Manuel Pulgar-Vidal analizó el papel de Perú en el manejo ambiental y los cambios pendientes en materia energética.
Las dos primeras semanas de noviembre estuvieron marcadas por las negociaciones climáticas de la COP26, en Reino Unido. El evento mundial más importante para el futuro del planeta tuvo el objetivo de impulsar a las Partes (más de 190 países, entre ellos Perú) a asumir nuevos compromisos para limitar el incremento de la temperatura global por debajo del umbral crítico de 1,5 °C. Uno de los temas cruciales para alcanzar este objetivo es transformar las matrices energéticas y pasar de combustibles fósiles a renovables.
Manuel Pulgar-Vidal, líder global de clima y energía del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), participó en el evento en el que se reconoció la urgente necesidad de transitar hacia el uso de energías más limpias, pero cuyos acuerdos asumidos no parecen ser suficientes para afrontar los efectos de la crisis climática.
OjoPúblico conversó con Pulgar-Vildal sobre los avances conseguidos en la COP26 y las acciones que aún son necesarias para afrontar la crisis climática. El exministro analizó el papel de Perú en el manejo ambiental y los cambios pendientes en materia energética. Advirtió, además, que la reticencia y la falta de planificación para transitar hacia matrices energéticas limpias podría suponer costos económicos de aproximadamente el 25% del PBI.
¿Considera que los resultados de la COP26 fueron ambiciosos y acordes a lo que la crisis climática exige?
Aunque el Pacto Climático de Glasgow no es del todo suficiente, es un acuerdo que sí mantiene vivo el 1,5 °C y nos encamina para que, en la COP27, podamos cumplir cometidos para cerrar otras brechas, como la del financiamiento y la de daños y pérdidas [el apoyo que necesitan algunos países para afrontar las consecuencias que ocasiona la crisis climática en sus territorios]. Es cierto que el acto de cierre [de la COP26] fue decepcionante por la actitud de la India de modificar un párrafo del Pacto de Glasgow que decía que debíamos salir del carbón. Pero, fuera de eso, creo que el Pacto Climático de Glasgow nos deja en la dirección correcta para cerrar la brecha de ambición.
TRANSITAR. El especialista resaltó la importancia de transformar la matriz energética para reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Foto: Andina
El Acuerdo de París, suscrito en 2015, posicionó el límite del aumento de la temperatura del planeta por debajo de 2 °C, con esfuerzos a 1,5 °C . Sin embargo, desde la COP25, en 2019, se ha intentado posicionar este último como el objetivo más optimista para evitar eventos climáticos extremos. En ese sentido, ¿se podría decir que la COP26 fue exitosa al posicionar como meta este umbral crítico de 1,5 °C?
Llegamos a la COP con tres grandes expectativas. La primera era cerrar la brecha de ambición de 1,5 °C [Las otras dos eran cerrar la brecha del financiamiento, y la de daños y pérdidas]. Cuando íbamos a la conferencia, sabíamos que esa [primera] brecha no se iba a cerrar en la COP26. Pero lo que queríamos era que nos dé el camino correcto para ir cerrándola lo más temprano [posible] y creo que, en ese sentido, el Pacto Climático de Glasgow ha establecido algunos mecanismos orientados a cumplir con ese cometido en los próximos dos años y ya no en 2025, que era el próximo momento en que las Partes debían proponer sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC).
La COP26 está llamando a las Partes a actualizar sus NDC con una base que debería empezar a darse desde el 2022. La dirección es correcta e, incluso, ante la resistencia de la India de hablar de una salida del carbón y la eliminación de los combustibles fósiles, [que este tema se mantenga en el texto] es una buena señal porque la tendencia a salir del carbón es irreversible. Creo que la dirección correcta en ambición está y, en ese sentido, la COP ha cumplido con esa meta de mantener el 1,5 °C.
La falta de responsabilidad climática va a ser sancionada por la propia economía y por las demandas sociales”, dijo Pulgar-Vidal.
Otro de los temas centrales de la COP26 fue el incumplimiento del financiamiento climático. ¿Cuáles han sido los logros de esta conferencia mundial en ese aspecto?
Efectivamente, hubo una segunda expectativa [en la COP26]: la brecha financiera. El Acuerdo de París señaló que al 2020 debía canalizarse USD 100.000 millones anuales para financiamiento climático. Llegamos a la COP viendo que ese número no se había cumplido. Creo que estamos alrededor de USD 83.000 millones y, por lo tanto, hay una brecha fija. El Pacto Climático de Glasgow ha urgido a las partes a cumplir con esta meta y, a su vez, se inició la conversación para definir la nueva meta al 2025. Hay que reconocer que, si bien la meta de los USD 100.000 millones tiene que cumplirse, es insuficiente. Necesitamos mucho más dinero para poder ejecutar cambios en cuatro ámbitos que la ciencia recomienda: la energía, la industria, los ambientes construidos, y la deforestación y cambio de uso del suelo. Creo que, aunque con cierta debilidad, este Pacto Climático de Glasgow encamina el cumplimiento de la meta de los USD 100.000 millones y la definición de las siguientes metas.
¿Considera que la COP26 ha sido eficiente a la hora de plantear que los países que más contaminan asuman responsabilidades, sobre todo en temas de financiamiento para adaptación y en apoyo por pérdidas y daños ocasionados en los países que generan menos emisiones?
El tercer bloque con el que llevamos expectativas —en especial, los países más vulnerables, los Estados insulares y los más pobres— es en el mecanismo de pérdidas y daños, y —en países de renta media, como Perú— la adaptación. Sobre lo primero, creo que hay una extrema debilidad en el Acuerdo Climático de Glasgow porque las Partes estaban queriendo que haya un fondo dedicado a pérdidas y daños, y este no se aprobó. Sin embargo, creo que, durante el transcurso del año y en camino hacia la COP27 en Sharm al Sheij, en Egipto, esto podría convertirse en una realidad.
En relación a la adaptación, los fondos siguen siendo insuficientes. Aunque se esté encaminando, la discusión necesita de lo que se llama la Meta Global para Adaptación [es decir, que los países trabajen en conjunto para impulsar la adaptación]. [Esto se debe a que] es un poco más retador evaluar los avances en adaptación porque las prácticas dan resultados a largo plazo y no hay una forma de medir los progresos [de manera rápida]. Las Partes están iniciando esta discusión y espero que en la COP27 se tomen decisiones más certeras sobre la Meta Global para Adaptación.
Durante la COP26, se criticó a las empresas que participaron por caer en lo que se conoce como lavado verde. Es decir, anunciaron grandes compromisos climáticos, pero paralelamente apoyan proyectos que contribuyen a que la crisis climática se agrave. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Ese es un tema adicional que se ha levantado muy fuertemente en la COP26 y está muy vinculado a los actores no estatales, en especial, a las corporaciones. [Esto] fue mencionado por el secretario general [de la COP26, Alok Sharma] como la brecha de la credibilidad, que llevó a que él ofrezca la creación de un grupo de trabajo de alto nivel para promover que las metas de la corporaciones sean ciertas y reales, porque es cierto que hay mucho greenwashing en el mundo empresarial. [En otras palabras], dicen “voy a ser carbono neutral y cero neto” y, realmente, sus metas no están basadas en ciencia.
COMPROMISOS. El exministro del Ambiente de Perú sostiene que las empresas deben asumir mayores responsabilidades climáticas.
Foto: Andina
Creo que el mundo tiene que encaminarse a cinco principios esenciales en el campo de las corporaciones. Estas son mis propuestas: lo primero es que la prioridad debe ser la reducción real y absoluta de las emisiones. Segundo, esta reducción real tiene que estar basada en ciencia. Por lo tanto, debería ser cada vez más mandatorio que las corporaciones se asocien a lo que se llama la iniciativa de metas basadas en ciencia (SBT, por sus siglas en inglés). Tercero, esta reducción debe hacerse en la cadena de valor de la empresa, es decir, en su propio ámbito y no buscar alternativas de compensaciones cuando no está cumpliendo. Lo cuarto es que tiene que ser una tarea que respete derechos, lo que se llama right-based approach, de los que habitan en el bosque, que son los que manejan y conocen la realidad sobre los recursos. Y quinto, deben incorporar mecanismos de monitoreo, verificación y reporte.
¿Existe alguna manera de garantizar que las empresas cumplan con estas metas?
La exigencia de mayor responsabilidad climática no va a ser sancionada por ninguna agencia de Naciones Unidas, va a ser sancionada por la propia economía y por las demandas sociales. Creo que el mundo está apuntando a eso y, felizmente, hay algunas tendencias importantes que nos están diciendo que la economía ya está cambiando.
Es fundamental decir que, si las corporaciones no son capaces de entender que necesitan de un proceso que esté generando los incentivos correctos para cumplir con estos principios, si van a intentar hacer greenwashing o plantear metas que no son verdaderas, lo que va a pasar es que la regulación se los va a tener que imponer. Es más, si ni siquiera van a querer cumplir con la regulación, van a ser los jueces y las Cortes los que lo van a imponer. Ya hemos tenido ejemplos de cortes imponiéndoles a un estado (Alemania) y a una empresa (Shell) la obligación de mejorar su meta [de ambición climática], porque no es la correcta. Entonces, es un proceso bien interesante, que no solo depende de lo que se acuerda en una COP, sino de cómo la economía y la demanda social se está comportando.
¿Cuál es su opinión sobre el papel de Perú en esta conferencia, teniendo en cuenta que ni el presidente Pedro Castillo ni el ministro del Ambiente, Rubén José Ramírez Mateo, asistieron al encuentro?
Creo que la ausencia del presidente ha sido de absoluta irresponsabilidad y una
pésima señal política. Ni siquiera fue el ministro [del Ambiente], lo que para mí es vergonzoso. Si bien es cierto podemos tener problemas internos, eso no significa que tengamos que estar ajenos a una realidad que tiene que ver con nuestra acción a corto plazo, pero también con nuestra visión a largo plazo. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha dicho que países que no tengan responsabilidad climática, van a tener una pérdida estructural del 25% del PBI de aquí al 2050.
La ausencia de una visión a largo plazo es lo que no nos permite avanzar [en materia energética]", aseguró el especialista.
Además, la COP no es solamente una reunión [de líderes políticos]: cuenta con la presencia de la empresa, de gobiernos subnacionales y de organizaciones. [Esto] hace que tenga una energía en donde los presidentes se conectan, no solo con sus correlatos de líderes, sino con muchas otras organizaciones, que incluyen al mundo de las finanzas y el de los inversionistas, con los cuales se puede lograr acuerdos importantes. Entonces, las COP siguen siendo espacios importantes, tanto en la negociación como en los espacios no formales.
Es una pena que el Perú no haya entendido eso y, en cambio, países como Colombia sean tan capaces de darse cuenta de esa importancia y hayan tenido, en el presidente [Iván] Duque, no solamente una persona muy presente sino que presentó su estrategia a 2050. Eso es algo que Perú todavía no tiene. O sea, no ha elaborado su estrategia y su visión al 2050. Y eso está mal porque tenemos nuestro NDC, pero no está conectado con dónde queremos estar al 2050. La implementación de nuestro NDC puede ser caótica, si no sabemos hacia dónde queremos llegar.
Teniendo en cuenta esta falta de visión a futuro y la dirección hacia la que está evolucionando la economía global, ¿cuál es el rumbo que Perú debe tomar en materia energética?
La economía nos conduce irreversiblemente hacia una energía fuera de los combustibles fósiles. Obviamente, de manera gradual. Primero, será el carbón, luego, el petróleo y, al final, será el gas. Lo inevitable es esta transición hacia energías renovables. Entonces, hay que salir de la trampa del gas. El Perú está atrapado en la trampa del gas. Creo que la ausencia de una visión a largo plazo es, justamente, lo que no nos permite avanzar. Como no sabemos hacia dónde queremos llegar a 2050 en relación con la energía, no sabemos qué pasos debemos ir adoptando en el corto plazo. Al respecto, por ejemplo, el ministro [de Economía], Pedro Francke, dijo que debía establecerse una política de impuestos al carbono, lo cual es positivo. Pero luego, al presentar la política tributaria, no hubo ninguna que hiciera referencia a ese anuncio de precio al carbono.
ACCIONES. Pulgar-Vidal resalta la importancia de hacer cambios en ámbitos esenciales, como la energía y la industria, para hacer frente a la crisis climática.
Foto: Andina
¿Por qué es necesario que los países de la región empiecen a tener una posición común frente al cambio climático?
América Latina está fragmentada desde hace más de 20 años y ha sido incapaz de posicionarse de manera común. Bolivia, lamentablemente, ha sido el país que se ha opuesto a la incorporación del concepto de “soluciones basadas en naturaleza” [conjunto de acciones o políticas que implican proteger, restaurar y gestionar de manera sostenible los ecosistemas] en el Acuerdo Climático de Glasgow con una vieja e ideológica frase de que “viola los derechos de la Pachamama”, lo que es absolutamente falso.
América Latina —que tiene en gran parte de sus países, entre ellos Perú, a la deforestación y al cambio de uso del suelo como principal fuente de emisiones— requiere de ese tipo de herramientas para canalizar un financiamiento que nos permita detener esas fuentes de emisión. De hecho, nosotros tenemos que centrarnos en energía para ser competitivos. Pero también tenemos que revertir la deforestación y cambio de uso del suelo. Las soluciones basadas en naturaleza son un mecanismo importantísimo y no podemos someternos a un solo país, que es Bolivia, para que eso se vea limitado en el texto. Yo creo que en la COP27 vamos a ser capaces de recuperarlo.
Países desarrollados, como Reino Unido y Suecia, han iniciado la transición hacia energías limpias. Sin embargo, la implementación de estas requiere insumos, como el litio o la madera de balsa, que suelen estar en países en vías de desarrollo. ¿Cómo garantizar que la transición no sea a costa de la sobreexplotación de recursos y sí bajo el concepto de justicia climática?
Una frase muy repetida en el debate climático es “no dejar a nadie atrás” y, en realidad, cambiar el paradigma de cómo se organiza el mundo. Este se ha organizado de manera tal que hay una gran brecha de equidad entre países desarrollados, países emergentes, países en vías desarrollo, y países pobres y altamente vulnerables. Por lo tanto, conceptos como transferencia tecnológica y construcción de capacidades son los que deberían fortalecernos. Pero, para eso, tenemos que ser atrevidos: América Latina tiene que dejar de lado esa antigua práctica de pensar que basta con estirar la mano y nos van a caer los recursos.
Tenemos que ser atrevidos y plantearnos una visión para empezar a ser la fuente de generación de energías limpias y conseguir el financiamiento requerido para ello. Tenemos que elaborar nuestros proyectos. El dinero no nos va a caer del cielo, si no estamos preparados. Evitaremos esa dependencia de ser países que abastecen materia prima, solo si hacemos nuestro trabajo, y si nos planteamos una buena visión al 2050 y sabemos hacia dónde caminamos. Con la lógica, mentalidad y energía actual no lo vamos a hacer y seguiremos siendo dependientes de los países desarrollados.