EXPERTO. Carlos Arteta trabaja en el Banco Mundial desde 2015, y anteriormente se desempeñó en la Junta de la Reserva Federal y en el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
El efecto rebote en la producción mundial, tras la histórica caída provocada por la Covid-19, ha terminado. El Banco Mundial ha hecho público su informe de perspectivas económicas para este tercer año de pandemia, donde confirma que la escalada de la reactivación llegó a un tope y sus cifras han iniciado una marcada desaceleración debido a la reducción de la demanda de bienes y servicios; así como a la suspensión de subsidios y apoyos fiscales que permitieron dinamizar el mercado en la primera fase de la crisis.
De acuerdo con el Global Economic Prospects, este panorama se extenderá hasta fines del 2023, sin embargo, serán los países emergentes y en desarrollo los que llevarán la peor parte, como consecuencia de la disminución de pedidos de materias primas en Estados Unidos y China, que son los motores de su exportación. Este panorama se enmarca en un contexto de incertidumbre ante la propagación de la variante ómicron o nuevos brotes del virus que puedan abrumar los sistemas de salud, y afectar la continuidad de la mano de obra.
Las perspectivas mundiales han previsto un peor escenario si se prolonga el cuello de botella en las cadenas de suministro y se acentúa el estrés financiero por el sobreendeudamiento al que han llegado los países. Los datos del organismo internacional señalan que la deuda global, pública y privada, alcanzó su nivel más alto en medio siglo para afrontar el primer año de la pandemia. A la fecha esta representa el 263% del PIB (Producto Bruto Interno, en Perú).
Esto se suma a la inflación que se mantendrá el 2022 y a una política monetaria más restrictiva en países que ya no tienen espaldas financieras para seguir inyectando flujos de efectivo en la economía. Sin embargo, en su informe, el Banco Mundial considera que el ciclo de auge y caída de los productos básicos es una oportunidad para que los países en desarrollo que los exportan puedan incrementar su recaudación fiscal.
Para conocer un poco más del informe elaborado por el organismo con sede en Washington, Estados Unidos, OjoPúblico entrevistó al economista líder en el Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, Carlos Arteta, sobre las consecuencias que tendrán estas cifras para América Latina y los países en desarrollo, así como el reto de revertir la brecha de desigualdad que está dejando la pandemia en las poblaciones más vulnerables.
Arteta es Ph.D. en Economía por la Universidad de California, Berkeley. Ha trabajado en la División de Finanzas Internacionales de la Reserva Federal y en el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Su experiencia incluye investigación en políticas sobre macroeconomía internacional, y monitoreo y análisis de condiciones económicas globales.
De acuerdo con las expectativas reseñadas en el informe del Banco Mundial, las economías en desarrollo están ingresando a un panorama más complejo. ¿Cuáles son los principales motivos que han detectado?
Se prevé que el crecimiento mundial se desacelere del 5,5%, en 2021, al 4,1%, en 2022, debido a los continuos rebrotes de la Covid-19, y la disminución del apoyo fiscal y monetario en los países. Mientras que la producción en las economías avanzadas volverá a una tendencia anterior a la pandemia este 2022, en las economías de mercados emergentes y en desarrollo se mantendrán marcadamente por debajo, producto de las tasas de vacunación más bajas, políticas fiscales y monetarias más restrictivas, y a las cicatrices más duraderas que tendrá la pandemia sobre el producto potencial.
¿Qué países enfrentan mayores obstáculos en su crecimiento?
Varios riesgos a la baja nublan las perspectivas de los países en desarrollo. Entre estos se encuentran los efectos de la variante ómicron, nuevos cuellos de botella en las cadenas de suministro, un desanclaje de las expectativas de inflación, el estrés financiero, desastres naturales relacionados con el clima y un debilitamiento de los impulsores del crecimiento a largo plazo. En la región de América Latina y el Caribe, varios países que dependen en gran medida de la industria del turismo demorarán un tiempo mayor en recuperar las pérdidas de producción a los niveles anteriores a la pandemia.
BANCO MUNDIAL.El organismo internacional, con sede en Washington, realiza cada año las proyecciones económicas que sirven de referencia para la ejecución de políticas públicas.
Foto: Banco Mundial.
¿Cuáles son las perspectivas de crecimiento para la región?
El Banco Mundial proyecta que el crecimiento en América Latina y el Caribe se desacelerará hasta ubicarse en un 2,6% en 2022 y un 2,7% en 2023. Aunque estas tasas están en línea con el promedio registrado en las dos décadas anteriores, serán insuficientes para que el PIB [Producto Bruto Interno] regrese a la cifra anterior a la pandemia. Se proyecta que el PIB regional en el 2023 se mantendrá un 4,3% por debajo de esta tendencia.
Perú se había destacado como uno de los países con mayor recuperación económica en la región ¿Esta tendencia se mantiene o qué factores podrían afectar su desarrollo?
El crecimiento en Perú fue relativamente robusto en 2021. Se estima que la producción creció un 13,2%, después de una fuerte recesión en el año 2020. Se proyecta que el crecimiento en el Perú se moderará hasta llegar a 3,2% en 2022, y 3% en 2023, aún por encima del promedio regional. La consolidación fiscal, la incertidumbre en materia de política económica y las condiciones externas menos favorables -entre ellas, un crecimiento más lento en China, el mayor destino de sus exportaciones- empujarán la desaceleración del crecimiento en el Perú.
¿Cuáles son las políticas monetarias, de inversión y de gasto público que deberán ser priorizadas por los gobiernos bajo este contexto?
Un número creciente de países en desarrollo ha endurecido sus políticas monetarias para responder a las presiones inflacionarias [En Perú, por ejemplo, se han registrado continuas alzas a las tasas de interés]. Dadas las condiciones de financiamiento más estrictas, los países en desarrollo necesitan continuar reforzando el monitoreo de riesgos y fortaleciendo las políticas macroprudenciales. Las medidas para fortalecer la credibilidad y la independencia de los bancos centrales, incluida una comunicación más clara sobre las metas de inflación y una mayor transparencia, ayudarían a anclar las expectativas.
Un equilibrio entre el gasto y la recaudación.
A medida que la recuperación continúe, las autoridades tendrán que lograr un equilibrio entre la necesidad de gasto para fomentar el desarrollo y la necesidad de restablecer el espacio fiscal. Esta difícil elección puede mejorarse dando prioridad a los gastos en proyectos que impulsen el crecimiento y el producto potencial, incluidos aquellos que ayuden a reducir las considerables brechas de inversión. Con este fin, los procesos de revisión del gasto pueden ayudar a las autoridades a identificar mejor los proyectos que producen mayores dividendos de crecimiento. En América Latina y el Caribe, la deuda pública, que aumentó bruscamente durante la pandemia desde niveles ya altos, deberá ser monitoreada de cerca en el contexto del endurecimiento de las condiciones de financiamiento. Para esto, los planes creíbles de gestión y reducción de la deuda a mediano plazo serán fundamentales.
¿Cómo impacta el incumplimiento tributario y la elusión fiscal en los países en un contexto de desaceleración de la economía y cuando se requieren mayores recursos? ¿Se puede considerar el impuesto a la riqueza como una opción para ampliar la recaudación fiscal?
Es fundamental que los países en desarrollo mejoren la movilización de ingresos internos para reponer el espacio fiscal tras el colapso de los ingresos relacionado con la pandemia. Para algunos países, esto podría incluir la ampliación de la recaudación con nuevos instrumentos fiscales. Para los casi 100 países que han respaldado el acuerdo internacional sobre la tasa mínima mundial del impuesto sobre la renta de las corporaciones, la coordinación continua sobre las normas fiscales mundiales y la transparencia podrían ayudar a detener las pérdidas de ingresos derivadas de la elusión fiscal.
¿Qué pueden hacer los países en desarrollo para afrontar las cicatrices que deja la pandemia?
Los responsables de la formulación de políticas en los países en desarrollo se enfrentan a críticos desafíos a largo plazo. Los graves costos humanos y económicos ponen de relieve la importancia de aplicar medidas y políticas para la plena recuperación de la economía, pero también para prevenir y prepararse ante futuras crisis. Pueden priorizar las reformas que fomentan el crecimiento y que aumentan la preparación para próximas crisis, equipando mejor a los países para hacer frente a las perturbaciones de los términos de intercambio [precios de las exportaciones y de las importaciones de un país], para permitir una transición energética gradual y reducir de manera duradera la pobreza y la desigualdad.
¿Para no perder su capital humano?
En América Latina y el Caribe es importante promover la reintegración de los trabajadores separados de los mercados laborales durante la pandemia. Para reducir las cicatrices de la pandemia sobre el capital humano también es importante ayudar a los escolares a recuperar las pérdidas educativas. Esto incluye políticas que fortalezcan las redes de seguridad social y los beneficios de desempleo, que mejoren la inversión en educación y en infraestructuras digitales, y mejoren el funcionamiento de los mercados laborales.