena, inclusión en la discusión pública.
Pero no quiero que la Generación del Bicentenario sea solo una frase y pierda su sentido político de lucha diversa. Cuando eso pase y las marcas y empresas empiecen a usarla para venderle cosas a los jóvenes, tendremos que cambiarle de nombre. Esto se trata de la gente que se ha levantado para defender la democracia que pendía de un hilo. Creo que deberíamos seguir viendo cuáles son las demás demandas de la población, incluso aquellas que han estado lejanas a esta lucha.