CRÍTICA. Ricardo Martner, economista chileno miembro del ICRICT, considera que el impuesto mínimo del 15% aún es una medida insuficiente para la región.
El 6 de junio, el G7 -grupo que reúne a las siete economías más poderosas del mundo, conformado por Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Japón- acordó fijar una tasa mínima del 15% a las grandes compañías. Esta medida se tomó, según comunicaron, para frenar los beneficios fiscales que ofrecen ciertos países a grandes empresas globales o multinacionales. Con el nuevo ingreso de recaudaciones, dijeron que las naciones podrían enfrentar las deudas que se han adquirido durante esta pandemia.
Este acuerdo inicial fue replicado por 130 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Pero la ratificación de esta medida aún debe pasar por la cumbre del G20 -en la que se reúnen los países del G7 y otras economías en desarrollo-, que se realizará en los siguientes días en Venecia.
¿Cuál es la importancia y qué implican estos anuncios? Ricardo Martner, miembro del ICRICT, exjefe de la Unidad de Asuntos Fiscales de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), considera que estas medidas contribuirán a reducir el déficit fiscal asociado a la Covid-19 de las economías desarrolladas. “Pero no nos va a cambiar la vida en América Latina, ni a nuestras arcas”, alerta. De acuerdo a Martner, el 15% sigue siendo una valla muy baja que no beneficiaría a los países de la región, sino al contrario, pues estos cuentan con impuestos más altos que les permiten recaudar mayores cantidades.
¿En qué consiste el impuesto mínimo global acordado en la cumbre del G7, y por qué se le califica como un "acuerdo histórico"?
Estas conversaciones vienen desde hace varios años y, sobre todo, son producto de la evasión o elusión de las grandes compañías digitales. Las grandes compañías venden en un lugar y tributan en uno distinto con una tasa corporativa especial, entonces se producen desvíos de beneficios que perjudican las finanzas públicas de muchos países desarrollados, porque este es un conflicto entre países desarrollados, como algunas naciones de la Unión Europea y Estados Unidos. Cada cual defiende sus intereses. En el caso del gobierno de Estados Unidos se modificó la ecuación y vieron la posibilidad de este acuerdo. Por otro lado, sí es cierto que es un acuerdo histórico porque normalmente las decisiones tributarias se toman en cada uno de los países, existe una soberanía tributaria desde siempre, de tal manera que no se había visto algo así a nivel internacional.
El acuerdo del G7 se ha visto, también, como una medida de contención por la pérdidas que ha generado la Covid-19. ¿Cree que ayudará a remontar el déficit fiscal provocado por la pandemia?
Ciertamente, en el caso de Estados Unidos va unido a su anunciada reforma tributaria: van a subir a 28% la tasa corporativa. Pero sí, es una medida para reducir el déficit del año que viene, estamos hablando de unos 240 mil millones de dólares en evasión o elusión, la mayoría de eso se lograría capturar por estas modificaciones tributarias. Pero, de nuevo, estamos hablando de los países desarrollados, es decir, el impuesto mínimo global no va a afectar a los países de la región.
Es un acuerdo histórico porque normalmente las decisiones tributarias se toman en cada uno de los países".
¿Por qué esta decisión no influiría en América Latina?
Este impuesto mínimo global se va a aplicar a grandes corporaciones, grandes multinacionales y los países de nuestra región no tienen el volumen de ventas que sí tienen los países desarrollados europeos o Estados Unidos. Lo que se capturaría en América Latina con este impuesto es bastante mínimo, con la excepción de México y Brasil, que podría calcularse en 900 millones de euros, pero que, proporcionalmente, es un monto pequeño. Además, los países de la región tienen un impuesto mayor a este impuesto mínimo, de manera que incluso podrían perder plata si lo aplicaran.
En los casos de México y Brasil, ellos tienen un volumen de negocio mayor. Me refiero a las empresas digitales más grandes y, por tanto, este acuerdo, en números absolutos, puede significar un ingreso mayor a comparación de los países más pequeños. Por otro lado, son países que tienen unas tasas corporativas bastantes altas, entonces no hace mucho cambio el hecho de tener un impuesto mínimo global.
Este acuerdo histórico apunta, más bien, a países que tienen tasas corporativas de menos del 15%, básicamente los paraísos fiscales. Ahí es donde va a cambiar la ecuación. Si todo esto efectivamente ocurre los que se van a perjudicar son los paraísos fiscales. Por eso es que hay una resistencia por parte de algunos países pequeños de la Unión Europea.
¿Para que el impuesto global sea más efectivo en la región haría falta entonces algunos tratados especiales?
Mi impresión es que cuando hablamos de 15% de tasa corporativa efectiva en nuestra región muy probablemente habrá que revisar muchos acuerdos de exenciones. Estoy pensando en todo el tema de la depreciación acelerada o el endeudamiento que hace que las empresas finalmente no paguen la tasa legislada, sino mucho menos de 15%.
Ahí sí hay un campo de revisión de los tratados y de la famosa invariabilidad tributaria para las grandes mineras, por ejemplo, que habrá que revisar caso a caso. Por ahí puede haber una revisión o un cambio importante. Pero lo veo en un largo plazo porque empiezan a aparecer una serie de detalles técnicos, y el diablo está en los detalles. Va a ser un proceso complejo de revisión de tratados, contratos, convenios y de invariabilidades tributarias en nuestra región.
Este acuerdo histórico apunta, más bien, a países que tienen tasas corporativas de menos del 15%, básicamente los paraísos fiscales.
En caso se implemente algo similar en la región, ¿cuáles serían los posibles impactos?
Primero la revisión de todos los incentivos tributarios y las exenciones. Tendría que ser un acuerdo regional para poner fin a la competencia fiscal. Y, bueno, requeriría voluntad política para que efectivamente se detenga la competencia fiscal, aunque en nuestros países la competencia no baja de las tasas corporativas. Importa tener claro que el impuesto a las corporaciones no puede ser un impedimento para las inversiones, tenemos que convencer a nuestras autoridades que los incentivos tributarios no tienen efecto sobre la inversión.
Algunos críticos de la medida afirman que esta más bien perpetuaría la desigualdad y el reino de los paraísos fiscales.
Como la mayoría de los países tienen tasas corporativas más altas, este 15% en realidad es un piso muy bajo y, por tanto, se corre el riesgo de perpetuar los paraísos fiscales, más que otra cosa. Por eso, muchas organizaciones civiles como el ICRICT, al que yo pertenezco, están empujando para que ese piso mínimo global sea del 21%. Ahí sí sería un atajo a la competencia tributaria. Porque con el 15% estamos hablando de que muchos países están por ahí y, al final, no cambia mucho. Es como cambiarlo todo para no cambiar nada. En la reunión del G20, que es la que toma la decisión, existe la posibilidad de que algunos países del mundo empujen hacia el 21% y que se logre un acuerdo, aunque habrá que ver qué actitud tienen los países de la Unión Europea.
¿Es factible esta última posibilidad?
Hay países que están empujando la medida del 21%, como Francia. Pero hay otros, que están más sensibles a las presiones de países más pequeños y, por tanto, yo diría que va a ser difícil que se llegue a ese 21%. Probablemente se ratifique el 15%. Ahora bien, el 15% tiene que ser efectivo, porque si es nominal solamente… Por ejemplo, Irlanda tiene 12,5% en términos nominales, pero en efectivo se calcula en 5%. Entonces, un salto de 5% a 15% sería interesante, pero de 12,5% a 15%, no hay mucha diferencia.
Muchas organizaciones civiles como el ICRICT están empujando para que el piso mínimo global del impuesto sea del 21%".
Todas estas cuestiones van a ser técnicas y de difícil resolución. Habrá que crear tribunales internacionales, procesos de decisión, que no creo que puedan ser en la OCDE o en la Unión Europea, sino que tendrán que ser parte de las Naciones Unidas o una agencia especializada. La verdad es que se abre todo un camino desconocido, pero que puede ser muy útil desde la perspectiva de reducir el uso y abuso de los paraísos fiscales. En ese sentido también sí que afecta en nuestro continente porque ya aceptan el uso de paraísos fiscales para empresas y personas.
¿Entonces la decisión podría no acabar en el G20?
Digamos que es un camino largo, hay muchos detalles y cuestiones por definir. Va a ser una decisión política importante. Finalmente quien va a tener la palabra va a ser el comité inclusivo, aquella reunión de OCDE con los países de prácticamente casi todas las jurisdicciones del mundo, ahora en julio, así que esas semanas van a ser súper importantes desde el punto de vista de decisiones políticas. Ahí se verá cómo se implementan técnicamente.
¿Una decisión más aterrizada a nuestras realidades sería, más bien, la del impuesto a las grandes riquezas?
El impuesto mínimo global va a tener poco efecto en las recaudaciones de América Latina, entonces una opción es aplicar tasas nacionales, domésticas, a las grandes empresas digitales. Un poco lo que está haciendo ahora España con esto que se llama popularmente como “la tasa Google”, que es simplemente estimar las ventas, sobre todo de publicidad, en cada país y aplicar ahí una tasa. Esa es una opción para reducir esta brecha que se produce. Lo segundo, ciertamente, es el impuesto a los superricos, que en varios países se ha planteado como la fórmula para enfrentar esta crisis hacia gastos directos de control de la pandemia y reducción de déficit. Esta es una opción que ya se está discutiendo en varios países y ejecutando en lugares como Argentina. El impuesto mínimo global no reemplaza para nada el impuesto a los superricos.
El impuesto mínimo global no reemplaza al impuesto para los superricos".
El año pasado, en Perú se habló de la posibilidad de incorporar una medida como el impuesto a la riqueza o impuesto de solidaridad. Sin embargo, esto fue criticado porque su impacto es bastante pequeño.
Acá en Chile pasó algo parecido y tampoco se ha legislado al respecto. Creo que está claro que son medidas que atañen a muy poca gente: es a los superricos, no a la clase media. Ahí hay un problema de presentación y en la manera de comunicar. Entiendo que en Colombia no se acentuó demasiado el carácter progresivo de la medida y hubo grandes manifestaciones, pero lo que hay que enfatizar es que se trata de poner impuestos a los superricos que son poquitos, pero tienen mucha plata.